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Para seguir el camino no quiero cargar con maletas grandes, ni arrastrar enormes cajas repletas de mil trastos, ni ataduras físicas y morales, ni dolores, ni pesares. No quiero nada que empañe mi camino, que oscurezca la sonrisa de un niño, la compañía de un amigo, unos ojos alegres, el ir y el venir de las olas del mar o la belleza de una hermosa chica. Me gustaría seguir embobándome con la risa de alguien, congratulándome con la amistad que surge casi sin querer e inocentemente entre dos personas, despistándome con la estela y el perfume que deja tras de sí alguna muchacha, sentarme en la playa y ver el mar y sus barquitas pasar mientras los pescadores echan las redes, así como extender una toalla en el campo y disfrutar del cielo azul y las hojas verdes en los árboles o ya marrones sobre el suelo del otoño. Y contigo a mi lado. Amar contigo, estar contigo, mirar contigo, llorar contigo, ganar contigo, perder contigo, escuchar contigo, vivir contigo. Hacerlo todo contigo. Serlo todo contigo.

Quiero ser faro que atraiga a mi puerto buenos sentimientos. Quiero ser el dueño de una finca donde los huéspedes disfruten de la estancia y lleven un buen recuerdo cuando se dispongan a seguir su camino. Quiero que mi casa sea la de los corazones abiertos, la de la simpatía, la bondad y donde todos colaboremos en la tarea de reducir al mínimo los peores instintos y comportamientos humanos y donde nadie esconda nada maloliente en los armarios. No quiero amores de prestado, ni amores canónicos, ni amigos de compromiso, ni favores a devolver, ni malos gestos, ni mi alma dormida, ni noches en soledad, ni dejar de caminar, ni ser bien visto, ni ser previsor y no vivir lo inesperado, ni Madrid sin ti, ni amor terminado, ni pasión acabada, ni esperas dolorosas, ni finales inesperados. Quiero ganas de vivir, sembrar, compartir y estar siempre preparado, con mis manos y mi ánimo dispuestos por si a alguien le resultan de ayuda y para no tener que ver cómo escapan las personas importantes.

Quiero ir ligero de equipaje. Y descalzo para no olvidar que tengo los pies sobre la tierra y que somos lo que somos, sin adornos, complementos, ni riquezas. No quiero glorias, ni tener o recibir consideraciones especiales, ni mucho menos crear conflictos, ni hundir a nadie por culpa de la soberbia. Ni quiero nombres, ni recibir vanos piropos, ni vacía palabrería. Ni vanidad, ni orgullo, ni pecado. Quiero ser sutil, ingrávido, desprendido, generoso, comprensivo, buen escuchador, apasionado, del vulgo y gentil. Algo así como una pompa de jabón en medio de los demás.

Sí quiero algunos complementos para este año, pues se hace difícil transitar con este frío atroz. Solo quiero como complementos a aquellos que me acompañan, se acuerdan de mí, me llaman y me brindan su cariño, calor y amistad. Es, creo, el complemento que mejor me sienta de todos.

Y si tengo que morir o ver morir, que sea de amor. Porque, como canta Sabina, amores que matan nunca mueren.

Y, así, pasar haciendo camino al andar llevado del viento y de la mano de los que quiero para aminorar lo amargo del camino, los desengaños, la desesperanza, el dolor. Y no tener que volver la vista atrás. Tener siempre motivos, soñar en las noches de luz de luna, gritar sin gritos y llorar sin lágrimas, peregrinar, seguir, ilusionar, buscar, no parar. E ir ganando cada día de 2011 para mí y para tí.



FELIZ 2011 PARA TODOS

NB: Debo agradecer a mi amiga Leo que esta tarde me haya enviado un vídeo precioso, el que ustedes pueden ver aquí. Se trata del poema que Antonio González, el poeta descalzo, escribió en el paseo marítimo de Las Palmas de Gran Canaria. De hecho, la entrada se me ha ido ocurriendo según lo veía y leía y puede decirse que ésta viene a ser una adaptación o utilización de algunos de sus versos para mi entrada. Con el debido respeto al autor.

