Mi amiga Amelia.
8 guarrindongos tienen algo que decir Publicado por JotaEfe a 9/30/2009 09:14:00 p. m.Muchas gracias por todo Amelia.
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¿Dónde nos llevará?
5 guarrindongos tienen algo que decir Publicado por JotaEfe a 9/22/2009 11:41:00 p. m.Mañana día 20 de septiembre, hace año y medio que un ser especial se fue de "mi lado" para siempre. Sentí como si todo el mundo se me hubiese venido encima, como si todo ya careciese de sentido y me costaba pensar en el futuro sin ella. Seguir vivo me parecía imposible, en resumidas cuentas.
Poco a poco me fui dando cuenta de que lo que suele decir la gente, eso de que el tiempo cura todo, es una solemne mentira. El tiempo no cura nada y el dolor siempre está ahí. En otras palabras, la úlcera nos sale el día de la partida de algún ser querido y, hasta que no morimos, la herida nos acompaña abriéndose para sangrar copiosamente de vez en cuando. Lo que ocurre es que las ocupaciones, el trabajo, las amistades, la vuelta a la rutina de costumbre, etc., etc., nos va disuadiendo de pensar en el hecho luctuoso y nos parece que hemos superado el trance. Pero el dolor siempre está ahí, con una intensidad dependiente del amor que se tuviera a la persona desaparecida, por muchos meses y años que pasen. Solo con rascar un poco, sale sangre. Yo, por ejemplo, no puedo ver una foto suya, me pongo malo. Y cuando de repente me viene algún recuerdo intento por todos los medios desecharlo, para no entristecerme el día.
Hoy (y mañana) voy a tener la úlcera abierta y sangrando, mientras pienso que este poema de Pepe Viyuela refleja a la perfección lo que siento ahora mismo por quien se me fue casi sin avisar y sin apenas darme tiempo de despedirnos: un amor inmenso. Un bello poema, que dice así:
- Quizás nunca te haya sentido
- tan cerca como ahora
- que dicen que te has ido para siempre.
- Ahora que tu voz no está,
- ni ven tus ojos lo que pasa,
- ni iluminan los días tu sonrisa.
- Precisamente ahora,
- que dicen que te has ido,
- ahora es mi memoria,
- tu voz, tus ojos, tu palabra.
- Y ahora hablan estos tus poemas
- a través de mi pluma y es tu mano
- la que me guía al escribirlos.
- Quizás nunca te haya sentido
- tan próximo, tan dentro, como ahora
- que parece que te hayas ido.
- Precisamente ahora
- que lo que ocurre en realidad
- es que no es necesaria tu presencia
- para saber que estás en todas partes.
Pepe Viyuela (2009): La luz en la memoria, Ediciones Amargord, Madrid.
Saludos a todos y un beso para la que está en todas partes.
Eso es lo que me pasa cuando disfruto, porque no puedo decir que haga otra cosa, de cada una de las trece canciones que componen el último trabajo discográfico de Moncho Calabuch Batista, o sea, el Gitano del Bolero, titulado: El tío Moncho. El arte del bolero. En él, el bolerista barcelonés canta con su peculiar estilo y su poderoso e incombustible chorro de voz y, al mismo tiempo, en aquellas canciones interpretadas a dúo junto a sus famosos sobrinos, se atreve a fusionar con notable éxito el bolero con los ritmos flamencos.
Confieso que el flamenco propiamente dicho nunca me ha gustado. Es más, hasta me llegaba a desagradar. Sin embargo, el bolero me pierde, soy todo un romántico, y esta curiosa mezcla me ha dejado admirado. Es verdad, soy un romántico empedernido aunque no ejerzo mucho como tal en mi vida diaria, más bien nada, pues nunca tuve pareja ni voy por ahí piropeando o llevándome de calle a las mozas fermosas con las que me topo. De hecho, soy bastante vergonzoso y siempre velo por guardar las formas. En cualquier caso y en términos prácticos, a ojos del resto de la sociedad no soy más que un marginado de veinticinco años al que le gusta este tipo de música. Pero qué se le va a hacer, a mi el hipi hopo, el reguetón, Camarón y las camisetas de tirantes no me llaman, pido disculpas.
