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Este año, el 2011, ya está a título de inventario pero me pilla sin ganas de hacer inventario alguno. Y de contarles el rollo de cómo pasé 2011, lo que hice, lo que fue bien y lo que fue o salió mal y lo que quiero cambiar para 2012. Lo encuentro absurdo. Nadie cambia, ni deja de hacer lo que hasta hoy hacía porque mañana sea día 1 de enero. ¿Y voy a hacer yo promesas y actos de contrición? Ni hablar. Ni que yo fuese el tonto del pueblo. También me repatea leer ese sin fín de felicitaciones donde la gente hace votos para que se cumplan todos mis/nuestros sueños. Sueños. ¿Sueños?, ¿Qué sueños? Las pesadillas, los sueños atormentados, los sueños aquellos tras los cuales te levantas en tensión total agobiado porque vas a llegar tarde a tal o cual sitio, tal vez los sueños eróticos.




Yo siempre, cual autómata, repetía eso una y otra vez hasta que me he dado cuenta de que todo es pura falsedad, de que nadie (o muy pocos) me desean lo mejor y de que a nadie le importan mis sueños tres cojones. Así que, en vista de que ningún año desde 1984 ha cumplido mis sueños ni mis expectativas sino que cada año pasa lo que tiene que pasa y no lo que yo quiero que pase, solo le pido a 2012 que cumpla mis sueños eróticos, a ver si entre tanta crisis, tanto recorte, tanta tijera y tanta subida de impuestos o falsa actualización de pensiones, me doy una alegría con cierta frecuencia.




Y no es que me haya ido mal en 2011. Es que no soporto la hipocresía de la gente, ni lo estúpida que ésta se vuelve con motivo de la Navidad, enviando chorradas y horteradas al correo. Ha sido un año como otro cualquiera, sin alegrías especiales y sin sustos de esos que te pillan por sorpresa.




Creo que no quiero hacer inventario porque, a pesar de mis esfuerzos para conservar y aumentar mis esperanzas para 2012, no tengo ninguna ilusión en el futuro. Ni el más mínimo interés por saber lo que traerá. Ahora me doy cuenta de que hay que estar a lo que traiga cada día y mañana ya se verá. Ya se verá en 2012. Si llegamos. Casi, lo confieso, hay días que pienso que estaría inmensamente agradecido a los mayas o a los aztecas, ahora no recuerdo quiénes de los dos fueron, si 2012 o dos mil goce nos mandara a todos a la mierda. Y se acabaron los problemas, los sufrimientos, los quebraderos de cabeza, las felicitaciones hipócritas y las rencillas sin cuento.




Pero, bueno, por lo pronto mañana se acabó la Navidad, ya no habrá que felicitarse más y se acabó la hipocresía. Y eso es tremendamente bueno. Mañana ya podemos volver a ser las mismas ratas de siempre, ya podemos volver a odiar, a desear el mal y a pisotear al contrario o desear a la mujer del vecino. Que nos quedan 365 días para la próxima farsa llamada Navidad, o sea, para echar pelillos a la mar y hacernos los buenos.


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El pasado domingo, España se suicidó. Literalmente. Dio -dimos- carta blanca a un señor que ha ganado las elecciones sin saber qué coño va a hacer y, como ya se vio en las últimas elecciones autonómicas, hemos hecho a Zapatero responsable de la crisis, de sus recortes y de los recortes del vecino. De lo contrario no puede explicarse que CiU haya ganado estas elecciones en Cataluña..., y ello les ha animado para presentar una nueva tanda de recortes que para ser aprobados necesitan del apoyo del PP en el parlamento catalán. Incluyen hasta una fórmula de copago sanitario. ¿Lo apoyarán?, ¿Significará eso que están por la labor de imponérnoslo a todos los españoles?


La prima de riesgo y las tensiones financieras demostraron al día siguiente que les importa tres pimientos quién gobierne en España y negaron aquello de que Zapatero, el ex presidente, se iba a llevar a su nueva casa de León al menos 200 puntos de la prima de riesgo, ahora relajada por la sola presencia de un nuevo Gobierno. Del que teóricamente se iban a fiar. Nada más lejos de la realidad.


Y lo curioso es que Rajoy, según las encuestas, no suscita simpatías especiales entre los electores. Al menos, tanta simpatía como para respaldar el resultado hace tres días cosechado. Pero, bah, qué más da, si lo mismo no llegamos ni al final de la legislatura. La Merkel ya se ha encargado de decirle lo que tiene que hacer, algo que según él mismo los españoles no teníamos por qué soportar cuando gobernaba Zapatero. Me temo que esta va a ser la legislatura del "donde dije digo, digo Diego". Ya han dicho que la crisis no es española sino de la eurozona y que hay que arreglarla allí. Valientes sinvergüenzas. Claro que solo pueden engañar al que se deja engañar y no se para a leer los periódicos o a escuchar la radio y deducir razonamientos de sentido lógico, derivados de un análisis crítico de la realidad que ve y vive. Y padece. Y los mercados le piden medidas y recortes sorprendentes. De eso no me cabe la más mínima duda, de que van a ser sorprendentes, me refiero.


Lo que no sé es si los mercados las considerarán suficientes como para dejarle gobernar toda la legislatura. Eso será lo que esta España sin ventura tendrá que ir viendo.


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La campaña electoral, que termina en unas horas por cierto, tal y como se ha planteado y desarrollado no ha sido más que una enorme basura intelectual. O sea, de ese tipo de cosas con las que todos pensamos que nos están tomando por idiotas.



Es realmente grave que el domingo, tal y como se estima, vaya a barrer en las urnas un partido de cuyo candidato apenas sabemos lo que va a hacer. O al menos a mí me lo parece así. Sí, sabemos que según él hay que hacer muchos esfuerzos. Pero cuidado no se lo vayan a hacer ustedes en los pantalones de tanto esfuerzo... Y también parece que van a hacer recortes en todas partes, van a derogar muchas leyes y la gente saldrá a la calle, según reza el cospedalismo bajo cuyo mandato España se hallará en los próximos cuatro años, si los mercados y los especuladores lo permiten. Que esa será otra canción que empezaremos a escuchar desde las 00.00 horas del 21-N. Pero, en principio, que este señor no anuncie recortes, ni congelación de pensiones, ni recortes en sueldos de funcionarios, ni recortes en sanidad ni en educación, etc., cuando desde Europa se nos lleva pidiendo desde hace semanas que recortemos más de 30.000 millones de euros causa, cuanto menos, hilaridad.



También es basura intelectual que se anule la opción mayoritaria contraria por el simple argumento de "por qué usted no lo hizo cuando estaba en el Gobierno". Pues muy simple. Porque los Gobiernos que se presentan a la reelección no pueden hacerlo todo en cuatro años (si no, no habría Gobiernos reelegidos, de cajón) y porque esta crisis exige que una semana se piense de un modo y a la siguiente del contrario y ni los gobernantes europeos se aclaren. No veo que sea un problema exclusivo de España. Si no, ni Sarkozy ni Merkel, cuando pretendan la reelección el año que viene, podrían presentarse: porque ya gobernaron y no hicieron lo que entonces pongan en sus programas electorales que van a hacer. Lo que les digo, basura intelectual.



Pero es de deficientes mentales pensar que con la sola presencia de un Gobierno de diferente color las tensiones financieras, la prima de riesgo y la confianza en España se van a recuperar. Y que a partir de ahí, el camino hacia el pleno empleo será una marcha continua y sin freno, animada con músicas celestiales. Porque van a estimular el empleo no se sabe cómo y a partir de ahí subirán las cotizaciones y, oiga, dinero para todos y olvídese usted de los recortes. Y si no que se lo digan a los griegos, a los portugueses y a los italianos y sus recién estrenados nuevos gobiernos, si les ha servido de algo cambiarlos por tecnócratas para relajar a los mercados y a los especuladores. Me temo que no. Para su desgracia.



Y que me tomen el pelo de esa manera me crispa. Y que vayan a barrer me crispa aun más, pues demuestra que mis compatriotas se venden a quien no les ha dicho lo que va a hacer para sacarnos de ésta. Y si el paro sigue subiendo y las tensiones no desaparecen, cosa que ya ha advertido la UE, ¿entonces a quién se encomendarán?



Y como el voto es responsable, o así lo entiendo yo, y hay que obrar en conciencia no pienso dárselo a un señor que no me cuenta cuáles son sus intenciones. Y que lo hace por estrategia electoral. Pues que sepa que esa estrategia es una basura y un engaño y no quiero que en un futuro que creo cercano me pese el voto que deposité en la urna el 20-N a su favor. Tampoco le encuentro demasiado sentido a votar a partidos que, por el actual sistema de reparto de escaños en el Congreso de los Diputados, apenas van a obtener representación parlamentaria. Sí, queda muy bonito todo ese discurso anti-bipartidista y es realmente bohemio pero también peligroso que algunos de esos partidos pequeños tachen de antidemocrático el bipartidismo. Porque, señores, no estamos en la época del encasillado del Ministerio de la Gobernación, tal y como sugirió ayer la alcaldesa de Valencia. Otra que tal baila. Si éste fuera un país decente, esa señora habría dimitido ya por solo sugerir que el 20-N puede haber trampas en las elecciones. Y, qué quieren que les diga, no sé qué altera más la imagen de nuestro país y la prima de riesgo: si la actuación de los Gobiernos o los exabruptos de la oposición. O si las dos cosas.



Y si esos partidos pequeños obtienen representación será en todo caso insuficiente para combatir eso que llaman "el bipartidismo". No creo que estas sean las elecciones precisamente en las que dedicarse a experimentar con el voto. Apenas nada van a poder hacer ante una previsible mayoría absoluta del PP. Y me espanta la sola idea de que el PP acumule el poder del Estado, el de las Comunidades Autónomas y el de muchos Ayuntamientos de forma absoluta, sin que haya una oposición que puede contestarles. Eso no hay cuerpo que lo resista.



Por tanto, mi voto lo tengo más que claro.


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Tan pronto el calor de nuestras pieles me quema como el frío, la distancia y la indiferencia me hielan el alma. Tan pronto te me acercas y me atrapas con tus días cariñosos, abrazos, palabras susurradas al oído y paseos por mi cuello, como te vas y me desconciertas. Sin explicaciones. No hay que darlas. Y me siento solo, vacío, usado pero, al mismo tiempo, consciente de que el juego me gusta, de que no quiero renunciar a seguir jugando y de que los dos enseñamos nuestras cartas al empezar. De que yo también te uso, de que nos usamos y, quizá, nos vamos haciendo daño. Y aceptamos las reglas y las condiciones. No somos nada, me repito, pero hay veces que la mente parece no aceptarlo y se empeña en que tenemos que ser algo, en que nos debemos el uno al otro.



Es una espiral que no quiero parar, mentiría si dijese lo contrario. Me pierdes y me gustaría hacértelo todos los días, así, apenas sin luz, como de costumbre, solo escuchando, tocando y saboreando. Pero espiral peligrosa a fin de cuentas porque nos exponemos a acabar con nosotros mismos de tanta tensión como se acumula. Y entonces se suceden las discusiones pasajeras sobre qué coño somos, qué sentimos y por qué seguimos así. Nos mina poco a poco. Porque aunque sea entre nosotros, la espiral no nos tiene en cuenta. Así ocurre con las pasiones. Pasan por encima de nosotros. Nos pisotean. Nos dañan y, al tiempo, nos dan placer y crean adicción. Y no se puede parar, ni salir. Siempre dispuesto para ti, como si fueras mía, incluso cuando decides irte a probar suerte con otro. Soledad. Y cuando vuelves; igual, todo tuyo. Como antes. Con el mismo voltaje. Con el mismo deseo. Y yo pensando que te sentirás una privilegiada cuando, quizá, lo único que sientas sea puro interés. Parece un ritual.