De ninguna manera he olvidado nuestro concurso. Lo que ocurre es que, con el ajetreo de las fiestas navideñas, de comprar los regalos de Reyes y de tener que estudiar, trabajar y pretender descansar algo, todo se me junta y al final estoy menos por aquí que antes de las fiestas.

Pero hoy tengo el gusto de presentarles otro participante, el primero de diciembre y seguramente el último. Se trata de


MONSEÑOR JUAN ANTONIO REIG PLÁ,
PRESIDENTE DE LA SUBCOMISIÓN DE FAMILIA Y VIDA
DE LA CONFERENCIA EPISCOPAL ESPAÑOLA (CEE)
Y OBISPO DE ALCALÁ DE HENARES.


El referido prelado ha dicho hoy, en la presentación de la Misa de Familia del próximo 2 de enero, que en los matrimonios constituidos por la Iglesia hay menos violencia de género que en los civiles y entre las parejas de hecho y no digamos entre aquellos que viven en pecado, arrejuntados, sin casarse ni nada. Esos ya se muelen a palos desde que se levantan hasta que se acuestan, al parecer. Algo así como que la violencia surje especialmente en los procesos de separación y de divorcio, so pena del drama que toda separación supone también para los niños de la pareja afectada, que pierden su referencia paterna o materna y en sus mentes se forman un pifostio de tres pares de narices y lo mismo hasta se hacen homosexuales o inestables sexuales. Y, claro, como cada vez hay menos gente yendo a Misa y casándose por la Iglesia, resulta que las cifras de asesinadas suben y suben año tras año como la espuma. No sé si este argumento se atiene a algún tipo de dato estadístico que lo corrobore pero, sencillamente, me parece una gilipollez. Propia de los Santos Inocentes que celebramos mañana.

La violencia entre hombres y mujeres no depende, creo yo, del tipo de unión que haya entre ellos sino de otras muchas cosas más importantes como el querer dominar o el ánimo de hundir la vida cuando se observa que la pareja no pasa por el aro y pretende desarrollar su vida con independencia del cónyuge. Imagino que muchas parejas de hecho o personas que convivan sin estar casadas se amarán con locura y no se les ocurrirá tocarse un pelo. Porque para amar no hacen falta papeles, que ya lo cantó Pablo Milanés. Solo se necesita amor. Y ganas de entregarse, de sacrificarse, de dar libertad, de convivir, de aprender, de crecer juntos, de compartir cosas, de respetar al otro, de verse reflejado en él, etc.

O sea, lo normal cuando se ama. De acuerdo con el argumento del prelado, entiendo que cada vez que haya un caso de violencia de género deberá ir un cura a la casa de turno a comprobar si la pareja está canónicamente casada y, si no es así, echar las bendiciones pertinentes y dejar a continuación que reine la paz por los siglos de los siglos.

Y, por supuesto, qué ciegos están nuestros gobernantes y ministros. Con lo fácil que es solucionar el problema: casémonos todos por la Iglesia y asunto arreglado. Hemos acabado con la violencia de género. No podía haber mejor noticia para acabar este 2010 de setenta y pico muertas a nuestras espaldas.

Enlace:
http://noticias.terra.es/Actualidad/FichaComentarios.aspx?itemUrl=/2010/espana/1227/actualidad/la-cee-vincula-la-violencia-de-genero-a-la-perdida-de-la-familia-tradicional.aspx

Imagen:
Conferencia Episcopal Española.


A mis amigos de Ensuciando la Red les deseo unas Felices Fiestas y que los deseos, proyectos, ideas y esperanzas para el nuevo año -seguramente tan inmensos como este mar-, comencemos a hacerlos realidad.

Que esta Navidad nos recuerde que tenemos que (podemos) ser mejores pues, así, viviremos con más sentido no solo estas fechas sino todos los días del nuevo año.

