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Yo no sé si seré yo que, aunque católico, tengo cierta gusto por criticar constructivamente todo lo criticable o si es que ahora la Iglesia se rige por nuevos usos que desconozco y que se apartan de lo que las mil veces cacareadas Sagradas Escrituras dicen.

Bueno, bien pensado, debemos decir que el comportamiento de la Iglesia y su jerarquía y el de las empresas patrocinadoras del evento que esta semana se está celebrando en Madrid no se atiene mucho al mensaje evangélico, ni a la moralidad. Y esa es una de las cosas que más chirrían. Que unos inmorales, véase el caso de los bancos y cajas de ahorros, paguen un acto religioso donde se proclama todo lo contrario.

Pero hay otra. Si nos fijamos, el Papa siempre está rodeado de jóvenes. Jóvenes que parece que están más bien ante el escenario de un concierto de Justin Bieber, ese niño que canta con voz de gato afónico. No hay más que verlos. Baja el Papa del avión, se pasea en su Papamóvil, se pasea por la calle Alcalá o llega al Vía Crucis y la gente se pone como loca. Ayer en el telediario pudimos observar a varias jóvenes sollozando, temblando o sin poder articular palabra después de que el Papamóvil pasara por delante durante medio segundo. Hoy, lo mismo. Y, además, monjas haciendo la ola. Que queda de lo más chic. Para que luego digan que la Iglesia no sabe adaptarse a los tiempos modernos y resulta que tenemos a las monjas más cachondas y divertidas del globo. Y algunas que no habían salido del convento desde que entraron en él, oiga, que ya tiene mérito ser tan dicharacheras.

O sea, se comportan como si en lugar de ser el Papa el que está pasando por delante de sus narices fuera Michael Jackson, Justin Bieber o cualquier otro. Es decir, podríamos decir que igual que los admiradores de éstos padecen de idolatría porque los convierten en su objeto de culto cuando en verdad se trata de personas tan limitadas, tan imperfectas, tan pecadoras, tan erráticas, tan desastrosas, etc., como cualquiera; los fans del Papa padecen de papolatría, pues les ocurre lo mismo, hacen con el Papa lo mismo que con Justin Bieber.

Lo estamos viendo en Madrid. Aparece y las masas se exaltan, se desmayan, se emocionan, lloran y hasta infartan. Luego, pasados los minutos, se tranquilizan y hasta, diría, importa poco todo lo que haga o venga después. El caso es desgañitarse, hacer la foto, que me mire el Papa. Y poco más. Lo de sacarle provecho espiritual al evento..., eso se queda en segundo plano o para Rita la cantaora. Se grita, de hecho, "esta es la juventud del Papa", no la de Jesucristo, que sería lo suyo, como si el Papa fuera una estrella de rock y tuviera sus fans.

Ello me hace recordar un artículo que leí hace un par de días, firmado por Juan José Tamayo, teólogo. En él refiere el siguiente pasaje del I libro de los Reyes sobre el profeta Elías:

"Tras 40 días y 40 noches vagando sin rumbo, el profeta llega al monte Horeb y entra en una gruta donde pasa la noche. Dios le pide que salga de la cueva y permanezca de pie en la montaña porque va a pasar Él. Primero, vino un viento fuerte e impetuoso, pero Dios no estaba en el viento. Luego pasó un terremoto, pero Dios tampoco estaba en el terremoto. A continuación, apareció un fuego, pero Dios no se encontraba en el fuego. Por fin llegó el susurro de una brisa suave y ahí sí se encontraba Dios" (1 Re 19, 9-14).

Y nos pregunta:

¿Se encontrará Dios en los actos de papolatría de la JMJ?


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He sido víctima de una injusticia. No vengo a hacerme el mártir ni a reclamar mi parcela celestial, pero hoy me ha dado por decirlo y, como no me puedo quejar a la causante de la misma, se lo diré a todo el mundo con el único objeto de quedarme más ancho que largo. Como hacen los demás.

Resulta que ayer, de repente, sin venir a cuento, me acordé de una chica. ¡Qué habrá sido de..., llamémosla X! Una muy buena chica. No tuve mucho contacto con ella, apenas dos o tres días sueltos de hace tiempo pero supe distinguir que era muy buena, muy sensata, buena conversadora, sencilla, muy inteligente. Me dio buena onda y, desde entonces, intercambiamos muchos o algunos mensajes, nos escribíamos a menudo e hicimos alguna que otra intentona para quedar.