Que si no conoces otro chico que sea más comprensivo y que sepa escucharte tanto como yo, que si soy el único que te comprende en esta o aquella racha por la que de vez en cuando pasas, que si siempre estoy ahí, que si el cariño lleva al roce, que si es tu forma de agradecerme mis desvelos por ti, que si los amigos están para disfrutar y que si ninguno te lo come como yo. Y yo, entre tanto, tan feliz y tan infeliz. Al mismo tiempo.



No es menester que me digas lo mucho que valgo y lo bien que te lo hago. Ya sé a lo que estamos y si no me vas a querer, no hace falta que me regales flores.


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No piensen que les tengo abandonados, es que el sábado que viene es el día O, de hecho a estas horas andaré en el ecuador del examen y, aunque no tengo muchas posibilidades ni esperanzas dado que empecé a prepararme esto antes de ayer como quien dice, sí que me gustaría no ir a hacer el ridículo o perder el tiempo. Me gustaría tomármelo como un ensayo para la convocatoria siguiente, donde sí que tendré plenas posibilidades de conseguir algo. Además, aprobar este primer examen sería, si se diera el caso, toda una explosión de alegría, un espaldarazo, un sigue adelante que tú puedes. Ojalá.

Por el momento, les contaré mi anécdota de ayer. Me pasé todo el día en la academia y, como forma de descansar, me fui a comer al parque de El Retiro y, entre tanto, a leer el periódico. Cosa que no había hecho nunca antes. Leer el periódico o un libro en la calle, aunque siempre he querido hacerlo. Y especialmente en un parque como El Retiro. Me busqué un sitio cerca de la zona del estanque grande, entre árboles que daban mucha sombra y fui a parar a una especie de plaza de arena y cuatro bancos, en uno de los cuales tuve a bien situar mis posaderas y disponerme a leer y comer mi bocadillo, en compañía de otros hombres y mujeres que también leían sus revistas y periódicos. Se estaba realmente bien a pesar del calor que hacía al sol ayer en la capital.

Cuando terminé de leer y de comer, levanté mi mirada y me fijé más en el sitio donde me encontraba. Esa zona de El Retiro era la que menos había frecuentado, yo creo que nunca he paseado por ahí. Pero es, si cabe, la más bonita. Paseos muy estrechos, recoletos, llenos de verde, una curva tras otra, no sabes dónde vas a dar, una sombra continua y oyendo los pajaros esos blancos y negros que por allí abundan. Además, el efecto de los aspersores funcionando incrementaba el frescor. Y decidí adentrarme por esos senderos de tierra, sin rumbo fijo, pues tenía tiempo de sobra para volver a la academia.

De repente, saliendo de otra de esas placitas de arena y bancos (en este caso, de piedra y sin respaldo), me encuentro con un chico joven sentado en un banco, con un libro entre sus piernas abiertas y apoyado en el banco. Parece que leía. Pero nada más lejos de la realidad. En ese justo instante, se le acerca un chico, también joven, que empieza a tocarse el paquete de buenas a primeras y que se echa encima del chico sentado en el banco y comienza a hacerle una felación como si no hubiese un mañana. Yo no daba crédito. Yo no hacía más que mirar a mi alrededor no sé muy bien por qué, más inquieto que Don Quijote en un parque eólico, supongo que confirmando que no solo yo estaba presenciando aquello. Detrás de mi, vino un viejillo de esos que salen a andar por el Retiro haciéndose cruces y, también, madres con niños pequeños, algunas con carritos, que tenían que variar su recorrido para que éstos no presenciasen la película pornográfica que nos estaban echando sin haber pagado entrada, ni repartido palomitas.

Yo seguí mi rumbo hacia no sabía muy bien donde, un poco desconcertado. Vi que en la placita que dejaba atrás, muy cerca del felante y del felado, había otros dos chicos mirándoles, uno en bicicleta y otro sentado en el banco, que pensé se irían a poner a hacer lo mismo. Pero no. No hicieron nada. Al contrario. Iban y venían. Una cosa muy rara y realmente confusa. Siempre los mismos movimientos. En el tiempo que estuve por esa zona del Retiro me crucé con el de la bicicleta cinco o seis veces, siempre yendo en dirección hacia el mismo sitio (en dirección contraria al estanque). Y el otro, armado de una botellita de agua y de un móvil, también iba y venía, dando vueltas en torno a esos dos chicos que se estaban dando el banquete.

Cuando ya estaba de vuelta y me disponía a ir hacia el estanque grande para volver a la academia, ví un poco de revuelo. El de la bicicleta, el de la botellita y, ahora, otro armado con un móvil que apareció de vaya usted a saber dónde, me pareció que hacían movimientos un tanto nerviosos. Igual que el que estaba felando al del banco, que pegó un bote que por poco no le arranca el miembro al felado para posteriormente desaparecer y dejar al otro con la tarea a medio hacer -supuse-. Perra vida.

Volviendo sobre mis pasos estaba, por un camino diferente, más amplio y con más gente, para no encontrarme con más sorpresas, cuando de repente veo que por mi izquierda me adelanta un tipejo calvo, de cara huraña, feo como el demonio, vestido con un polo anarajandado y unos pantalones cortos. Y calcetines blancos. Muy guiri. Me miraba fijamente de forma continua hasta que consiguió llamarme la atención y que yo le mirara a él. Además, si yo iba a la izquierda, él iba a la izquierda. Si yo iba a la derecha, él iba a la derecha. Y si yo me hubiese puesto a hacer palmas con las orejas, él hubiese hecho lo propio. Imposible fijarse en él, aunque solo fuera por lo incómodo que resulta que alguien te persiga.
Se tiró en ese plan un cuarto de hora-veinte minutos, no solo mirándome con su mirada inquisitiva. Sino que se tocaba el paquete continuamente y, con las manos en los bolsillos, se ajustaba la parte delantera del pantalón de forma que se evidenciara el bulto que escondía en su entrepierna. Me saqué una manzana de la mochila, para comérmela y para disuadirle, pues pensé que caería en la cuenta de que yo prefería comerme una manzana a una polla viejuna. Pero no. No funcionó. Debió pensar que le estaba incitando al pecado, como la serpiente de la Biblia con la dichosa manzanita, y el muchacho se animaba más.

Comerse una manzana en esas condiciones es como para echar hasta la primera papilla. No lo recomiendo. Y confieso que después de los diez primeros minutos, la cosa empezó a parecerme poco graciosa y, quizá por mis miradas en plan voy a llamar a la Policía como no me dejes de dar por culo (en sentido metafórico, claro, porque para el sentido literal me faltó el canto de un euro), el hombrecillo aquel desapareció de mi vista aunque se quedó merodeando por aquellos estrechos caminitos, siempre haciendo los mismos recorridos, so pena de que se mareara, pensé. Esperando a que pasara por allí otro incauto como servidor o alguien que fuera allí sabiendo lo que allí se cuece, o sea, que fuera buscando tema y le gustara lo viejuno y rústico.

A todo esto, aquel que estaba en el banco con el libro haciendo que leía -en efecto, el felado a medias-, pude observar que cada vez que pasaba un chico por su lado se tocaba el paquete, se abría la bragueta y le chistaba para que se fijaran en él, incitando lógicamente a que se la chuparan. Y la cosa era realmente desconcertante. Porque pasaban por allí jóvenes, maduros y viejos, algunos de los cuales pasaban de largo pero otros se añadían a dar vueltas en plan tiovivo por los caminitos o bien se sentaban en uno de los bancos de mármol a esperar el Santo Advenimiento. Y el del banco, el medio felado, les miraba y les miraba, les hacía señas pero no le hacían ni puto caso. Estarían esperando, supongo, a que llegase su cita, pensé. Porque no sé muy bien qué otra cosa podrían hacer en esa zona tan caliente, nunca mejor dicho, del parque.

Lo que más me sorprendió de aquello es que eran las 15:00 horas de la tarde y que no se esconden, pues todo ello lo pude ver a lo largo de toda la extensión de uno de los caminos que van a dar a la glorieta que está a la derecha del estanque grande si lo miramos dando la cara al monumento a Alfonso XII (no recuerdo el nombre de esa glorieta, la contraria a la de la fuente de los galápagos), camino por el cual transita todo el mundo y que está sobreelevado respecto al de los caminitos de los que yo salí y donde se encontraban los feladores y felados. Y glorieta, por cierto, en la que casi siempre está apostada alguna patrulla de la Policía Nacional, al menos en días de diario, como ayer mismo sin ir más lejos.

Al parecer esa zona de El Retiro, como otras tantas de Madrid, es un punto de encuentros sexuales, en este caso concreto, de homosexuales. Yo no lo sabía. Si hubiese sido de noche, tampoco me habría resultado impactante porque apenas se habría visto. Y esa zona tan densa de vegetación, estará muy oscura de noche y no será muy frecuentada por la gente. Solo por feladores y felados, seguro. Pero a plena luz del día y con el parque lleno de gente, no sé por qué esos señores no se van a su puta casa a comerse la polla o a acosar a su puta madre y nos dejan el parque para quienes lo queremos para pasear por él. Que ni salir a la calle se va a poder.


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Yo no sé si seré yo que, aunque católico, tengo cierta gusto por criticar constructivamente todo lo criticable o si es que ahora la Iglesia se rige por nuevos usos que desconozco y que se apartan de lo que las mil veces cacareadas Sagradas Escrituras dicen.

Bueno, bien pensado, debemos decir que el comportamiento de la Iglesia y su jerarquía y el de las empresas patrocinadoras del evento que esta semana se está celebrando en Madrid no se atiene mucho al mensaje evangélico, ni a la moralidad. Y esa es una de las cosas que más chirrían. Que unos inmorales, véase el caso de los bancos y cajas de ahorros, paguen un acto religioso donde se proclama todo lo contrario.

Pero hay otra. Si nos fijamos, el Papa siempre está rodeado de jóvenes. Jóvenes que parece que están más bien ante el escenario de un concierto de Justin Bieber, ese niño que canta con voz de gato afónico. No hay más que verlos. Baja el Papa del avión, se pasea en su Papamóvil, se pasea por la calle Alcalá o llega al Vía Crucis y la gente se pone como loca. Ayer en el telediario pudimos observar a varias jóvenes sollozando, temblando o sin poder articular palabra después de que el Papamóvil pasara por delante durante medio segundo. Hoy, lo mismo. Y, además, monjas haciendo la ola. Que queda de lo más chic. Para que luego digan que la Iglesia no sabe adaptarse a los tiempos modernos y resulta que tenemos a las monjas más cachondas y divertidas del globo. Y algunas que no habían salido del convento desde que entraron en él, oiga, que ya tiene mérito ser tan dicharacheras.

O sea, se comportan como si en lugar de ser el Papa el que está pasando por delante de sus narices fuera Michael Jackson, Justin Bieber o cualquier otro. Es decir, podríamos decir que igual que los admiradores de éstos padecen de idolatría porque los convierten en su objeto de culto cuando en verdad se trata de personas tan limitadas, tan imperfectas, tan pecadoras, tan erráticas, tan desastrosas, etc., como cualquiera; los fans del Papa padecen de papolatría, pues les ocurre lo mismo, hacen con el Papa lo mismo que con Justin Bieber.