Que la Navidad no es tiempo de gastar, ni de comer. La Navidad nace cada día cuando llega una patera, cuando nace un niño, cuando sonríe una mujer liberada de la opresión de su maltratador o cuando alguien consigue un preciado trabajo.

Y que la nueva década que empezaremos dentro de una semana sea, de verdad, una auténtica década prodigiosa para todos nosotros.

Y muchas gracias por este 2010 de inmejorable compañía.

Haces magia, pues consigues cosas inimaginables.

Me acompañas a la biblioteca. Te digo que no me importa pero que esos sitios son aburridos para personas no habituadas a ellos e, incluso, para los que sí vivimos en ellas.

Te empeñas en venir y yo tan encantado. Encantado porque no solo me acompañas y me lo haces pasar bien allí sino que, además, empiezo buscando información para el artículo que tengo que acabar antes de final de año y haces que me acabe dedicando contigo a la antropología, a la geografía y a la mecánica de fluidos.

Materias que nunca antes me habían interesado tanto. Porque ninguna era como tú eres y ninguna lo hace como tú lo haces. Porque tu cuerpo es especial. Porque los valles, los meandros, las cavidades y las elevaciones de tu cuerpo me encantan. Porque mis días empiezan en tí y mis pensamientos andan anclados en tus labios, en tus pechos y en algún otro lugar. Y porque me muero cada vez que repasamos la mecánica de nuestros fluidos y los principios -y finales- de la física y la química.

Hazlo otra vez. Como tú solo sabes. Parándome el tiempo. No me cierres las puertas. Déjame prendido a tí y que tu corazón me mantenga vivo. Vuelve a hacer magia.



Haz un milagro otra vez. No me los dejes de hacer.

Es inevitable, o eso parece, hacer balances cuando se acaba el año y, sobre todo, mirar al año que poco a poco tenemos más cerca con nuevos propósitos y energías renovadas. Es, si cabe, lo mejor que tiene la Navidad, cuya vertiente sentimental y aquello de acordarse de todos los que no están, no soporto desde hace un tiempo.

Como ya dije y tuvieron ocasión de leer, mi 2010 fue un año redondo, perfecto y que tenía pinta de terminar igual que empezó: lleno de nuevos proyectos, rodeado de buena gente y viviendo al día.

El caso es que pienso en lo que será el 2011, en lo que quiero hacer, en nuevas cosas que podría intentar, en nuevos mundos que explorar y en cosas que seguramente me ocurrirán de forma inesperada y veo que todo es -o debería ser- mucho más simple. Que no vale de nada prepararse o idear mil cosas por hacer y planes por cumplir, si no asumimos ciertos simples servicios que deberíamos hacer, si descuidamos a los amigos, si nos creemos superiores cuando no somos nadie o si vamos sembrando discordia por ahí. Es lo que nos viene a decir Gloria Fuertes en un poema que me encontré el otro día y que me gustaría tener presente a lo largo de 2011.

¿SERVISTE HOY?

Donde haya un árbol que plantar,
plántalo tú.
Donde haya un error que enmendar,
enmiéndalo tú.
Donde haya un esfuerzo que todos esquiven,
acéptalo tú.

Sé el que apartó del camino la piedra,
el odio de los corazones
y las dificultades del problema.
Hay la alegría de ser sano y justo
pero hay, sobre todo, la inmensa alegría de servir.

Qué triste sería el mundo si todo en él
estuviera hecho.
Si no hubiera un rosal que plantar,
una empresa que emprender.
No caigas en el error
de que sólo se hacen méritos
con los grandes trabajos.

Hay pequeños servicios
que nos hacen grandes:
poner una mesa,
ordenar unos libros,
peinar a una niña.

El servir no es una faena de seres inferiores.
Dios, que es fruto de la luz, sirve.
Y te pregunta cada día: ¿serviste hoy?