Pues bien, decido escribirle. La última vez me dijo que se quería desconectar, dar un tiempo, desaparecer. Nos despedimos hasta no sabíamos cuando. Las cosas de la psique van despacio. Y yo, confiado en que ya estaría perfectamente, con su vida rehecha y feliz, me animé a mandarle unas letras a modo de saludo, para retomar el contacto, por gusto de saber de ella.

Me responde al poco rato, muy educada, agradeciéndome el interés, contándole que le va realmente bien y pidiéndome que no la escriba más. Que sabe que no es justa conmigo pero que es lo que hay, que no quiere tener contacto con nadie que le recuerde a cierta persona.
Un cerdo disfrazado de galán, palabrería barata pero adaptada a lo que se quiere oír, polla poderosa no por lo que ésta vale, que no vale nada, sino porque no piensa con otra cosa, creyendo que es viril y no siendo más que mero aparato expulsor de esperma.

Me quedé a cuadros. No tengo nada que ver con dicho personaje, Dios me libre. Yo soy de marca mayor. Y ella lo sabe. Solo pretendía retomar el contacto y la amistad en el punto en que se quedó porque sinceramente era una persona que me merecía la pena reencontrar. Bien sabe ella que no pretendía, ni pretendo, hurgar en herida alguna. No me esperaba esa respuesta. Desde luego, no es justa. No la merezco. Ni es justo tomarse la molestia en escribir a alguien y que la respuesta sea, por favor, no me escribas más en tu vida. Pues vaya agradecimiento. Por otro lado, si cada vez que me han hecho daño, me enfadase no solo con la persona causante del mismo sino con quien me la/o recuerda..., pues apaga y vámonos. Estaría solo en el mundo. Y no. Me enfado con una persona y conservo a quien me merece la pena, sea amigo de quien sea. De hecho, siempre digo que estaré eternamente agradecido a todos "mis enemigos" que me presentaron gente que, hoy por hoy, son grandes amigos míos. Hay que saber distinguir. Comprendo que haya tenido que sufrir mucho pero estoy harto de que los no responsables de nada paguemos por los responsables, máxime cuando se trata de gente despreciable, que piensa con la polla, va como el culo y arrastran a quien se ponga por delante. Terroristas emocionales. Bufones de los sentimientos.

Aun así, no le voy a guardar rencor. Respeto su decisión aunque me parece un lujo que una persona te escriba, tenga contigo un detalle bonito y no haya piedad con él/ella. Cosas así no pasan todos los días, ni muchas veces en la vida. En fin. No la escribí, ni lo pienso hacer. Lo siento porque no me da la oportunidad de conocerla mejor, de seguir tratándola. Ni, por supuesto, de que ella me conozca. No se iba a arrepentir, que ya va siendo hora de creérmelo un poquito. Como hacen los demás.



Le deseo lo mejor. Y que viva a su modo, como quiera y con quien le plazca, sin darle importancia a quien no la merece y ponderando mejor aquellas situaciones que quizá habrían valido la pena. Un consejo para la próxima vez.

Les voy a contar otra historia. Sí, de esas que solo me pasan a mi como el terrible y sin par hecho de que, como ya leyeron, un servidor se tuvo que ir a topar con el a buen seguro único bajo hombro con mostacho de toda la calle Preciados hace hoy, justamente, una semana. Hecho de infausto recuerdo.

Me encontraba yo esta tarde estudiando como de costumbre cuando, de repente, como suele pasar con estas cosas, suena el teléfono. Nadie te avisa de que va a sonar porque si no perdería su aquel. Y sonaba sin parar. Yo, como digo, estaba centrado en un asunto muy importante y no me gusta que la gente me interrumpa porque luego me cuesta retomar el hilo en el punto donde se quedó, no recuerdo las ideas que tenía en la cabeza antes de que sonara el teléfono y me trastorna cantidubi. Pero, como el gracioso/a que llamaba no dejaba de dar por culo, decidí cogerlo. Y resulta que era mi amigo..., llamémosle X. Más que amigo, conocido de los tiempos de la facultad con el que hablo de higos a peras exclusivamente por teléfono pues evito quedar con él por la razón que ustedes alcanzarán a entender rápidamente.