El caso es que es un disco precioso desde el principio hasta el final, un pequeño tesoro para los amantes del bolero y los seguidores de uno de los tres reyes del bolero que ha dado el mundo. Yo solo puedo recomendarlo y esperar que a alguien le pueda gustar tanto como a mi.
Es una obra llena de matices, letras que llegan y que, sin duda, nos hacen recordar algunas experiencias vividas por muchos de nosotros a lo largo de nuestras vidas. Son canciones, podríamos decir, para cada momento. Eso es lo que más me gusta de este trabajo de quien podría definirse como el más experto en cantar los sentimientos de amor de la gente del común.
Pues lo dicho, que lo disfruten. Saludos a todos.
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¿Qué harían ustedes en mi lugar?
7 guarrindongos tienen algo que decir Publicado por JotaEfe a 9/16/2009 11:50:00 a. m.La infancia y la patria.
10 guarrindongos tienen algo que decir Publicado por JotaEfe a 9/11/2009 07:06:00 p. m.En mi biografía, aparte del lugar en el que llevo viviendo para bien o para mal desde casi que nací, hay un sitio que es parte esencial de mi "patria". Allí fui el zagal más feliz del mundo, pasando las mañanas, las tardes y las noches en compañía de mis padres y de mi siempre querida abuela. Creo que desde que nací entre ella y yo hubo un algo especial que permitió, al cabo de los años, desarrollar una relación muy estrecha; nos conocíamos bien, no hacía falta que ella hablase para que yo supiese lo que me quería decir. Y ella, por su parte, solo con mis gestos, podía adivinar mi estado de ánimo o mi opinión sobre tal o cual cosa, aunque sorprendentemente la mayor parte del año lo pasábamos separados por una terrible distancia de más de 400 kilómetros. Disfrutaba, pues, como un niño, nunca mejor dicho, de la playa, del apartamento, de los juguetes para hacer figuras con la arena o de una barca de plástico con la que me gustaba bañarme en el mar. Imposible borrar de mi cabeza el sabor y el olor de las tostadas con tomate, aceite y sal que mi abuela preparaba para que desayunáramos ella y yo. Era, de hecho, mi desayuno de Torrevieja, pues solo lo tomaba cuando estaba allí con ella. Recuerdo cuando enseñamos a nadar a mi hermana e, incluso, recuerdo a mi tía Mila cantándome de noche la nana del mundo al revés o los pulpos que pescaba a veces mi tío José Fabián y que me dejaban boquiabierto.
Pero, sobre todo, si de algo disfruté fue de veranos enteros -desde finales de Junio hasta mediados de Septiembre, por regla general- en compañía de un ser excepcional, admirable, maravilloso. Ella y yo solos, especialmente los últimos años. Poco a poco fue encontrándose con menos fuerzas pero, no sé ni cómo, yo conseguía tirar de ella y que pasase el verano sin calor, sin sudar y mitigando en lo posible los efectos de la terrible mezcla de los calores veraniegos con su cardiopatía e insuficiencia respiratoria.
El caso es que todo acabó, y de forma repentina, hace casi un año y medio. Quizá se veía venir porque ella había empeorado muchísimo en su salud, vivía los últimos meses dependiendo de una máquina de oxigenoterapia domiciliaria y viviendo con una calidad de vida bastante pobre. Y como suele ocurrir en estos casos, los herederos cuelgan del balcón de la casa de los que ya no están un ingrato cartel de "Se vende". Duele mirar hacia arriba y ver aquel cartel que parece ignominioso pues, según los casos, muestra que los recuerdos y tantos años vividos no importan demasiado a los que se quedan aquí. Por eso digo que ese trozo de mi patria me lo quieren arrancar. Además, si se vendiera yo ya no tendría otro sitio adonde escaparme de la agobiante Madrid ni, por supuesto, podría volver a ver a mis tíos y primas, que siempre nos hemos juntado en esa casa. Así que me temo que, llegados a esta situación, lo único que puedo hacer es moverme yo también y evitarlo por todos los medios. Y a ver quién se lleva el gato al agua.
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