Gloria Fuertes


Creo que es un buen propósito, posiblemente el mejor, el de empezar el año con la inmensa "directriz" de servir y darse, de paso, una tan saludable lección de humildad. Esto tiene pinta de funcionar.

No quiero noches oscuras, ni noches de luz de Luna. No quiero noches de bohemia, ni noches en vela. No quiero noches blancas, ni noches de mar y arena. No quiero noches cálidas, ni noches frías, ni noches de niebla espesa. No me apetecen las noches bajo la luz de la Luna y las noches claras que me dejan admirar los luceros. No quiero noches de tinieblas, ni noches de tormentas, ni noches largas de invierno.

También huyo de las noches interminables y de las noches de dulces sueños, de las noches pasadas en la calle y de aquellas otras que transcurren a cobijo de la intemperie. No me interesa vivir a solas las noches cortas y cálidas del verano.

Tampoco quiero noches de Halloween, ni Nochesbuenas, ni Nochesviejas, ni noches de Vigilia, ni las noches propicias para observar fenómenos celestes.



Lo único que quiero es una noche eterna contigo en el cielo de tu boca, orbitando tu cuerpo, volviendo a ser tu satélite, eclipsándome en la atmósfera de mi cama. Una noche para no dormir nada. Noches de esas que tú me regalas azules y plenilunadas, perfectas. Regálame más de esas noches para dormir al día siguiente.

Apenas quedan doce días para que comience oficialmente la Navidad aunque, entre tanto, decoramos casas, terrazas y puertas con nacimientos, belenes, guirnaldas y luces de colores algunos con más acierto o sentido de lo hortera que otros.

El caso es que inevitablemente surgen los balances, las reflexiones sobre lo que fue el año que está a punto de irse y lo que dio de sí.

El día de ayer, sin ir más lejos, fue una pequeña metáfora de lo que ha sido para mi este 2010. Un año que podría calificar de estupendo, magnífico. Con todas sus letras. Ayer pasé el día fuera de casa, con una amiga deliciosa con la que di buena cuenta de algunas rosquillas muy ricas -pero inevitablemente menos deliciosas que mi acompañante- que comimos por ahí. Y, para terminarlo de rematar, al terminar la noche me sentí como en una nube. No metafóricamente sino literalmente porque una niebla más o menos espesa nos fue engullendo poco a poco, nos fue haciendo invisibles en la inmensidad de una ciudad que apenas dejaba entrever sus perfiles, sus edificios, sus luces, sus coches y sus calles por efecto de dicho fenómeno atmosférico.

Un año inmejorable. Y unos días estos en los que, como síntoma de que ha sido un año de soltar lastres, deshacer amarras y surcar personas y experiencias verdaderas, solo me viene a la cabeza la letra de una canción -un himno, podríamos decir- de Elton John. Solo, como digo, me entran ganas de gritar sus estrofas a toda la gente buena, auténtica y deliciosa, que me ha acompañado o que he descubierto personalmente a lo largo de este año, que me ha escuchado y que, en algún momento de estos 365 días, lo ha dado todo por mí.

Yo, que no me considero nada del otro mundo pero que tampoco dejo de valorarme -hay que empezar por uno mismo para seguir con los demás-, me he sentido honrado y desde luego mejorado con tantas tardes, mañanas y noches que pasé en 2010 como la de ayer. Para no tener dinero con el que comprar voluntades, ni riquezas, ni personas; para no ser mago ni poder fabricar pociones secretas con las que encandilar a la gente con mi presencia; para no ser tampoco constructor o arquitecto para levantar una enorme casa en la que poder meter a todos mis amigos y agasajarles con lo mejor de mí; para no tener armas con las que doblegar a la gente a mi voluntad; para ser, pues, un simple hombre que solo puede hacer pequeños servicios para grandes amig@s agradecido a ellos porque son quienes mantienen encendido el sol para mí todos los días y quienes me hacen ver el mar reflejado en el fondo de sus ojos, me ha ido estupendamente en este año.