Comenzamos a hablar, me pregunta qué tal estoy, si estoy aquí o en Cartagena y, sin más preámbulos, me suelta que si sé lo que es la JMJ. Sí, señores, en efecto, es del Opus Dei. Por eso guardo con él todas las distancias posibles y con escucharle por teléfono me sobro y me basto. Pero a él no le bastan pocas palabras, ni los hechos contundentes, no es buen entendedor, cree que el que la sigue la consigue y lo cree a pie juntillas porque, de otro modo, habría desistido hace tiempo de reclutarme para el Opus o, al menos, de usarme para conseguir puntos en esa escala de puntos para entrar en el Cielo por la puerta grande que ellos tienen según capten gente para la Obra o atraigan incautos a actos religiosos o espirituales promovidos o participados por ellos. Es un pelma. Y a él tres cojones que le importa. El caso es salvar al personal.

Pues bien, con eso de la JMJ, un nombre muy discotequero por cierto, se refería a las Jornadas Mundiales de la Juventud que por suerte o por desgracia se celebrarán la semana que viene en Madrid, visita del Papa de rigor y puesta de una ciudad patas arriba en nombre del Altísimo. Por si nos faltaba algo en Madrid, viene el Papa. No hace falta ya que para la abuela. Madrid y los españoles necesitamos a gritos que venga a pontificarnos sobre esto y aquello por si estuviésemos poco pasados de rosca ya, poco jodidos, poco hartos de cuentos y moralinas, de vuelta de todo.

Claro, imagínense. Los del Opus están que se les hace el culo Pepsi-Cola con la visita. Y este me llamaba para tantearme, para ver dónde iba a estar yo y si me podía captar como participante en algún evento o, mucho mejor, como voluntario o palmero del Papa.

Yo le he dicho que sí sabía lo que era la JMJ. Si le hubiese dicho que no, me habría dado lo mismo porque se habría puesto a explicármelo, sorprendido aun por el hecho de que no se lo que es un evento de esas características. Él, a su vez, me ha preguntado si tenía pensado ir y yo le respondí con un no rotundo. Tan rotundo que ya habré sido obsequiado con una parcelita en el infierno. Y, entonces, empezó el raca, raca, a dar la matraca.

-Te invito a una Misa con el Papa, ya verás cómo lo vamos a pasar bien, vamos a darlo todo, a vivirlo, será inolvidable, me dice.

Yo no daba crédito. ¿Me estaban invitando a una Misa?, ¿Pero qué mal he hecho yo en alguna de mis vidas pasadas para que me llame un tío para llevarme a Misa y no una tía para llevarme al huerto? Si yo estoy más que salvado aunque no quiera estarlo pues por no meter, no meto ni miedo. ¿De qué cojones va la vida?, ¿Ir a Misa a pasarlo a bien, a darlo todo, a vivirlo?, ¿Pero dónde es la Misa, en la Cibeles a pleno sol de agosto o en Pachá Ibiza? Todas esas preguntas se agolpaban en mi cabeza al tiempo que el estupor subía tanto como la prima de riesgo española. Y, entonces, contesté:

-No, no puedo, no sabes cuánto lo siento. Tengo el examen en septiembre y no puedo hacer salidas de ese tipo.

-Rezaré por tu examen, me dice, solidario.

Reza por lo que te de la gana, pienso.

-Por mucho que reces, me temo que el Santo Advenimiento no va a venir a escribirme el examen que, por cierto, llevo preparando desde hace tres meses y que no voy a aprobar ni por las reliquias de Santiago Apóstol. Antes aparecerá el Códice Calixtino, ya lo verás.

-Joder tío, me espeta. Seguro que puedes sacar un rato, que viene el Santo Padre casi a la puerta de tu casa. Mira, eres un soso.

Yo ahí ya sí que perdí la noción de todo. ¿Me estaba llamando soso un tío que me llamaba para invitarme a una Misa que, como todos sabemos, es un planazo que te mondas de la risa, te partes el culo, te lo pasas bomba, una risa continua? Si consistiera, digo yo, en jugar al juego de la silla, en este caso del banco, al ritmo del Padrenuestro cantado o del Hosanna, Hosanna al Señor y el que se quedara sin sitio cuando se apagara la música se quedara sin comulgar o sin la bendición urbi et orbe, pues quizá lo vería divertido. Pero en el formato actual, las Misas son de todo menos divertidas, joder, no me vayan ustedes a defender lo indefendible. Así que, respondí:

-Soso tú, coño, que parece que me estás diciendo de ir a un concierto de rock o a una bacanal ibicenca, lo que es peor.