Lo estamos viendo en Madrid. Aparece y las masas se exaltan, se desmayan, se emocionan, lloran y hasta infartan. Luego, pasados los minutos, se tranquilizan y hasta, diría, importa poco todo lo que haga o venga después. El caso es desgañitarse, hacer la foto, que me mire el Papa. Y poco más. Lo de sacarle provecho espiritual al evento..., eso se queda en segundo plano o para Rita la cantaora. Se grita, de hecho, "esta es la juventud del Papa", no la de Jesucristo, que sería lo suyo, como si el Papa fuera una estrella de rock y tuviera sus fans.

Ello me hace recordar un artículo que leí hace un par de días, firmado por Juan José Tamayo, teólogo. En él refiere el siguiente pasaje del I libro de los Reyes sobre el profeta Elías:

"Tras 40 días y 40 noches vagando sin rumbo, el profeta llega al monte Horeb y entra en una gruta donde pasa la noche. Dios le pide que salga de la cueva y permanezca de pie en la montaña porque va a pasar Él. Primero, vino un viento fuerte e impetuoso, pero Dios no estaba en el viento. Luego pasó un terremoto, pero Dios tampoco estaba en el terremoto. A continuación, apareció un fuego, pero Dios no se encontraba en el fuego. Por fin llegó el susurro de una brisa suave y ahí sí se encontraba Dios" (1 Re 19, 9-14).

Y nos pregunta:

¿Se encontrará Dios en los actos de papolatría de la JMJ?


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He sido víctima de una injusticia. No vengo a hacerme el mártir ni a reclamar mi parcela celestial, pero hoy me ha dado por decirlo y, como no me puedo quejar a la causante de la misma, se lo diré a todo el mundo con el único objeto de quedarme más ancho que largo. Como hacen los demás.

Resulta que ayer, de repente, sin venir a cuento, me acordé de una chica. ¡Qué habrá sido de..., llamémosla X! Una muy buena chica. No tuve mucho contacto con ella, apenas dos o tres días sueltos de hace tiempo pero supe distinguir que era muy buena, muy sensata, buena conversadora, sencilla, muy inteligente. Me dio buena onda y, desde entonces, intercambiamos muchos o algunos mensajes, nos escribíamos a menudo e hicimos alguna que otra intentona para quedar.

Pues bien, decido escribirle. La última vez me dijo que se quería desconectar, dar un tiempo, desaparecer. Nos despedimos hasta no sabíamos cuando. Las cosas de la psique van despacio. Y yo, confiado en que ya estaría perfectamente, con su vida rehecha y feliz, me animé a mandarle unas letras a modo de saludo, para retomar el contacto, por gusto de saber de ella.

Me responde al poco rato, muy educada, agradeciéndome el interés, contándole que le va realmente bien y pidiéndome que no la escriba más. Que sabe que no es justa conmigo pero que es lo que hay, que no quiere tener contacto con nadie que le recuerde a cierta persona.
Un cerdo disfrazado de galán, palabrería barata pero adaptada a lo que se quiere oír, polla poderosa no por lo que ésta vale, que no vale nada, sino porque no piensa con otra cosa, creyendo que es viril y no siendo más que mero aparato expulsor de esperma.

Me quedé a cuadros. No tengo nada que ver con dicho personaje, Dios me libre. Yo soy de marca mayor. Y ella lo sabe. Solo pretendía retomar el contacto y la amistad en el punto en que se quedó porque sinceramente era una persona que me merecía la pena reencontrar. Bien sabe ella que no pretendía, ni pretendo, hurgar en herida alguna. No me esperaba esa respuesta. Desde luego, no es justa. No la merezco. Ni es justo tomarse la molestia en escribir a alguien y que la respuesta sea, por favor, no me escribas más en tu vida. Pues vaya agradecimiento. Por otro lado, si cada vez que me han hecho daño, me enfadase no solo con la persona causante del mismo sino con quien me la/o recuerda..., pues apaga y vámonos. Estaría solo en el mundo. Y no. Me enfado con una persona y conservo a quien me merece la pena, sea amigo de quien sea. De hecho, siempre digo que estaré eternamente agradecido a todos "mis enemigos" que me presentaron gente que, hoy por hoy, son grandes amigos míos. Hay que saber distinguir. Comprendo que haya tenido que sufrir mucho pero estoy harto de que los no responsables de nada paguemos por los responsables, máxime cuando se trata de gente despreciable, que piensa con la polla, va como el culo y arrastran a quien se ponga por delante. Terroristas emocionales. Bufones de los sentimientos.

Aun así, no le voy a guardar rencor. Respeto su decisión aunque me parece un lujo que una persona te escriba, tenga contigo un detalle bonito y no haya piedad con él/ella. Cosas así no pasan todos los días, ni muchas veces en la vida. En fin. No la escribí, ni lo pienso hacer. Lo siento porque no me da la oportunidad de conocerla mejor, de seguir tratándola. Ni, por supuesto, de que ella me conozca. No se iba a arrepentir, que ya va siendo hora de creérmelo un poquito. Como hacen los demás.



Le deseo lo mejor. Y que viva a su modo, como quiera y con quien le plazca, sin darle importancia a quien no la merece y ponderando mejor aquellas situaciones que quizá habrían valido la pena. Un consejo para la próxima vez.

Les voy a contar otra historia. Sí, de esas que solo me pasan a mi como el terrible y sin par hecho de que, como ya leyeron, un servidor se tuvo que ir a topar con el a buen seguro único bajo hombro con mostacho de toda la calle Preciados hace hoy, justamente, una semana. Hecho de infausto recuerdo.

Me encontraba yo esta tarde estudiando como de costumbre cuando, de repente, como suele pasar con estas cosas, suena el teléfono. Nadie te avisa de que va a sonar porque si no perdería su aquel. Y sonaba sin parar. Yo, como digo, estaba centrado en un asunto muy importante y no me gusta que la gente me interrumpa porque luego me cuesta retomar el hilo en el punto donde se quedó, no recuerdo las ideas que tenía en la cabeza antes de que sonara el teléfono y me trastorna cantidubi. Pero, como el gracioso/a que llamaba no dejaba de dar por culo, decidí cogerlo. Y resulta que era mi amigo..., llamémosle X. Más que amigo, conocido de los tiempos de la facultad con el que hablo de higos a peras exclusivamente por teléfono pues evito quedar con él por la razón que ustedes alcanzarán a entender rápidamente.

Comenzamos a hablar, me pregunta qué tal estoy, si estoy aquí o en Cartagena y, sin más preámbulos, me suelta que si sé lo que es la JMJ. Sí, señores, en efecto, es del Opus Dei. Por eso guardo con él todas las distancias posibles y con escucharle por teléfono me sobro y me basto. Pero a él no le bastan pocas palabras, ni los hechos contundentes, no es buen entendedor, cree que el que la sigue la consigue y lo cree a pie juntillas porque, de otro modo, habría desistido hace tiempo de reclutarme para el Opus o, al menos, de usarme para conseguir puntos en esa escala de puntos para entrar en el Cielo por la puerta grande que ellos tienen según capten gente para la Obra o atraigan incautos a actos religiosos o espirituales promovidos o participados por ellos. Es un pelma. Y a él tres cojones que le importa. El caso es salvar al personal.

Pues bien, con eso de la JMJ, un nombre muy discotequero por cierto, se refería a las Jornadas Mundiales de la Juventud que por suerte o por desgracia se celebrarán la semana que viene en Madrid, visita del Papa de rigor y puesta de una ciudad patas arriba en nombre del Altísimo. Por si nos faltaba algo en Madrid, viene el Papa. No hace falta ya que para la abuela. Madrid y los españoles necesitamos a gritos que venga a pontificarnos sobre esto y aquello por si estuviésemos poco pasados de rosca ya, poco jodidos, poco hartos de cuentos y moralinas, de vuelta de todo.

Claro, imagínense. Los del Opus están que se les hace el culo Pepsi-Cola con la visita. Y este me llamaba para tantearme, para ver dónde iba a estar yo y si me podía captar como participante en algún evento o, mucho mejor, como voluntario o palmero del Papa.

Yo le he dicho que sí sabía lo que era la JMJ. Si le hubiese dicho que no, me habría dado lo mismo porque se habría puesto a explicármelo, sorprendido aun por el hecho de que no se lo que es un evento de esas características. Él, a su vez, me ha preguntado si tenía pensado ir y yo le respondí con un no rotundo. Tan rotundo que ya habré sido obsequiado con una parcelita en el infierno. Y, entonces, empezó el raca, raca, a dar la matraca.

-Te invito a una Misa con el Papa, ya verás cómo lo vamos a pasar bien, vamos a darlo todo, a vivirlo, será inolvidable, me dice.

Yo no daba crédito. ¿Me estaban invitando a una Misa?, ¿Pero qué mal he hecho yo en alguna de mis vidas pasadas para que me llame un tío para llevarme a Misa y no una tía para llevarme al huerto? Si yo estoy más que salvado aunque no quiera estarlo pues por no meter, no meto ni miedo. ¿De qué cojones va la vida?, ¿Ir a Misa a pasarlo a bien, a darlo todo, a vivirlo?, ¿Pero dónde es la Misa, en la Cibeles a pleno sol de agosto o en Pachá Ibiza? Todas esas preguntas se agolpaban en mi cabeza al tiempo que el estupor subía tanto como la prima de riesgo española. Y, entonces, contesté:

-No, no puedo, no sabes cuánto lo siento. Tengo el examen en septiembre y no puedo hacer salidas de ese tipo.

-Rezaré por tu examen, me dice, solidario.

Reza por lo que te de la gana, pienso.

-Por mucho que reces, me temo que el Santo Advenimiento no va a venir a escribirme el examen que, por cierto, llevo preparando desde hace tres meses y que no voy a aprobar ni por las reliquias de Santiago Apóstol. Antes aparecerá el Códice Calixtino, ya lo verás.

-Joder tío, me espeta. Seguro que puedes sacar un rato, que viene el Santo Padre casi a la puerta de tu casa. Mira, eres un soso.

Yo ahí ya sí que perdí la noción de todo. ¿Me estaba llamando soso un tío que me llamaba para invitarme a una Misa que, como todos sabemos, es un planazo que te mondas de la risa, te partes el culo, te lo pasas bomba, una risa continua? Si consistiera, digo yo, en jugar al juego de la silla, en este caso del banco, al ritmo del Padrenuestro cantado o del Hosanna, Hosanna al Señor y el que se quedara sin sitio cuando se apagara la música se quedara sin comulgar o sin la bendición urbi et orbe, pues quizá lo vería divertido. Pero en el formato actual, las Misas son de todo menos divertidas, joder, no me vayan ustedes a defender lo indefendible. Así que, respondí:

-Soso tú, coño, que parece que me estás diciendo de ir a un concierto de rock o a una bacanal ibicenca, lo que es peor.

En ese momento, lógico, X montó en cólera. Eso de comparar al Papa con una estrella de rock debe ser pecado mortal y, muy ufano, va y me larga que me tenía por católico, que pensaba que yo era creyente y que -atención- he debido tener una infancia muy trsite como para no querer ir a ver al Papa. Y aquí ya me quedé gili total. No sé qué tienen que ver los cojones para comer trigo pero, a Dios gracias, mis padres no son los típicos "capillitas" místicos y santurrones, ni en mi niñez me llevaban a Iglesias o me comían el tarro con aquello de no poder juntarme con chicas porque son el pecado personificado para los hombres, como le pasaba a él en la facultad. Eso sí es estar enfermo. Y muy enfermo, además. Y, entonces, me pregunta:

-¿Es que no sabes lo que es una vigilia?