Esta es, pues, mi canción del 2010. Dedicada al 2010 y a las deliciosas compañías, a la gente dulce, a los oídos que me escucharon, a las bocas que me aconsejaron, a los pasos que me guiaron y a las manos que se me ofrecieron para no hacer solo este camino ¡tan largo! de 365 días. Aquell@s cuyo corazón latió acompasado con el mío en tanto momentos y cuyas melodías, tan diferentes a la mía, sonaban en perfecta armonía cuando las reproducíamos al mismo tiempo cuando estábamos juntos. Yo hice lo que pude. Escucharles, aconsejarles, acompañarles y guiarles pero, bien es verdad, lo que yo he obtenido este 2010 es impagable.

A todas ellas solo les puedo decir, si Sir Elton John me lo permite y dado que yo me expreso mejor con canciones simples pero llenas de letra y significado, que "espero que no te [os] moleste que ponga en palabras, qué maravillosa es la vida mientras estás [estáis] en el mundo".



Gracias por este delicioso y sabroso 2010.

Es una suerte, créanme, vivir cerca del campo, de un Parque Natural, de un río o algún lugar por el estilo y hacer una escapadita de vez en cuando en plan pic-nic.

Ponerse en contacto con la naturaleza, los arbolitos, el bosque, el agua del río bajando fresca, el olor a tomillo y romero y las barquitas amarradas a un pequeño muelle de tablas de madera. Unas fotos estupendas porque, además, el día nos acompañó y salió el sol. Y como yo digo, si no sale el sol, se pinta y se acabó. Como les digo, no hace mucho tiempo que unos amigos y yo allá nos fuimos, al campo. Disfrutamos como niños. Pertrechados con nuestras mochilas, sin coches, algunos con bicicletas, pero todos sin agobios y sin sentir la presión de las obligaciones diarias. Que para eso se va a estos sitios, a mandarlo todo a freír espárragos. Cargados solo con la mejor de nuestras sonrisas, llenos de energía, unas tortillas y unos filetes -que a nosotros no nos gusta comer mierda y luego tener que vomitarla a modo de lavativa- y algunos juegos. Hasta madrugamos para empezar el día.

Un día delicioso. Sin calor. Cigüeñas sobrevolándonos y nosotros admirando su vuelo. ¡En noviembre y con cigüeñas! De repente, vemos una bandada de patos que aterrizaron en el río, casi en el centro de una laguna grande. Y, poco después, un grupo de pajarracos negros, más feos que el demonio, saliendo de sus escondites arbóreos. Estaban oteando, vigilándonos, curioseando pero sin decir nada. De hecho, yo no me di cuenta de que estaban ahí porque pasaban desapercibidos. Quizá de allí procedían algunos terribles graznidos de vez en cuando pero, como les dije a mis acompañantes, eso no afea para nada el paisaje general. Todo verde y, al fondo, un montículo del Cretácico. Que me lo dijo un día un profesor de Geología. Eso sí, el árbol estaba perdidito de sus cagadas. Me sorprendió que haya animales como estos, que no cuidan ni su nido, ni están atentos a no ensuciarle la casa al vecino. Allí todos se cagan unos encima de otros y Santas Pascuas, menuda marranada. Viven entre detritus, qué espanto.

Lo que más me gustó fue cuando vimos que los patos empezaban a alejarse, algo pasaba por debajo de ellos, en el agua. Algo que parecía una nube gris se vislumbraba difícilmente a través del agua. Nos acercamos. En efecto, hipótesis confirmada. Se trataba de un grupo de japutas y sus hijitos. O por lo menos, aquí las llaman así. En mi tierra a esos peces los llaman de otra manera pero me gusta más el nombre indígena. Japutas. Las hay en pescaderías, créanme que existen. Hechas con picadillo están riquísimas. El caso es que los peces estos tampoco llevaban orden, nadaban sin control, chapoteaban sin parar y se molestaban los unos a los otros. Y al igual que salieron a superficie, volvieron al fondo y nunca más se supo de ellos. ¡Qué capacidad de respirar bajo el agua!