En ese momento, lógico, X montó en cólera. Eso de comparar al Papa con una estrella de rock debe ser pecado mortal y, muy ufano, va y me larga que me tenía por católico, que pensaba que yo era creyente y que -atención- he debido tener una infancia muy trsite como para no querer ir a ver al Papa. Y aquí ya me quedé gili total. No sé qué tienen que ver los cojones para comer trigo pero, a Dios gracias, mis padres no son los típicos "capillitas" místicos y santurrones, ni en mi niñez me llevaban a Iglesias o me comían el tarro con aquello de no poder juntarme con chicas porque son el pecado personificado para los hombres, como le pasaba a él en la facultad. Eso sí es estar enfermo. Y muy enfermo, además. Y, entonces, me pregunta:

-¿Es que no sabes lo que es una vigilia?

Y yo:

-Claro que lo sé. Yo las hago dos o tres veces por semana, velando los apuntes y los libros de la oposición hasta las 3 ó 4 de la madrugada y muy reconfortantes no es que sean.

-No, no, pero yo digo vigilias con el Papa.

-Pues aun más aburridas, afirmé categóricamente.

El pobre estaba escandalizado, escuchando a quien le habrá parecido un ateo redomado. Me dijo que necesitaba de alguien que rezara por mi porque me notaba "de vuelta de todo" -lo que no sabe él es cuánto estoy de vuelta de todo- pero que aquí estaba él para rezar e interceder por mi ante Dios. Y para que se quedara tranquilo le dije que, por las mañanas, tengo por costumbre recitar alguna jaculatoria. Él se quedó asombrado, me dijo que eso estaba muy bien para empezar el día con ánimo y obtener la fuerza del Padre para empezar con ánimo y energía el día y que cuáles me sabía, a lo cual yo respondí que mis favoritas son aquellas que dicen "ande yo caliente y ríase la gente" o "a mi prójimo quiero pero a mi el primero".

Y aquí terminó la conversación. Bueno, quedó en mandarme un mail con el planning de Misas de la JMJ para que, de acuerdo con mi horario cuartelero opositoril, me apuntara a la que pudiera. Que no tenía inconveniente en acercarse a mi casa y recogerme con su coche. Incombustible, el muchacho. Aunque solo sea por insistencia, este se tiene ganado el Cielo. A mi me daría cosa insistir tanto pero hay que reconocer que la salvación de la Humanidad no puede ser tarea fácil y máxime cuando, como en mi caso, la persona tiene la salvación al alcance de su mano y la desprecia.

Hoy he quedado tan impactado por una visión que ha ocurrido delante de mis narices por vez primera en mi vida, que ello ha motivado el cambio de temática de esta entrada. Yo les iba a hablar de otra cosa que ha sucedido cuando he cogido el Metro esta tarde: una señora se coló, los "agentes del Metro" la pillaron en el andén y no había forma de que diera sus datos o soltara la guita de la multa -20 euros-. Menudo espectáculo, hasta la Policía Nacional ha tenido que personarse allí. Les iba a hablar de lo que me jode que esta especie de listos, mangantes y rufianes, se crean que pueden usar los servicios gratuitamente y aun te miren con cara de pena como si diciendo "pobre gilipollas que pagas el viaje. Yo y mi polla sin embargo nos paseamos gratis en Metro y tan divinos de la muerte".

Pero no, no les voy a dar la tabarra con eso. Resulta que, después de hacer lo que tenía que hacer esta tarde, he dirigido mis pasos hacia El Corte Inglés de la calle Preciados sin recordar que la Puerta del Sol había sido desalojada y sin saber que para esta misma tarde se había convocado una manifestación para volver a tomar la susodicha plaza por parte de los indignados. Yo he llegado muy temprano, antes de que se liaran los altercados que he visto en Internet entre los manifestantes y la Policía en la calle Preciados a eso de las 22.00 horas de la noche. Yo estaba allí sobre una hora antes más o menos y ya había mucha gente, haciendo una sentada, mirones que iban y venían -entre ellos, yo- y la Policía detrás de unas vallas azules, unos al lado de otros y flanqueados por dos furgonetas con las luces azules y naranjas de emergencia encendidas.