Y yo:

-Claro que lo sé. Yo las hago dos o tres veces por semana, velando los apuntes y los libros de la oposición hasta las 3 ó 4 de la madrugada y muy reconfortantes no es que sean.

-No, no, pero yo digo vigilias con el Papa.

-Pues aun más aburridas, afirmé categóricamente.

El pobre estaba escandalizado, escuchando a quien le habrá parecido un ateo redomado. Me dijo que necesitaba de alguien que rezara por mi porque me notaba "de vuelta de todo" -lo que no sabe él es cuánto estoy de vuelta de todo- pero que aquí estaba él para rezar e interceder por mi ante Dios. Y para que se quedara tranquilo le dije que, por las mañanas, tengo por costumbre recitar alguna jaculatoria. Él se quedó asombrado, me dijo que eso estaba muy bien para empezar el día con ánimo y obtener la fuerza del Padre para empezar con ánimo y energía el día y que cuáles me sabía, a lo cual yo respondí que mis favoritas son aquellas que dicen "ande yo caliente y ríase la gente" o "a mi prójimo quiero pero a mi el primero".

Y aquí terminó la conversación. Bueno, quedó en mandarme un mail con el planning de Misas de la JMJ para que, de acuerdo con mi horario cuartelero opositoril, me apuntara a la que pudiera. Que no tenía inconveniente en acercarse a mi casa y recogerme con su coche. Incombustible, el muchacho. Aunque solo sea por insistencia, este se tiene ganado el Cielo. A mi me daría cosa insistir tanto pero hay que reconocer que la salvación de la Humanidad no puede ser tarea fácil y máxime cuando, como en mi caso, la persona tiene la salvación al alcance de su mano y la desprecia.

Hoy he quedado tan impactado por una visión que ha ocurrido delante de mis narices por vez primera en mi vida, que ello ha motivado el cambio de temática de esta entrada. Yo les iba a hablar de otra cosa que ha sucedido cuando he cogido el Metro esta tarde: una señora se coló, los "agentes del Metro" la pillaron en el andén y no había forma de que diera sus datos o soltara la guita de la multa -20 euros-. Menudo espectáculo, hasta la Policía Nacional ha tenido que personarse allí. Les iba a hablar de lo que me jode que esta especie de listos, mangantes y rufianes, se crean que pueden usar los servicios gratuitamente y aun te miren con cara de pena como si diciendo "pobre gilipollas que pagas el viaje. Yo y mi polla sin embargo nos paseamos gratis en Metro y tan divinos de la muerte".

Pero no, no les voy a dar la tabarra con eso. Resulta que, después de hacer lo que tenía que hacer esta tarde, he dirigido mis pasos hacia El Corte Inglés de la calle Preciados sin recordar que la Puerta del Sol había sido desalojada y sin saber que para esta misma tarde se había convocado una manifestación para volver a tomar la susodicha plaza por parte de los indignados. Yo he llegado muy temprano, antes de que se liaran los altercados que he visto en Internet entre los manifestantes y la Policía en la calle Preciados a eso de las 22.00 horas de la noche. Yo estaba allí sobre una hora antes más o menos y ya había mucha gente, haciendo una sentada, mirones que iban y venían -entre ellos, yo- y la Policía detrás de unas vallas azules, unos al lado de otros y flanqueados por dos furgonetas con las luces azules y naranjas de emergencia encendidas.

La verdad es que aquello me ha impactado. Parecía como si hubiese ocurrido un golpe de Estado o la declaración del estado de guerra. La primera vez que veo algo parecido. No había un alma por la populosa puerta del Sol, la primera vez que lo veo también. Cientos de Policías y furgonetas con las luces encendidas en cada una de las calles que desembocaban al kilómetro cero, mucha tensión en el ambiente y helicópteros controlando, supongo, desde el aire.

El caso es que llego a las inmediaciones de la valla. Podría haber allí un centenar o dos de personas, me asomo a ver la fila de serios Policías que miraban fijamente al frente y que escuchaban las cosas que imprecaban los delante de ellos sentados. De puntillas, veo la puerta del Sol vacía. Todos guardan las formas, nada de tumultos. Por eso me acerqué. Si veo jaleo, me digo, saldré haciendo fú como el gato. A todo esto, me doy cuenta de que a mi lado hay tres personas. Una joven y dos mayores que ella hablando. Pongo atención a la conversación -debo recordar que yo no sabía muy bien qué estaba pasando- y escucho que la joven estaba dando clases sobre el origen de la Policía, que según ella era para defender los intereses de los ricos -yo discrepo- y llamaba la atención de sus escuchantes sobre el hecho descubierto por ella misma de que los Policías no hablan, les preguntas y no contestan, solo obedecen. Por supuesto, solo obedecen las órdenes del estado policial. Cosa en la que también discrepo, esto no es un estado policial, ni la Policía está únicamente para mirar, poner vallas y pegar mamporros desgraciadamente para ella.

El caso es que la conversación se iba encendiendo y uno de los escuchantes añadió que no sabía tantas cosas como la joven a lo cual ésta espetó con un simple:

-"Es que hay que leer e informarse".

Tócate el fandango, me digo. La conversación sigue, yo mirando a aquella docta e informada joven a la que solo le faltaba subirse a un taburete y dar el mitin y, de repente, cuando se dispone a señalar a los hieráticos policías que teníamos enfrente..., levanta el alerón -el bajo hombro, el sobaco o como ustedes quieran nombrarlo- y deja al descubierto un bosque tan antifemenino, tan horrible y tan antitodo que por poco no me ha convertido en la primera víctima mortal por esparabás del 15-M. Después de reaccionar al impacto, me tuve que dar la vuelta. Yo no podía. Qué bajón, señores. Y lo peor, no me puedo quitar esa imagen de la cabeza.

Yo puedo entender que todo lo referente a la depilación, especialmente la femenina -aunque ahora empieza la masculina- obedece a modas culturales adoptadas desde hace más o menos tiempo pero que, por lo extendidas que están, nos da la impresión de que no son modas, sino que esas cosas son por naturaleza o han sido siempre así. Y no lo son. Yo todo eso lo entiendo y lo admito como crítica "al sistema cultural actual", comprendo que las mujeres no se depilaran hace pocas décadas y que no hubiese mayor problema al respecto. Pero ahora eso no se estila. La belleza está en todo lo contrario y uno se acostumbra a ello, aparte de que me guste, que es cosa distinta.

Es más, soy de la opinión de que las cosas deben hacerse bien siempre. O, en su lugar, como se hacen siempre. No variarlas por estar ante una situación novedosa. O sea, que no por estar haciendo una revolución hay que descuidar el cuidado corporal. Al contrario. Hay que aumentarlo o no descuidarlo.
Porque la revolución también tiene que entrar por los ojos de la gente y no provocar estas malas pasadas. Y, por supuesto, por lo que pueda pasar. Siempre hay que llevar arreglados los altos y los bajos, se sea hombre o mujer, por, como digo, lo que pueda ocurrir. Que uno nunca sabe lo que le va a ocurrir desde que sale por la puerta de su casa. Da lo mismo, al menos para mí, la altura, si las piernas son más o menos carnosas, si se tienen caderas más o menos anchas, si hay un michelín por aquí, si se es de espalda ancha..., me importa un comino. Séanme revolucionarios, reivindicativos, peleones, etc., pero no se me descuiden por lo que más quieran. Y dejemos lo salvaje para Tarzán y la mona Chita.

PD: Y, por cierto, la Policía Nacional sí habla, no es la organización nacional de mudos. Habla y, muy respetuosamente, me ha indicado cómo saltar al otro lado de la Puerta del Sol sin atravesarla. Ahí queda eso.

200 entradas. Ya lo ven. Casi dos años -el próximo primero de octubre se cumplirán, D. m.- para escribir 200 entradas. No sé si serán muchas o pocas aunque sospecho que serán una cosa insignificante al lado de todos esos blogs que tienen un actividad frenética, que se actualizan diariamente y que reciben miles de comentarios. Independientemente de comparaciones numéricas, han sido 200 entradas mejores o peores que me han hecho pasar muchas horas en forma de ratos sueltos que tenía por aquí y por allá escribiendo entradas, respondiendo comentarios, plasmando sentimientos y pareceres, dando rienda suelta a la lujuria u opinando sobre cualquier aspecto del momento o, hace algunos meses, cambiando el diseño del blog gracias ¿al desaparecido? Fete.

Y llevo varios días entrando en el blog para publicar los comentarios que generosamente me dejan ustedes y viendo eso de "199 entradas publicadas por última vez el 25-julio-2011" en la cabecera del blog y dándole vueltas a cómo podría yo "celebrar" tal plusmarca. Decliné, en un primer momento, hablar de cosas de actualidad porque aunque tengo que estar puesto en ellas por obligación, la verdad es que no me apetece pensar en ellas en los ratos de asueto. Ni venían a cuento. Las monsergas y los mitines para los políticos, ahora que nos acecha una nueva campaña electoral. Preparen el Almax Forte y la sal de frutas -sabor naranja para mi, por favor-, seguro que nuestros estómagos los van a reclamar más de un día para digerir empachos de patochadas. Por otro lado, no me pareció conveniente darle bombo al luctuoso hecho acaecido entre ayer y hoy por el cual los españoles nos hemos quedado sin abuela. Algunos no la tenían de antes, eso por descontado. Pero me refiero a los españoles como colectividad popular, no como individualidades, al producirse el fallecimiento y posterior entierro o incineración -que no sé- de la abuela de Belén Esteban, a la sazón "abuela del pueblo" y/o de "la princesa del pueblo". Hecho noticioso dado el cargo que ostentaba, aparecido en periódicos, telediarios y que me hace pensar en qué tiene de especial esta abuela como para salir por televisión. ¿Por qué no salió la noticia de la mía?, ¿Por qué no se dedica un programa diario o semanal a abuelas difuntas y nietos dolientes? Está claro que para el afectado de turno como su abuela no hay ninguna pero, joder, no entiendo por qué la verdulera de la nieta de esta señora es más que yo, ni su abuela más que la mía.

¿Ven? Lo que les decía..., tráiganme un vasito de sal de frutas que yo ya lo voy necesitando. Y eso que no he hablado de política.



El caso es que para contrarrestar tan nocivos efectos y pensar en cosas positivas y que me alegran los días, estas 200 entradas las dedico a ustedes y a mis amigas. Curiosamente son amigas. Será que sé dónde elegir y que tengo ojo de galán empedernido, espada desenvainada y ojo avizor. Concretamente a esas que hacen que cada mañana o cada tarde, depende del día, encienda el ordenador para ver si me han escrito algún mensaje, si me han dejado alguna canción en Facebook, si han continuado el cachondeo en alguna conversación tonta en la misma red social o si me proponen quedar o me han respondido a alguna propuesta que yo les haya hecho el día anterior, haciéndome dormir con la gustosa incógnita de si les veré esta semana o la que viene, de si escucharé sus canciones o si nos reiremos de alguna chorrada mañana. Porque consiguen hacer de algo tan incómodo como estar pegado a un ordenador, que ahora con los calores del verano y los que de por sí desprende el trasto, se lleva aun peor, algo fantástico, divertido. Son mis chicas y, aunque muy pocas se dejan caer por estos lares, hoy me di cuenta de que son parte responsable de que todos los días encienda el ordenador y, por tanto, entre otras cosas, me de por escribir aquí de cuando en cuando.

Porque, como dice la canción, "tu calor se me agarra y me llenas el alma de luz y rocío". Justo lo que a mi me pasa.