Fue lo que más me llamó la atención, el comportamiento de especies tan diferentes. Y como se pueden imaginar, mil fotos que hicimos. Admito que no soy muy forofo del campo pero éste fue un día maravilloso. Además, me harté a arrancar ramas de romero, que me encanta, para ponerlas en tarros por toda mi casa y hacer que todo huela a limpio siempre. También cogí un poco de lavanda para los cuartos de baño y albahaca para la cocina. Porque no hay nada mejor que rodearse de buenos olores, que dicen que traen buenas vibraciones.

Apenas yo sabía nada de la vida cuando, de repente, aprendí a besar.

Aun recuerdo las oscuridades de aquel portal, ese callejón donde nos refugiábamos para tener más intimidad y aquella playa del primer y único verano que pasamos juntos donde transcurrieron noches enteras mágicas sin otra cosa que hacer más que saborearnos tirados en la arena. Todos esos besos eran o parecían eternos. Y las humedades que provocaban, hasta que no les dimos rienda suelta una de las últimas noches de sin razón y de locura que pasamos, resultaban desesperantes.

Pero supongo que con aquella edad todo se termina. Imposible planificar con vistas al futuro. Imposible pensar en futuro. Todo es presente. Demasiado jóvenes, demasiado ardorosos, demasiado desenfreno como para pensar en otras cosas. Si cabe, era un placer que sabíamos que nos iba a hacer daño aunque, cuando le dábamos rienda suelta, yo solo oía músicas celestiales, las campanas del Paraíso, las trompetas del Apocalipsis, todos los boleros que ya entonces me gustaban y hasta el Himno Nacional y las Habaneras de Torrevieja, escenario donde transcurrió todo.



Cuando todo terminó, ya solo quedaron las sombras. Las sombras del dolor. Las sombras de lo que fuimos aunque apenas fuimos nada. Incongruencias de la vida. Un dolor a solas. Unas sombras que envolvían, un dolor que provocaba el recuerdo de aquellas olas azules, de ese cielo oscuro, de esas estrellas que nos vigilaban, de la penunbra de la habitación, de las tibias noches de caricias, de besos, de cuerpos desnudos y de olor a rosas que pasamos. Y yo, envuelto en sombras, buscándote por todas partes.

-¿Te arrepientes, pues, de algo de lo que has hecho o sido en el pasado?, le pregunto a mi amigo.

Él rápidamente y sin dudarlo un segundo contesta que no, que ni hablar, que no se arrepiente de nada. Ni de lo que fue o es ahora mismo, ni de lo que estudió, ni de su dedicación laboral actual, ni de su carácter o forma de ser, ni de la fama que se ganó entre los vecinos y ex-compañeros de clase en los injustos e ingratos tiempos del instituto, ni de sus actos personales o públicos, ni de las decisiones que tomó, ni de haber intentado dedicarse a partes iguales a la familia y a los amigos. Ni de haber buscado su felicidad en todo ello.

Me dice, es más, que si tuviera una segunda oportunidad volvería a repetirlo todo tal y como lo ha hecho. Aparenta, así pues, haber desarrollado una vida plena, realizada, vivida en el presente como si no hubiese un mañana. Como hay que vivir las cosas, por otro lado, le digo. Solo me reconoce que a todo ello le añadiría algo, una sola cosa, un ligero matiz. Algo que su vida no ha tenido y que, al compararse con los demás, echa en falta e, incluso, envidia cada vez con más fuerza.

Se refiere a la pasión, al deseo, al placer, a dar rienda suelta al goce y al disfrute sexual propio de todo joven en edad de merecer. El placer por el placer, sin ataduras, sin compromisos. Instintos que ha tenido como apagados hasta ahora, si se me permite decir así, debido a su forma de ser y a que siempre tuvo pocos amigos con los que experimentar e iniciarse en esto y en aquello. Los años del instituto fueron duros, los clichés pesan y hasta él mismo no confía en que alguien se le pueda arrimar y hacerle disfrutar.