La verdad es que aquello me ha impactado. Parecía como si hubiese ocurrido un golpe de Estado o la declaración del estado de guerra. La primera vez que veo algo parecido. No había un alma por la populosa puerta del Sol, la primera vez que lo veo también. Cientos de Policías y furgonetas con las luces encendidas en cada una de las calles que desembocaban al kilómetro cero, mucha tensión en el ambiente y helicópteros controlando, supongo, desde el aire.

El caso es que llego a las inmediaciones de la valla. Podría haber allí un centenar o dos de personas, me asomo a ver la fila de serios Policías que miraban fijamente al frente y que escuchaban las cosas que imprecaban los delante de ellos sentados. De puntillas, veo la puerta del Sol vacía. Todos guardan las formas, nada de tumultos. Por eso me acerqué. Si veo jaleo, me digo, saldré haciendo fú como el gato. A todo esto, me doy cuenta de que a mi lado hay tres personas. Una joven y dos mayores que ella hablando. Pongo atención a la conversación -debo recordar que yo no sabía muy bien qué estaba pasando- y escucho que la joven estaba dando clases sobre el origen de la Policía, que según ella era para defender los intereses de los ricos -yo discrepo- y llamaba la atención de sus escuchantes sobre el hecho descubierto por ella misma de que los Policías no hablan, les preguntas y no contestan, solo obedecen. Por supuesto, solo obedecen las órdenes del estado policial. Cosa en la que también discrepo, esto no es un estado policial, ni la Policía está únicamente para mirar, poner vallas y pegar mamporros desgraciadamente para ella.

El caso es que la conversación se iba encendiendo y uno de los escuchantes añadió que no sabía tantas cosas como la joven a lo cual ésta espetó con un simple:

-"Es que hay que leer e informarse".

Tócate el fandango, me digo. La conversación sigue, yo mirando a aquella docta e informada joven a la que solo le faltaba subirse a un taburete y dar el mitin y, de repente, cuando se dispone a señalar a los hieráticos policías que teníamos enfrente..., levanta el alerón -el bajo hombro, el sobaco o como ustedes quieran nombrarlo- y deja al descubierto un bosque tan antifemenino, tan horrible y tan antitodo que por poco no me ha convertido en la primera víctima mortal por esparabás del 15-M. Después de reaccionar al impacto, me tuve que dar la vuelta. Yo no podía. Qué bajón, señores. Y lo peor, no me puedo quitar esa imagen de la cabeza.

Yo puedo entender que todo lo referente a la depilación, especialmente la femenina -aunque ahora empieza la masculina- obedece a modas culturales adoptadas desde hace más o menos tiempo pero que, por lo extendidas que están, nos da la impresión de que no son modas, sino que esas cosas son por naturaleza o han sido siempre así. Y no lo son. Yo todo eso lo entiendo y lo admito como crítica "al sistema cultural actual", comprendo que las mujeres no se depilaran hace pocas décadas y que no hubiese mayor problema al respecto. Pero ahora eso no se estila. La belleza está en todo lo contrario y uno se acostumbra a ello, aparte de que me guste, que es cosa distinta.

Es más, soy de la opinión de que las cosas deben hacerse bien siempre. O, en su lugar, como se hacen siempre. No variarlas por estar ante una situación novedosa. O sea, que no por estar haciendo una revolución hay que descuidar el cuidado corporal. Al contrario. Hay que aumentarlo o no descuidarlo.
Porque la revolución también tiene que entrar por los ojos de la gente y no provocar estas malas pasadas. Y, por supuesto, por lo que pueda pasar. Siempre hay que llevar arreglados los altos y los bajos, se sea hombre o mujer, por, como digo, lo que pueda ocurrir. Que uno nunca sabe lo que le va a ocurrir desde que sale por la puerta de su casa. Da lo mismo, al menos para mí, la altura, si las piernas son más o menos carnosas, si se tienen caderas más o menos anchas, si hay un michelín por aquí, si se es de espalda ancha..., me importa un comino. Séanme revolucionarios, reivindicativos, peleones, etc., pero no se me descuiden por lo que más quieran. Y dejemos lo salvaje para Tarzán y la mona Chita.