Si supieras que lo que dices o escribes no es tan cierto como parece... Que aunque haya gente que muchas veces te haya hecho cosas muy feas y aunque haya otros que no se acuerdan de ti porque nunca te reclaman para nada, bien sabes que hay otros que, con nuestras limitaciones (trabajo, oposiciones, academias, etc.), hacemos todo lo posible por verte y por compartir algo de nuestro apretado tiempo contigo. Te juro que yo así lo hago aunque luego, a la hora de la verdad, haya semanas que sea muy difícil o imposible quedar porque los horarios se nos cambian, porque ocurren cosas imprevistas, porque surgen agobios repentinos, cosas que presentar a la semana siguiente y que nos obligan a encerrarnos en casa a cal y canto. No sé. Circunstancias.

Tú eres bella por fuera, desde luego, pero mucho más por dentro. Escuchas, aconsejas, me haces caer en la cuenta de otras formas de pensar o de ver tal o cual cosa. Hasta un currículum vitae parece diferente si tú tienes algo que decir. En fin, muchas cosas. Yo no soy de hacer muchos amigos. De hecho, tengo los mismos que tenía en el colegio, ninguno nuevo. Y no son todos los que parecen, ya lo sabes. El resto, colegas, conocidos... Soy muy tímido, desconfiado, distante. Todo lo que me quieran decir. De hecho, los amigos los cuento con una mano y me sobran dedos, no tengo más de cuatro. Y, aun así, a veces surgen problemas, malos entendidos, discusiones, etc., con ellos. O sea, no son perfectos. Ni yo tampoco seré el amigo perfecto. Pero son los que me mantienen aquí, los que me atan a la vida, los que me alegran los días y alguna que otra noche. Te sugiero que olvides a todos aquellos que no se acuerdan de ti, pues no se merecen otra cosa, y que selecciones a tus tres o cuatro amigos, para qué más, y con ellos trabes (trabemos) una buena amistad, profunda, comprometida, confiada. Eso no quitará de que a veces surjan problemas, descontentos, decepciones. Pero somos humanos, todo ello viene con nosotros de la mano y, es verdad, mucha veces surge sin querer o sin querer queriendo como decía el chavo del 8.

No te quiero molestar, ni que mis llamadas provoquen que tu cabeza vuelva a estallar en un mar de circunstancias horribles y que tus ojos se llenen de lágrimas y tu voz se entrecorte.

No te quiero molestar, ni presionar, ni pedir nada que no quieras hacer. Sé que estas cosas llevan su ritmo, que tienes mucho encima, que todo parece negro, que nadie se acuerda de ti y que no hay por qués para seguir en la brecha.

Me gustaría hacerte ver que sí los hay. Que si ponemos de nuestra parte, si nos serenamos y hacemos limpieza interior, podemos llegar a verlos y, después, luchar por ellos. No te encierres, suelta todo lo tienes dentro, lo que te atormenta, lo que no te deja tranquila. Si crees que necesitas de un especialista, adelante. Para eso está. Lo importante eres tú. Para recuperar la belleza que encierras, para hacer limpieza y borrón y cuenta nueva, en un folio en blanco, limpio y reluciente donde retomar el relato en el preciso punto en que se quedó.

Tienes amigos. Si dices que no los tienes, no estás siendo justa. Aquí tienes uno. Y sé de otra. Los amigos, los buenos amigos, se van haciendo poco a poco, a los muchos años, y este amigo te puede llevar a otro y éste otro a otro y así sucesivamente. De todos modos, conocer a mucha gente -de poca calidad- no sirve de nada, más que para desengaños varios. Haz limpieza, sé radical, despréndete de lo que te hace daño, no tengas compasión, piensa solo en ti, hazte exigente con quien se acerque a ti, hasta que el folio vuelva a ser blanco. Completamente blanco. Sin borrones. Y, entonces, volverás a escribir sobre él la historia, tu historia, desprendiendo tu belleza a borbotones, como tú quieras, como a ti te guste y con quien a ti te guste.

Me temo que todos hemos sido víctimas de un engaño masivo. La Iglesia, entre todas las cosas que nos ha contado desde que es tal, nos ha enseñado que morimos para vivir, para pasar a una vida mejor. Y no lo ha enseñado porque sí, sino porque es lo que dicen las Sagradas Escrituras y a interpretarlas y a darlas a conocer es a lo que se dedica la Iglesia, es su trabajo. Esto de morir para vivir, que en principio resulta un contrasentido que admite poca duda y que podríamos entender como mecanismo para contentar a los que aquí se quedan llorando ausencias, ha sido más o menos aceptado durante siglos, qué digo siglos, milenios.

Pero yo ando preguntándome estos días que si, por ejemplo, mi abuela vive cómo es que no viene a verme. Mejor dicho, cómo es que no se me manifiesta. No pretendo que venga en cuerpo y alma porque en eso no consiste la doctrina de la Iglesia al respecto, pero sí que se me manifieste de alguna forma "evidente". Se me antoja que con lo que ella se preocupaba por mi, porque diera con una buena chica con la que casarme, porque encontrara un buen empleo, porque fuese autosuficiente y no dependiese de nadie, porque llevase una buena vida "de mayor", porque no engordara y porque me cuidara para que no me pasara lo mismo que a Mengano o a Zutano y porque llevara siempre bien cosidos los bajos de los pantalones, es imposible que no haya hecho acto de presencia a mi alrededor, que se haya mantenido en su segundo plano, en el Cielo, sin interferir, sin nada que decir, sin preocuparse por mi en definitiva.

Me dirá la Iglesia que está descansando, que después de toda su vida tiene derecho a hacerlo y a pasar olímpicamente de los que aquí quedan. Que les importamos un pimiento y que ahora ellos son plenamente felices, han alcanzado la plenitud, no están atados a nada. Quizá no ocurra como dice la Iglesia que ocurre. Fíjense ustedes dónde estarán los millones de almas que han vivido ya y que esperamos encontrarnos en la otra vida. Aquello debe ser horrible, peor que el Metro. Y sin duchas para asearse. Aunque solo fuera por huir de aquello, yo me bajaría a la Tierra un ratillo a dar el tostón a los de abajo. ¿Todos esos millones de personas van -vamos- a resucitar en cuerpo y alma?, ¿Dónde vamos a caber?, ¿Cómo nos vamos a organizar? Si el mundo, con los millones de habitantes que actualmente tiene es inhabitable, no quiero yo pensar en la vida del Paraíso. Tumultuoso Paraíso. Supuesto paraíso porque eso no va a ser vida.

Mentiría si dijera que no noto la presencia de mi abuela, pero es una presencia fugaz. Que puede ser ella o no ser, o sea, ser una cosa que no tenga nada que ver. Una ráfaga de aire, un movimiento extraño, un deslumbramiento, una idea que me surge de repente, una voz que surge de lo más profundo de mi ser, una idea, un "no hagas esto" interior, un "lánzate por aquello" igualmente interior. No sé si me explico. Pero me resulta insuficiente. Quizá todo sea muy simple y no se pueda comunicar de otra manera más que enviando ese tipo de señales, poniéndome cosas delante más o menos inesperadas, haciendo que me fije en cosas que pasan en principio de pasada o poniendo atención a que las perneras de los pantalones vayan siempre perfectas y no hagan bolsas.

Creo que eso que nos dice la Iglesia no puede ser tal. Si no, encuentro de género tonto que nuestros difuntos no se pasen a vernos por aquí, no nos hablen, no se comuniquen. ¡Con lo que se preocupaban y discutían con nosotros! Que al morir nos convirtamos en otra cosa, no digo que no. Yo creo que sí pero no sé en qué. Pero algo. Yo lo noto. Pero también noto que es algo diferente a lo que la Iglesia nos ha dicho.

Hoy me despertó el aire. El aire fresco que entraba por mi ventana ya que duermo con las dos hojas completamente abiertas y con la persiana subida, al estilo Torrevieja, ya que tengo en mi ventana uno de los mejores inventos de la historia de la humanidad: una mosquitera que guarda mi habitación de ser colonizada por seres que no tienen título de propiedad sobre la misma. Y eso, el fresquito que me daba tumbado en la cama, me recordó mis despertares en Torrevieja, donde comíamos, cenábamos, cocinábamos y dormíamos viendo y oyendo el mar, al socaire de la brisa marina, sin sudar una gota en toda la temporada.

Allí dábamos buena cuenta del verano, mi abuela y yo nos pegábamos unos veraneos que ni la duquesa de Alba en sus mejores tiempo. Me acordé de que ya es 7 de julio y de que apenas me he dado cuenta de que estamos en verano. Bien es verdad que mis veranos y veraneos eran de lo más raro del mundo, pues empezaban entre los días de San Juan y San Pedro y San Pablo, o sea, entre el 24 y 29 de junio y se extendían hasta que empezaba el curso escolar a mediados de septiembre. Tres meses en la playa. Abríamos y cerrábamos el edificio mi abuela y yo. Ya digo, veraneos de marqueses. Y recordé que, a la misma hora que estoy escribiendo esto, mi abuela y yo ya habíamos subido de darnos un largo baño matinal en el mar, nuestro baño diario, con toda la playa para nosotros y que nos disponíamos a desayunar un plato que rebosaba de tostadas de tomate, aceite y sal.

Así hasta prácticamente 2008. Los dos veranos siguientes fui a Torrevieja pero menos tiempo, la Tesina, los estudios, el estar desubicado allí, etc., me lo impidieron. Este año, con la oposición, me habría ocurrido lo mismo. Habría ido pero poco tiempo. Ahora sí que no voy a ir de ninguna de las maneras pero, como suelo decir, los recuerdos saltan ante la más mínima tontería y nos ponen del revés o, en su caso, se disponen a amargarnos el día. Voy a probar a ver si con una buena ducha se van por el desagüe.

El caso es que no parece que sea verano. Yo sigo aquí, en mi casa de siempre, pasando el verano en un sitio donde no estoy acostumbrado a hacerlo, desubicado, un poco perdido y sin pretensiones de irme a ningún sitio ni de oler el mar en mucho tiempo. Aunque parezca una tontería, esto es nuevo para mí. ¡Un verano entero en Madrid! Ni en mis peores pesadillas me lo podría haber imaginado hasta hace unos meses y no digamos cuando me iba a Torrevieja con mi abuela, que siempre me compadecía del calor que se quedaban los demás pasando aquí. ¡Con lo que yo he presumido de apartamento en la playa! Ahora soy yo el que vive los veranos en Madrid y el que se jode y aguanta porque las cosas tienen que ser así y de poco vale rebelarse contra ellas o enfadarse y no respirar. Y mis vecinos están todos. Los veo por mi ventana abierta de par en par. No se ha ido ni uno. Será la crisis, será que quieren ahorrar, será que están jodidos como yo, será que se van pocos días y no da tiempo a darse cuenta de que no están.

Pero, ya digo, es verano y parece que todo está igual que en invierno.

Recientemente han tenido lugar mi cumpleaños y mi santo. Se llevan ocho días de diferencia. Pocos. Las felicitaciones pasan rápido y después queda prácticamente todo el año para que llegue de nuevo "mi semana". Todo un año por vivir, descubrir, conocer, desentrañar, experimentar, amar, sentir y todas esas cosas que, unos más y otros menos, solemos hacer en nuestro día a día.