Me lo dice después de haber pasado la noche de ayer con los amigos jugando al ¿famoso? juego de "¿alguna vez habéis hecho...?" que tan fácil se presta a preguntas de alto voltaje -ya saben ustedes, la dichosa edad-. Él no lo pasó muy bien porque mientras todos contaban sus peripecias con las chicas, sus tríos, sus dúos y sus solitarios, sus fantasías eróticas hetero y homosexuales cumplidas o por cumplir, cómo lo hacen, dónde y cada cuánto, qué les gusta hacer y que le hagan, cuánto tiempo dedican a cada postura, si les gusta el sexo oral o si lo consideran prescindible, etc., él no tuvo nada que decir, ni sabía qué preguntar y todos los miraban como si de un marciano se tratase.

Su sensación, un día después, es que, camino de los treinta años, ha perdido un tiempo precioso para descubrir todas aquellas cosas, para vivirlas, para experimentarlas y para poder participar en estas conversaciones. Le falta haber vivido esto. Y cuanto más mayor, la cosa cambia, se pone más complicada o menos accesible. Intuye que ya es un poco tarde, que cada cosa tiene una edad y que si éstas no las ha hecho a la edad que correspondía tiene ya muy pocas papeletas para vivirlas, para reengancharse al tren de la carne y del placer, para sentir lo mismo que los de su edad y no parecer un bicho extraplanetario.

Y el caso es que yo no sé muy bien qué decirle. Solo sé que no es tan fácil, ni es cuestión de dicho y hecho.

Hoy les voy a hablar de ella porque no tengo la más mínima gana de referirme al conflicto de los controladores. Solo decir que si de verdad se han puesto malos, que les den jarabe de palo y ya verían ustedes cómo se les quitaban todos los males, toda la malura como dicen en mi tierra.

Pues sí, hoy me acordé de ella. Y el caso es que cada día me acuerdo más. Fue la primera chica en que me fijé o, más bien, en la que me hicieron fijar. Ya saben, los años del Instituto. Llegó de Barcelona a mitad del curso y, desde el primer día de clase, se sentó a mi lado. Desde allí yo podía admirar ese cuerpo casi perfecto y muy voluptuoso para la edad que entonces teníamos, todo un cuerpo de mujer. Se me iba la mirada, ya estuviese ella de frente, de lado, de espaldas o del revés. Ya saben, la adolescencia.

El caso es que, desde ese primer día, nos caímos en gracia. Eso significó multitud de trabajos hechos en común. Trabajos de clase, entiendan ustedes. De los que se entregan a los profesores, no de los que se hacen en la intimidad de la habitación. Que yo por entonces no estaba a esas cosas. Nos esperábamos a la salida y a la entrada, hablábamos de lo divino y lo humano, teníamos una gran capacidad de reírnos de nosotros mismos y de todo lo que nos rodeaba y eso me fascinaba. Encontrar a alguien parecido a mí en un cuerpo de mujer tan espléndido. Pese a eso, no nos tocamos un pelo y nunca nos dijimos nada de lo que podíamos sentir aunque era más que evidente que siempre hubo "algo". No se sabía muy bien qué, si una gran amistad, si cariño de amigos, simple atracción física y sexual o sentimientos profundos, pero algo había.

Ella suspendió un curso y eso, no se vayan a creer, me costó un trauma. Ya no iba a estar tan acompañado en clase y disfrutando tanto de madrugar como en cursos anteriores. Aun así, nos seguíamos esperando y viendo cuando podíamos. Y seguíamos sin hacer nada. Vamos, que me iba a venir ahora el tío Paco con las rebajas..., más tonto y me ponen de "caso de estudio" en el Manual Práctico de la Gilipollez que se estudia en la carrera de Psicología.