PD: Y, por cierto, la Policía Nacional sí habla, no es la organización nacional de mudos. Habla y, muy respetuosamente, me ha indicado cómo saltar al otro lado de la Puerta del Sol sin atravesarla. Ahí queda eso.

200 entradas. Ya lo ven. Casi dos años -el próximo primero de octubre se cumplirán, D. m.- para escribir 200 entradas. No sé si serán muchas o pocas aunque sospecho que serán una cosa insignificante al lado de todos esos blogs que tienen un actividad frenética, que se actualizan diariamente y que reciben miles de comentarios. Independientemente de comparaciones numéricas, han sido 200 entradas mejores o peores que me han hecho pasar muchas horas en forma de ratos sueltos que tenía por aquí y por allá escribiendo entradas, respondiendo comentarios, plasmando sentimientos y pareceres, dando rienda suelta a la lujuria u opinando sobre cualquier aspecto del momento o, hace algunos meses, cambiando el diseño del blog gracias ¿al desaparecido? Fete.

Y llevo varios días entrando en el blog para publicar los comentarios que generosamente me dejan ustedes y viendo eso de "199 entradas publicadas por última vez el 25-julio-2011" en la cabecera del blog y dándole vueltas a cómo podría yo "celebrar" tal plusmarca. Decliné, en un primer momento, hablar de cosas de actualidad porque aunque tengo que estar puesto en ellas por obligación, la verdad es que no me apetece pensar en ellas en los ratos de asueto. Ni venían a cuento. Las monsergas y los mitines para los políticos, ahora que nos acecha una nueva campaña electoral. Preparen el Almax Forte y la sal de frutas -sabor naranja para mi, por favor-, seguro que nuestros estómagos los van a reclamar más de un día para digerir empachos de patochadas. Por otro lado, no me pareció conveniente darle bombo al luctuoso hecho acaecido entre ayer y hoy por el cual los españoles nos hemos quedado sin abuela. Algunos no la tenían de antes, eso por descontado. Pero me refiero a los españoles como colectividad popular, no como individualidades, al producirse el fallecimiento y posterior entierro o incineración -que no sé- de la abuela de Belén Esteban, a la sazón "abuela del pueblo" y/o de "la princesa del pueblo". Hecho noticioso dado el cargo que ostentaba, aparecido en periódicos, telediarios y que me hace pensar en qué tiene de especial esta abuela como para salir por televisión. ¿Por qué no salió la noticia de la mía?, ¿Por qué no se dedica un programa diario o semanal a abuelas difuntas y nietos dolientes? Está claro que para el afectado de turno como su abuela no hay ninguna pero, joder, no entiendo por qué la verdulera de la nieta de esta señora es más que yo, ni su abuela más que la mía.

¿Ven? Lo que les decía..., tráiganme un vasito de sal de frutas que yo ya lo voy necesitando. Y eso que no he hablado de política.



El caso es que para contrarrestar tan nocivos efectos y pensar en cosas positivas y que me alegran los días, estas 200 entradas las dedico a ustedes y a mis amigas. Curiosamente son amigas. Será que sé dónde elegir y que tengo ojo de galán empedernido, espada desenvainada y ojo avizor. Concretamente a esas que hacen que cada mañana o cada tarde, depende del día, encienda el ordenador para ver si me han escrito algún mensaje, si me han dejado alguna canción en Facebook, si han continuado el cachondeo en alguna conversación tonta en la misma red social o si me proponen quedar o me han respondido a alguna propuesta que yo les haya hecho el día anterior, haciéndome dormir con la gustosa incógnita de si les veré esta semana o la que viene, de si escucharé sus canciones o si nos reiremos de alguna chorrada mañana. Porque consiguen hacer de algo tan incómodo como estar pegado a un ordenador, que ahora con los calores del verano y los que de por sí desprende el trasto, se lleva aun peor, algo fantástico, divertido. Son mis chicas y, aunque muy pocas se dejan caer por estos lares, hoy me di cuenta de que son parte responsable de que todos los días encienda el ordenador y, por tanto, entre otras cosas, me de por escribir aquí de cuando en cuando.

Porque, como dice la canción, "tu calor se me agarra y me llenas el alma de luz y rocío". Justo lo que a mi me pasa.

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