De los regalos de este año, destacaré uno que me ha gustado especialmente. Una pluma Parker. Por fuera tiene un lacado negro muy intenso y los adornos cromados, así como el plumín es de acero inoxidable. Muy bonita. Me daba pena ponerle el cartucho de tinta y usarla pero la atracción y las ganas de usarla y escribir mis primeras letras con una pluma pudieron más que el interés por conservarla impoluta. A las plumas, como es sábido, especialmente si no somos usuarios habituales, hay que cogerles el tranquillo. Al principio, no escribes ni jota. Nunca mejor dicho. Pero es cuestión de hacerlo con la inclinación que requiere y, al menos para mí, no resulta nada incómodo. Tampoco hay que apretar sobre el papel. Se desliza sola mientras dibuja trazos finos, delgados y decididos.

Ya tengo dos plumas. La otra es una Sheaffer, de acero por fuera, la parte del plumín lacada en negro y el propio plumín de oro, algo más pequeña que la Parker. Otra preciosidad que tiene unos treinta y cinco años y que, hasta donde yo sé, no ha sido utilizada nunca pues aun conserva las etiquetas y la garantía. No sirve para cartuchos, es de las que chupan la tinta desde un tintero. Era de mi abuelo materno y, quizá por todo ello, ni siquiera se me ha pasado por la cabeza darle uso.

Me gustaría aprender a escribir con pluma aunque, desde luego, no para usarla por sistema. Que para eso ya están los bolis BIC que admiten mordisqueos, caídas al suelo, espachurramientos de la carcasa, pérdidas de capuchones y demás desastres sin cuento.

Hoy me voy tan contento a la cama, no sin antes comentarles que si no escribí antes es porque, como ya saben, ando liado y con pocas ideas. Disculpen que no les visite con tanta asiduidad como antes. Seánme comprensivos que se lo devolveré con creces. Muchas gracias. Saludos para todos.

Ha sido mi día, como cada año. El primer día de la segunda quincena de junio, día normalmente caluroso de más, soleado, perfectamente veraniego. Perfecto para venir al mundo a las 16:00 horas de la tarde, como yo tuve a bien. En los primeros años, lo del colegio, los 16 de junio ya olían a vacaciones de verano, a playa, a que pronto me haría mi madre la maleta para irme a Torrevieja con mi abuela. Luego, en el instituto y en la carrera, aquello no olía más que a exámenes finales, siempre había alguno que caía o el mismo día 16 o un día después. Ahora me pilla opositando, tratando de entender el Sistema Nacional de Salud y la función del directivo público.

Por regla general, no suelo estar especialmente alegre, no celebro el hecho de cumplir años aunque en el fondo no me da igual cumplirlos. No nos engañemos, a nadie le da igual. Parece que la vida se te escapa, la ves pasar, te pierdes en estudios, libros, discusiones a veces, momentos de aburrimiento o tedio, disgustos, etc., y, mientras tanto, este día se va acercando para pillarte de sorpresa cada año y recordarte que la vida pasa y que, mientras buscamos nuestro lugar en el mundo, debemos aprender a vivir la vida, a disfrutarla, a sentirla, a que entre por los poros de la piel, a que te impregne, a que te llene y a que parezca tan bonito un día soleado como otro lluvioso. Porque lo que importa es la actitud y no perderse en las majaderías en que nos solemos envolver. Pero, por otro lado, parece maravilloso haber llegado hasta aquí, haber hecho todo lo poco o mucho que se ha hecho o conseguido y tener planes para el futuro, haber conocido a quienes están o a quienes ya se fueron dejando un poso imborrable. Seguramente, eso ya es motivo suficiente para celebrar el día, para hacer una fiesta, para engalanar la casa y decorar las ventanas porque, en definitiva, sigues vivo. Y eso es milagroso. Así que a partir de ahora entenderé a quienes sí lo celebran. Hay motivos.

Es decir, es un día de sentimientos encontrados. El caso es que, como digo, no tengo esa costumbre de celebrar, nunca la tuve. Y ahora que está a punto de acabar el día, mi día, me pasa lo mismo de siempre. Que no quiero que se acabe.

Y en eso la culpa no la tengo yo, si no quienes me rodean. Que hacen de cada 16 de junio un día especial, el mejor del calendario. Aun sin haberme concedido una tregua en el estudio, no he parado de recibir llamadas, mensajes al móvil y a Facebook desde las mismísimas 00:00 horas de la pasada noche. Hay gente muy detallista, no les da lo mismo esperarse a la mañana o la tarde, no se quieren dormir sin haberme felicitado y me los imagino a todos delante de sus ordenadores y de sus teléfonos esperando a que sean las 00:00 horas para desearme lo mejor. Para ser los primeros. Ha sido un día maravilloso. Ellos y ellas lo han hecho así. Ciudades tan lejanas como Cartagena, Telde, Barcelona, Murcia, Zaragoza, Santander o Las Palmas de Gran Canaria no lo parecían tanto pues hasta aquí me ha llegado su calor en forma de muestras de cariño y las mismas buenas palabras que siempre me dedican.

Un lujo abrir el correo de buena mañana y encontrar la felicitación de Parker, que supongo se habrá acordado de algún día que se lo dije o que lo escribí por aquí. ¡Buena memoria y atento detalle! Poco después, mi amiga Leo me deseaba lo mejor del mundo, me decía que me quería, que no me lo podía decir por ordenador y que se notaba que hoy había nacido yo porque el día en Telde estaba soleado y radiante. Como para no caer rendido a sus pies con tales palabras. Amelia fue de las que me felicitó de noche y, aun así, me ha dejado varios mensajes en Facebook, hasta un poema de su puño y letra que dice así:

"Hace ya algunos años, al Juanito conocí,
me gustaba su estilo al hablar, su humor sin final,
incondicional donde los haya, el Juanito siempre está
y aunque no lo pueda catar de marido, me hace reír.
Y con Avalito, no digamos, el amigo incondicional que vio cómo los guindillas querían darle fin
y por eso y siempre por estas fechas, el Avalito se enrala,
se come unas gafas ahora, luego las zapatillas y por último una gran meada
y es que es su manera de felicitar al Juanito sin rival".

Marta me dedica la canción My inmortal, de Evanescence y me dice que lo hace porque se siente identificada y porque cree que muchas veces yo hago con ellas lo que dice la letra de la canción. Y yo sin darme cuenta, me sale solo. Marisa, Laura, Pepi, Domingo, Norma, Chiqui, Ramón y muchos otros que, aparte de no merecerlo, me han deseado lo mejor y me hicieron sentir especial.

También, desde luego, parece que he pasado el día en casa con mis amigos del barrio o de lugares más cercanos. Mi atareada amiga Inés, del pueblo de al lado, que va para dirfectora de cine y que me tiene en tanta estima y tan agradecida es cuando ambos dos nos usamos como pañuelos de lágrimas para contarnos desdichas laborales, y no digamos a la siempre dispuesta, atenta y dicharachera Bego, de unos cuantos municipios más allá, que lleva felicitándome toda la semana por hoy y por los 364 días de "no cumpleaños". No me digan que no da gusto.

No estoy solo. Me acompaña mucha gente en este tortuoso caminar que es la vida. Y ese sentimiento, esa certeza, no la cambio por nada. Así pues, tengo un año más para reír, llorar, sentir, para correr desesperado, para pararme en seco, para soñar y despertar, para querer huir y querer llegar. Un año más aprendiendo a vivir y haciéndolo de prestado porque, al fin y al cabo, solo estoy de paso.



Muchas gracias por este día. La pena es que no seáis un millón y que tenga que esperar 364 días para que lo volváis a repetir.

Entre que no tengo tiempo de permanecer mucho por aquí, que no se me ocurre nada sobre lo que escribir porque mi cabeza ya no da para más y que la eficacia de los actos administrativos me llama a su presencia, dedicaré esta entrada a la memoria.

A la memoria del hombre que redactó la lista de más de mil judíos que, empleados por el industrial Oskar Schindler, consiguieron escapar de una muerte segura en los campos de concentración nazis. Tanto Mietek Pemper, nuestro homenajeado de hoy, como el empresario para el que trabajaba, Oskar Schindler, han muerto prácticamente en el anonimato. El segundo en 1974 sin que se supiera del hecho, pues nada se reveló hasta que Steven Spielberg no dirigió en 1993 la película de La lista de Schindler. Hace dos días, como quien dice. Y eso es lo que más me emociona de estos casos. Que no tuvieron la necesidad de hacerlo público, de que su mano izquierda se enterara de lo que había hecho la derecha, de conseguir una gloria y fama seguras y miles de homenajes por todo el mundo en recuerdo de su acto humanitario y tan arriesgado en medio de la sinrazón y la barbarie que camparon por Europa no hace ni cien años.



Descanse, pues, en paz Mietek Pemper.

Esto que se ha liado con los pepinos en Europa, que es como para meterle unos cuantos de los mismos por el culo a las autoridades alemanas para que se enterasen de las propiedades de tales vegetales, me viene recordando las risas que me eché en su momento cuando, atónito, asistí a este acontecimiento televisivo.



Vean el vídeo. Se van a reír. O eso espero. Menuda la forma de hilar pepinos con cohetes, esto es tener salidas. Desde entonces, esta mujer, Beatriz Pérez-Aranda, presentadora de los telediarios matutinos del fin de semana del Canal 24 Horas es mi ídola.

Escribo en el preciso instante en que está comenzando a caer una tormenta de esas con aparato eléctrico y mucho ruido, de esas que iluminan la casa entera en medio de la oscuridad, al estilo de las más tenebrosas películas, y de esas en que los truenos parecen venir desde lo más profundo de la Tierra, retumban las paredes y las ventanas se quejan.

Suelo decir, y es verdad, que me gustan las tormentas, sobre todo si éstas son de noche, me relajan y el ruido de la lluvia golpeando los tejadillos de uralita o en las persianas de aluminio me invita a dormir tranquilamente. Si son de día, me gusta ver las gotas chocando contra los cristales de la ventana y cómo resbalan y se llevan por delante a las que tienen debajo. Pero una cosa es eso y otra este no parar de relámpagos -no recuerdo una tormenta donde los haya habido tan seguidos, uno detrás de otro-, unos truenos que parece que el mundo se va a venir abajo y unos goterones -adivino que lo son por el ruido que hacen en los tejadillos de uralita- que parece el fin del mundo. Esto ya me da miedo.

Pero no será más que una tormenta pasajera, una más, gracias a la cual, después de haber cerrado las ventanas para que no entre el agua en nuestras posesiones, me he pasado por aquí, escribo estas líneas porque lo cierto es que no tengo tema que tratar y de paso les deseo una feliz semana.

Verdaderamente, España necesita un cambio pues, visto lo visto, las pasadas elecciones no van a traer más que más de lo mismo.

Un país, digo yo, donde listas con personajes imputados por la justicia por supuesta comisión de ciertos delitos no solo ganan, sino que barren al resto de partidos e, incluso, reciben más votos y apoyo que en la pasada edición de las elecciones, muestra que nuestro concepto de la democracia -como electores y como elegibles- y del respeto a ésta y a las instituciones representativas es escaso, por no decir nulo o subterráneo. Y cuando se tolera o se permite que ocurran este tipo de cosas en democracia, tan graves realmente, puede decirse perfectamente que el sistema está enfermo, que son pocos los que votan con sentido de la responsabilidad, tratando de alejar la corrupción de las instituciones y castigándola, y que se limitan a votar en masa a su partido, haga lo que haga, diga lo que diga, para imponerse a la opción contraria, para aplastarla.

