Si supieras que lo que dices o escribes no es tan cierto como parece... Que aunque haya gente que muchas veces te haya hecho cosas muy feas y aunque haya otros que no se acuerdan de ti porque nunca te reclaman para nada, bien sabes que hay otros que, con nuestras limitaciones (trabajo, oposiciones, academias, etc.), hacemos todo lo posible por verte y por compartir algo de nuestro apretado tiempo contigo. Te juro que yo así lo hago aunque luego, a la hora de la verdad, haya semanas que sea muy difícil o imposible quedar porque los horarios se nos cambian, porque ocurren cosas imprevistas, porque surgen agobios repentinos, cosas que presentar a la semana siguiente y que nos obligan a encerrarnos en casa a cal y canto. No sé. Circunstancias.
Tú eres bella por fuera, desde luego, pero mucho más por dentro. Escuchas, aconsejas, me haces caer en la cuenta de otras formas de pensar o de ver tal o cual cosa. Hasta un currículum vitae parece diferente si tú tienes algo que decir. En fin, muchas cosas. Yo no soy de hacer muchos amigos. De hecho, tengo los mismos que tenía en el colegio, ninguno nuevo. Y no son todos los que parecen, ya lo sabes. El resto, colegas, conocidos... Soy muy tímido, desconfiado, distante. Todo lo que me quieran decir. De hecho, los amigos los cuento con una mano y me sobran dedos, no tengo más de cuatro. Y, aun así, a veces surgen problemas, malos entendidos, discusiones, etc., con ellos. O sea, no son perfectos. Ni yo tampoco seré el amigo perfecto. Pero son los que me mantienen aquí, los que me atan a la vida, los que me alegran los días y alguna que otra noche. Te sugiero que olvides a todos aquellos que no se acuerdan de ti, pues no se merecen otra cosa, y que selecciones a tus tres o cuatro amigos, para qué más, y con ellos trabes (trabemos) una buena amistad, profunda, comprometida, confiada. Eso no quitará de que a veces surjan problemas, descontentos, decepciones. Pero somos humanos, todo ello viene con nosotros de la mano y, es verdad, mucha veces surge sin querer o sin querer queriendo como decía el chavo del 8.
No te quiero molestar, ni que mis llamadas provoquen que tu cabeza vuelva a estallar en un mar de circunstancias horribles y que tus ojos se llenen de lágrimas y tu voz se entrecorte.
No te quiero molestar, ni presionar, ni pedir nada que no quieras hacer. Sé que estas cosas llevan su ritmo, que tienes mucho encima, que todo parece negro, que nadie se acuerda de ti y que no hay por qués para seguir en la brecha.
Me gustaría hacerte ver que sí los hay. Que si ponemos de nuestra parte, si nos serenamos y hacemos limpieza interior, podemos llegar a verlos y, después, luchar por ellos. No te encierres, suelta todo lo tienes dentro, lo que te atormenta, lo que no te deja tranquila. Si crees que necesitas de un especialista, adelante. Para eso está. Lo importante eres tú. Para recuperar la belleza que encierras, para hacer limpieza y borrón y cuenta nueva, en un folio en blanco, limpio y reluciente donde retomar el relato en el preciso punto en que se quedó.
Tienes amigos. Si dices que no los tienes, no estás siendo justa. Aquí tienes uno. Y sé de otra. Los amigos, los buenos amigos, se van haciendo poco a poco, a los muchos años, y este amigo te puede llevar a otro y éste otro a otro y así sucesivamente. De todos modos, conocer a mucha gente -de poca calidad- no sirve de nada, más que para desengaños varios. Haz limpieza, sé radical, despréndete de lo que te hace daño, no tengas compasión, piensa solo en ti, hazte exigente con quien se acerque a ti, hasta que el folio vuelva a ser blanco. Completamente blanco. Sin borrones. Y, entonces, volverás a escribir sobre él la historia, tu historia, desprendiendo tu belleza a borbotones, como tú quieras, como a ti te guste y con quien a ti te guste.