El electorado, tal y como ha quedado demostrado, o al menos cierto electorado, no tiene ninguna pega al respecto, no le importan las imputaciones, ni considera que hay que esperar a que la justicia diga o aclare algo. Esto es inaudito. Que esa es otra. Esperar a que la justicia se acabe pronunciando, se deslíe, decida si procesar antes a los jueces que a los supuestos delincuentes y que se deje a éstos presentarse a alcaldes, concejales y presidentes de Comunidades Autónomas como si tal cosa. Si el propio sistema no se articula de forma que sea creíble y que funcione para salvaguardar siempre la salud democrática, ¿qué demonios se van a exigir a sí mismos los ciudadanos? Pues nada. Éstos se limitan a renegar, a quejarse de los chorizos y de los siete sueldos que cobran algunos pero, después, los respaldan. Y yo me hago cruces. Ya no sabes si es un problema de necedad generalizada, de pasotismo, de revancha al precio que sea, de escasa educación democrática...

Que la debacle del PSOE era esperada e, incluso, explicable, es harina de otro costal. No digo que sea una maravilla de opción, ni que no tenga culpa en la situación actual, por mucho que no creo que, a partir de que los nuevos cargos tomen posesión, especialmente los del PP, nos lloverán los puestos de trabajo. Dirán que hay que esperar a desalojar La Moncloa. Y cuando La Moncloa esté desalojada, ya no sé lo que será. Desalojo que está más que claro, atendiendo a la fuerza urbana del voto que el Partido Popular ha tenido en estas elecciones.

No puedo estar contento después de este proceso electoral, de ver los resultados obtenidos. Creo que es evidente que España necesita un cambio pero no el cambio que pronosticó el PP durante la pasada campaña electoral que aun, por cierto, no sé cuál es porque bien se encargan de no revelar las políticas económicas que quieren desarrollar. Hay sospechas, no obstante. Su admiración reconocida por el inglés Cameron que, como les de por imitarlo a partir del año que viene desde La Moncloa, nos vamos a enterar de lo que vale un peine.

Un cambio en las formas, en los modos de hacer política, en hacer desaparecer la zafiedad, el descaro, la sinvergonzonería, el choriceo y el aprovechamiento lucrativo que, cada vez más, vemos que parecen ser las únicas razones para meterse en política. Un cambio en la educación ciudadana, que sepa lo que es la democracia y lo que eso supone y que trate de ahuyentar a todo aquel que huela a negocio, a chanchullo, a choriceo. Una justicia más rápida, mejor articulada, que no consienta que supuestos mangantes se perpetúen en el poder, se presenten una y otra vez y sigan llevándoselo muerto. Unos políticos conscientes de que lo que hacen es prestar un servicio público y honrado, o que debería serlo. Y muchas más cosas...

Pero me da que aquello que decían los romanos de nada nuevo bajo el sol está en pleno vigor y lo va a seguir estando. Que a nadie le interesa que esto cambie, ni los ciudadanos quieren implicarse más de la cuenta en jaleos que consideran ajenos ni los políticos quieren perder poder, ver reducidos sus sueldos, despegar el culo de la poltrona cuando tengan que hacerlo o ser más respetuosos con las prácticas democráticas.

Que Dios nos de paciencia.

Después de un día entero escuchando gilipolleces e imbecilidades sobre la actualmente tomada Puerta del Sol por el llamado Movimiento 15-M, está claro que el cambio es necesario en este país de mierda. No me hace falta una jornada de reflexión para darme cuenta.


¿Cómo no se va a indignar la gente con listas electorales llenas de presuntos chorizos, con políticos con sueldazos y jubilaciones de por vida, con una ley electoral que no traduce el número de votos recibidos en el de diputados que deberían tenerse, con unos derechos fundamentales que son imposibles de disfrutar (como el de la vivienda digna), con unos bancos usureros, con unos señores que se ríen de los electores, con unos periodistas que vinculan el Movimiento 15-M con ETA, Bildu y una panda de gafapastas parados por culpa de las políticas del "indigente intelectual" de Zapatero -que tampoco es español de verdad o, al menos, de eso se queja el sr. Francisco Camps- que, encima, solo jalean contra la pobre de solemnidad de Esperanza Aguirre y ¿el periodismo? perseguido y represaliado de Intereconomía, pobres, por el socialismo atroz ante el cual España está sucumbiendo.


Yo lo tengo claro. Para las elecciones nacionales queda un año y de ellas me preocuparé entonces, que vaya usted a saber dónde estaré yo dentro de un año. Ahora me preocupan las del lugar donde vivo y las de la Comunidad Autónoma que me afecta y lo que tengo claro es que no voy a dar mi voto a un personaje como Esperanza Aguirre que, además de ser el agente exterminador del Estado del bienestar y del sector público, tampoco veo que haga nada para aplicar esa fórmula secreta que tienen en el PP para disminuir el paro. Éste es culpa de Zapatero, con sus mareados cinco millones, se quejan. Y dice que combatirá el paro en Madrid, que lo reducirá. Y yo me pregunto: ¿por qué no lo ha hecho ya? Quizá sería intelectualmente más creíble. Pero que no me haga creer que, en una España autonómica con tantas transferencias traspasadas, esta señora no tiene nada que hacer, no tiene responsabilidad al respecto en la cifra de paro.


Y en el sitio donde vivo les votaré cuando se aclare si el ahora ex-alcalde se llevó 500.000 euros de dinero público, imputado en el caso Gürtel.


Pero, a la luz de las encuestas de estas dos últimas semanas, me da que la jornada del domingo va a ser profundamente desconcertante y desencantadora. Nada de cambios, ni revoluciones, ni más juego limpio. Más de lo mismo. Si acaso, me temo, reforzará la situación actual y respaldará a algunos sinvergüenzas que conseguirán increíblemente más votos. Pero de eso, de bilis y de potas, ya hablaremos entonces.

Creo que el récord de estar más tiempo sin escribir en este blog ya lo he conseguido. Más de una semana. Y el caso es que estoy derrotado, como si hubiese corrido una carrera. Podría escribir, pienso, sobre las elecciones del domingo que viene, el movimiento de la democracia real, el terremoto que sacudió mi tierra la semana pasada o de lo primero que se me pusiera en las narices. Pero ni encuentro las palabras, ni las musas me bendicen, ni tengo tampoco muchas ganas. En cierto modo, sí que estoy corriendo una maratón o carrera de fondo pero en sentido matefórico. Una oposición es eso.

El ritmo de vida frenético que llevo, corriendo a todas partes para ahorrar minutos, luchando por las mañanas contra la fuerza de la gravedad que insiste en apoderarse de mis párpados; todas las horas de lectura y de estudio, que siempre son pocas y que te dejan el cerebro en suspenso al acabar, como si no conocieras ni a tu padre; los cantes que salen más mal que bien y la tensión semanal que mete el preparador y los compañeros que acaban de empezar como yo y aun andan perdidos o los que ya llevan varios años en el tajo y están hasta las narices, deseosos de aprobar y de saber qué día de qué mes de este año tendrán que enfrentarse al primer ejercicio. Dicen que septiembre. Hay que estar preparado para no dejarse llevar por el pánico y salir corriendo, que esto es duro.

Confieso que aun siento que estoy algo perdido, que no me he ubicado, que aun no estoy estudiando de la mejor manera y que tengo que seguir experimentando hasta encontrar mi modo. Mientras tanto el tiempo pasa, la semana se va volando, yo llego a los cantes con unos cacaos mentales de padre y muy señor mío y septiembre está a la vuelta de la esquina. Dicen que me tengo que presentar. Alego que no va a servir de nada, que me dejen tranquilo, que ya lo haré al año que viene, que me sabré todo el temario, podré escribir ensayos de actualidad y enfrentarme a la prueba de inglés. Pero no. Que me presente. Y yo solo pensando en que en septiembre, pues, tengo una cita con el ridículo supino...

En cualquier caso, de acuerdo con la filosofía del mañana será otro día, permítanme que les deje esta canción que a mi me suena mejor en catalán que en castellano.



Ya saben que el estudio, al igual que me ocurría en la carrera, despierta los instintos pasionales más escondidos. No sé por qué.

Campaña electoral. Suficiente es pensarlo y automáticamente sentirse aquejado por unas ganas inauguantables de echar hasta la primera papilla o por una diarrea de aquellas que no hace mucho tiempo eran causa de muerte.

Pero me temo que esta campaña electoral será aun peor que todas las anteriores. Bueno, ésta y la que viene, la del año que viene, me refiero. Esa también va a ser inolvidable. Por lo pronto, después de aguantar inauguraciones de infraestructuras inacabadas, los españoles de a pie tendremos que soportar a los señores implicados en las tramas Gürtel, Palma Arena y EREs andaluces, entre otros, dando lecciones de democracia y, no solo eso, sino ganando por goleada, consiguiendo más votos que en las elecciones pasadas. Eso, la estupidez que aqueja a media España y a parte de la otra, ya es como para pasarse dos noches sin dormir. Nunca, lo confieso, creo que encontraré la respuesta para explicar ese fenómeno: que un chorizo o presunto chorizo sea aclamado como el político más honrado del mundo, que reciba millones de votos y que todo se atribuya a lo de siempre, boicots y conjuras malévolas del partido contrario.

Pero ya estamos viendo que, además de eso, también tendremos que soportar ataques a los principios más básicos de la democracia como, sin duda, la división de poderes y la independencia del poder judicial en concreto. Ésta, podemos ya afirmar, no existe en España para buena parte del electorado pues, según ellos, estamos gobernados por el mal y el mal paga a los jueces para que se pronuncien a su favor.

Leo algunos titulares de periódicos y escucho a algunos tertulianos que no es que sean de extrema derecha, es que se dedican a hacer periodismo terrorista, sembrar crispación y echar mierda sobre su país con cualquier tema, dan igual los escrúpulos. No sé cómo los altavoces de la televisión no revientan de escuchar tanta imbecilidad junta en tan poco tiempo. Y no salgo de mi asombro. Esto es muy grave y nadie lo va a parar. Les veo tan mayores, algunos con carrera. Menos mal que la gran mayoría estudiaron derecho y que de ordenamiento político democrático saben o deberían saber algo. Que si no ya no sé lo que sería esto.

En fin, me parece que la campaña electoral que ayer comenzó y toda esa gentuza, son fiel reflejo de esta España zafia, abyecta, repugnante, miserable, guerracivilista, ruin y rastrera, ansiosa de poder y de someter al contrario, trasunto esperpéntico de aquellas dos Españas que siguen existiendo y que por mucho que el cadáver de Franco corra la misma suerte que el de Bin Laden y reciclen el Valle de los Caídos y lo conviertan en sala de rock alternativo, seguirán existiendo porque son consustanciales, se necesitan. De lo contrario, España se iría a la mierda, no tendría sentido, dejaría de existir.

La que se nos viene encima no es precisamente moco de pavo. A ver si pasa pronto.

Si nos damos cuenta, tenemos el argumento perfecto para una película. Pero para una película de las malas, malas. De las que no hay quien se trague. Al lado de ésta, las películas de Esteso y Pajares son obras maestras del séptimo arte.

Pongámonos en situación. Un país centroasiático, Pakistán. Estamos a pocos kilómetros de la capital, Islamabad. Durante muchos años, vive o incluso merodea por las cercanías de la capital el hombre más buscado del mundo. Para añadirle más emoción, reside en una casa que bien parece un fortín, con una muralla de tres metros de alto que le separa de la gente de la calle, así como también la terraza superior estaba tapada con un muro. Un muro que a mi me habría parecido extraño, supongo que los registradores de la propiedad de aquel país discreparán en este punto conmigo. Nadie podía ver nada desde fuera, ni desde dentro se debía ver la calle, y una casa tan rara, con tanto muro y tanto secretismo no extrañó a nadie. Y, para acabarlo de rematar, al lado se encuentran unas instalaciones militares y de inteligencia del gobierno pakistaní. Nadie se entera. O esa inteligencia tiene muchos problemas en los que centrarse o es que de tan inteligentes se han pasado de listos.

Quiero más emoción. Pues la tenemos. Situénse. Noche cerrada en su ciudad de residencia. De repente, se acercan a su casa dos helicópteros extranjeros que parece que quieren aterrizar en su azotea. Nadie se extraña, nadie llama a la policía, nadie sale a las ventanas, nadie curiosea, nadie dice ni media. Solo el que en ese momento twitteó la cosa. Ni siquiera de las instalaciones militares, que ya tiene bemoles, sale nadie a mirar al cielo, a ver lo que pasaba en la casa de al lado. Con una defensa como esa yo no quiero enemigos. Un helicóptero se la pega. Nadie se cuestiona qué está ocurriendo en esa casa. Comienza el tiroteo. Los militares de al lado ni están, ni se les espera. Dejan que un país extranjero invada su país, viole su espacio aéreo y una propiedad privada. Y dejan que disparen a diestro y siniestro a los habitantes de la finca hasta que, pasados cuarenta minutos, se acaba el ruido de disparos y el helicóptero que quedaba en condiciones de volar sale disparado a no sabemos donde. A todo esto, a los militares invasores les ha dado tiempo a tirotear, matar a los que defendían al terrorista, hacer pruebas de ADN, a recoger el cuerpo del hombre más buscado del mundo y algo de material informático.

Y, ya que estamos en el cielo, lo mejor es desprendernos del cuerpo para que nadie convierta la tumba en lugar de peregrinaje. Pedazo de incultos. No saben que algunas de las facciones del Islam, como la que profesaba Osama Bin Laden, no acepta la adoración a los muertos, los entierra de forma simple y sin nombre. Qué más da tenerlo enterrado o no, si ya es mártir de la causa y eso es lo que importa. Y nos pretenden hacer creer que tirar un cuerpo al océano Índico respeta el rito de entierro musulmán. Nos toman por idiotas.

Pero la tomadura de pelo no acaba ahí. Pakistán dice que no sabía dónde estaba el terrorista más buscado del mundo y que no tenía ni idea de la operación que se iba a desallorar en su suelo, luego dice que sí y ahora que si hay que tener en cuenta las interferencias que en estos casos se producen cuando las cosas se hacen rápido y corriendo. Tan rápido que la CIA llevaba controlando la casa desde el mes de agosto del año pasado. Lo dicho, a la inteligencia pakistaní le falta un hervor o es un poco retrasadita, la pobre. Y, entre tanto, las sospechas se ciernen sobre la actitud que un país tan amigo de Estados Unidos ha resultado tener al respecto de la lucha contra el terrorismo yihadista. Que de ahí les viene la amistad.

Una CIA que bien podría confundirse con la TIA de Mortadelo y Filemón. Invaden un país extranjero, pierden un helicóptero, matan a varias personas, solo con la seguridad al 60% de que el asesino podría encontrarse en esa casa. Primero nos dicen que el terrible terrorista estaba escondido tras el cuerpo de una mujer, luego que estaba armado y que por eso lo tuvieron que reducir a balazos. Y ahora resulta que no estaba armado y nadie responde a la pregunta de por qué lo asesinaron y no lo capturaron si es que la orden, como se ha dicho, era la de capturar y no la de matar. Entretanto, las sospechas de la venganza, de la ley del Talión.

Jaleo con las fotos. Ya han salido unas cuantas. No entiendo a los periodistas que quieren verlas y que quieren ver las de Osama. A parte de parecerme una falta de respeto, son de un desagradable que te puede dar algo. No sé qué interés tienen, aparte del morbo y de ver ríos de sangre y cuerpos y cabezas reventadas sobre el suelo de la mugrienta mansión. La de Osama no será menos placentera de ver y acabará saliendo, no lo duden. Dice Obama que no porque la foto de Osama es truculenta, pues eso significa que sí. A estas alturas, como para creerse algo de lo que digan los de Estados Unidos. Que la semana que viene o dentro de dos días ya las tendremos en primera plana en los portales de Internet y en los periódicos. Y, entonces, más ánimos crispados del lado musulmán y, como si lo viera, gente reunida en lo que fueron las Torres Gemelas y delante de la Casa Blanca dando brincos de júbilo del lado estadounidense. Mientras se hable de las fotos, pensarán, no se dedicarán a cuestionarnos la legalidad de la operación y las presuntas torturas cometidas para sacar información a detenidos de Guantánamo, que fue lo que llevó a Estados Unidos a vigilar la casa. Torturas, lo que faltaba para animar la cosa, mientras Fiscales Generales del Estado y portavoces del Gobierno estadounidenses confirman la absoluta legalidad del acto cometido en Pakistán.

En fin, que a estas alturas, no me extrañaría nada que en la próxima edición del Sálvame Deluxe saliera Lidia Lozano comunicándonos, con gran solemnidad, que Osama Bin Laden está vivo y que ha optado por largarse con Ylenia Carrisi, la hija de Al Bano, aquella a la que ni ella misma pudo encontrar. Porque si a Ylenia no la encontraron, a éste tampoco.

Y luego hará un vídeo y se mostrará al mundo entero y entonces debatiremos si es el real o uno de sus muchos dobles.

Esto no ha hecho más que empezar. La película promete.

Me van a perdonar ustedes que yo no lo celebre, ni me halle dando botes de alegría como a buen seguro se habrán pasado el día miles de estadounidenses, incluidos el presidente Obama en su despacho oval, sus asesores y no digamos el ex presidente George W. Bush, que debió alcanzar el nirvana en el momento de enterarse. No estoy de acuerdo con Obama al respecto de que este sea un buen día para el mundo, ni tengo ningún interés en que Estados Unidos me defienda de esta guisa, ni se erija en protector a tiros y cuando le interesa de la democracia mundial.

Lejos de mi, no lo duden, se encuentra toda simpatía por el cretino asesino al que han volado los sesos en el día de hoy. Por merecerse, se merecía eso y el doble; y no niego que desde hoy hay un hijo de puta menos en el mundo. Pero me temo que las cosas se podían haber hecho mejor, demostrando que los llamados países occidentales, con Estados Unidos a la cabeza, nunca pierden los papeles, tienen un sentido elevado de la justicia y no se la toman por su mano cuando les place. Pero quizá aquello del sentido de la justicia, de la cordura, etc., es demasiado pedir en un mundo liderado por una potencia como la estadounidense. Y, no nos engañemos, aunque no lo estuviese, también lo sería. Que todos tenemos cierta querencia por el ajuste de cuentas y la voladura de sesos sin solución de continuidad, por proclamarnos vencedores, salvar cuentas pendientes y pisotear al enemigo. Va en la condición del ser humano, sospecho.

Entiendo que el hecho de que este tío esté muerto y en el fondo del mar, matarile-rile-rile, no nos sirve de nada. Aunque, eso sí, está hundido pero, mucho cuidado, según ordena el rito musulmán. Ay que ver, qué sensibilidad la de Obama y los suyos, están en todo, hasta en los pequeños detalles, es todo un alivio. Si siguiera vivo, detenido pero vivo, al menos se podría intentar sacarle algo útil acerca de la organización terrorista que comandaba y poder luchar contra ella con más información. Y si no, pues a la cárcel y listo, no creo que Occidente pueda permitirse el lujo de darle a los yihadistas un mártir, un apóstol de la violencia que bendiga su locura desde los cielos, como el que desde hoy tienen. Tampoco creo que su muerte sirva para destruir Al Qaeda, como dicen los estadounidenses ilusos, su presidente a la cabeza, pues en este mundo globalizado y con una organización extendida por tantas zonas sin control del globo, no les deberá ser muy complicado encontrar pronto otro líder y poner en práctica sus ideas. En todo caso, una organización que actúa tan rápido, con tanta inmediatez y que resulta tan escurridiza a los servicios de inteligencia, no creo que tenga demasiados inconvenientes en poner bombas sin contar con un liderazgo unificado. El mártir ya lo tienen, las razones para luchar, la financiación y las ganas también, nada ha cambiado. De la misma manera, tampoco entiendo de qué sirvió que colgaran a Sadam Hussein que se fue de este mundo sin pagar por sus culpas, eso fue el gran favor que le hicieron.

Que este tío esté muerto significa que la amenaza terrorista suba y que todos los países estén en alerta, así como los extranjeros occidentales que viven en los países musulmanes y nuestras embajadas. Qué necesidad había de remover una situación que parecía tranquila o que, al menos, no nos provocaba tanta ansiedad como el llamado terrorismo internacional. Que había atentados, pues sí. Pero yo, al menos, no percibía una amenaza como sí la percibía cuando la locura de la guerra contra Sadam Hussein o como la siento ahora, que veo un tren y me entran los siete males. No dudo de que saldrán, si es que no lo han hecho ya, miembros de Al Qaeda por televisión anunciando que los atentados del 11-S, 11-M y 7-J fueron sustos en comparación con la que se nos viene encima a los países más identificados contra el yihadismo. No sé si esas amenazas llegarán a hacerse realidad, Dios no lo quiera, pero no entiendo qué necesidad había de encabronar a los señores de la Guerra Santa y de temer por nuestra vidas ante un enemigo que no vemos.

Ni por supuesto me parece justo que algún país extranjero pague en forma de atentado y de muertos inocentes el acto perpetrado hoy por Estados Unidos. Un acto que, entiendo, es especialmente "doloroso" para los simpatizantes de Osama Bin Laden por la forma en la que se ha llevado a cabo, sin tener pruebas seguras de que Osama se escondía en esa residencia y sin que los servicios secretos de Estados Unidos avisaran a Pakistán dando la sensación de que los soldados de dicha potencia pueden ir de allá para acá como Pedro por su casa, entrar en nuestra casa, pegarnos un tiro y tan felices. Una intervención con el respaldo expreso del presidente Obama que había ordenado la muerte del asesino saudí -menudo Nobel de la Paz, todo sea dicho-, abatido en su propia cama, el hecho de que los soldados estadounidenses se llevaran el cuerpo y que éste haya acabado hundido, como digo, en el fondo del mar, matarile-rile-rile. Cuando haya un nuevo atentado, ¿a quién vamos a ir a matar?

Así, me temo, no se hacen las cosas. Ni entiendo que la justicia se siembre respondiendo con la misma moneda, al estilo del Viejo Testamento, generando más violencia. Nos joderá mucho o muchísimo lo que ha hecho el sanguinario de turno y le desearemos lo peor pero eso no quita para que lo sentemos en el banquillo y lo hagamos responder de sus miles de crímenes. Me parece muy bien, como ha dicho hoy el Vaticano -hasta la casa de Dios está eufórica ante la muerte de Osama-, que este señor ya se encuentre ante Altísimo respondiendo de sus pecados y que, previsiblemente, sea condenado al fuego eterno. Entre otras cosas porque si semejante elemento entra en el Cielo, lo de tener que ser buenos es tongo. Pero a mí me habría gustado verlo juzgado y condenado, sufriendo una condena de por vida, aislado, en la cárcel, ejemplo de lo que no se tiene que hacer, símbolo del triunfo de la democracia y de que aun hay un poco de esperanza en el mundo. Porque así, solo así, se imponen la justicia, el orden, la razón, el sentido común y la democracia.

Así que me van a permitir que yo hoy no me alegre por lo ocurrido y que desee que no nos tengamos que ver pronto lamentando lo ocurrido. Con eso nos podemos dar con un canto en los dientes.

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