Luego, al pasar yo a la Universidad, dejamos el contacto y hasta varios años después no nos encontramos por Madrid. Fue entonces cuando aprovechamos para darnos el correo electrónico y el número de teléfono porque no queríamos que volviese a pasar tanto tiempo sin saber de nosotros. Yo la vi muy cambiada y con un look muy leopardesco que en nada me gustó y unas gafas de Gina Lollobrigida que portaba la muchacha en plena noche que aquello parecía un búho. A partir de ese momento, hablábamos casi todos los días por messenger, nos fuimos poniendo al día y llegamos a quedar un día pero ella, al final, no pudo a última hora.

Así hasta que, un buen día, comenzó a afearme por messenger una entrada que yo escribí hace mil años en otro blog. Iba sobre los defectos y las costumbres de los naturales del sitio donde vivo. Yo me lo pasé pipa escribiéndolo pero ella me llamó la atención porque la buena de ella, cosa que no sabía, no era natural del lugar pero sí su familia y, por lo que se vio, eran todos muy patriotas. Pero una cosa es que te llamen la atención con respeto y educación y otra muy distinta es que, cuando le dices que lo sientes pero que no piensas borrar la entrada, te empiecen a tocar las narices por messenger, por teléfono o por tam tam. Yo no tuve más remedio que apelar a mis consejeros delegados, ya saben ustedes, los que llevo ahí colgados, y la mandé a tomar por donde amargan los pepinos literalmente. Yo por ahí, aunque se sea portadora de unas glándulas mamarias como dos plazas de toros, no paso.

El caso es que nunca jamás se supo. Porque eso es lo que hay que hacer con la gente que se pone tonta, que te pisotea o torea, que te agrede o insulta o que lo hace a tus amigos y que le gusta comer mierda pensando que están degustando un manjar de tres tenedores. Y que sigan con su tarea, que gracias a Dios nadie es imprescindible en nuestras vidas.



Pero, aun así, no sé por qué, me acuerdo de ella. Quizá porque había sentimientos y me dejó malherido. Malherido, como versó García Lorca, de amor huido. Un amor que nunca fue y que, encima, se fue para siempre.

Ya estamos como de costumbre, quiero escribir pero no sé sobre qué, ni me salen las ideas.

Por un lado, pienso que el que no se adapta es porque no quiere. ¿Que me recortan el sueldo? Pues tengo ante mí una ocasión perfecta para ahorrar, para no gastar un duro en cosas accesorias, para no irme de cenas ni de copas, para no usar el coche y para no soltar un duro ni de coña. Claro que eso cambiará algunas cosas. Yo acostumbro a salir con mis amigos los viernes o sábados por la noche. Por lo menos a cenar. Luego, hay semanas que a eso se le añade ver un monólogo, jugar a algo, ir a algún local a tomar algo y salir con esa asquerosa zorrera a tabaco que no soporto pero que se mete hasta los intestinos. Siempre gastando dinero, claro. Si decido no gastar dinero, no es plan de ir a los sitios a ver cómo come la gente y cómo beben mientras yo estoy en un plan tan autárquico que me voy a reír yo de José Antonio Suanzes, que en paz descanse. Aun no se lo he dicho a mis amigos, mañana tendré la oportunidad de hacerlo y veremos a ver cómo se lo toman. Para este sábado que viene ya me comprometí a quedar con algunos. Así que iré para despedirme e inaugurar mi nueva etapa de vida asceta aunque, no sé si lo dije en alguna entrada anterior, tengo muchas ganas de darle algún cambio a mi vida. Me temo que va a tener que esperar porque este mundo no se ha inventado para poder hacer cambios que no cuesten dinero. Me jodo y me aguanto, regla universal que llevo aplicando ni se sabe el tiempo. Por un poco más, no creo que vaya a pasarme nada.

Todos duermen. Me encanta este momento del día, es más feliz si cabe para mí. Yo en silencio en medio de la noche. Me voy al salón, miro por el ventanal y veo que está lloviendo o chispeando o puede que nevando sin cuajar como esta mañana cuando volvía del banco. Siempre, de hecho, me quedo despierto hasta que todos se acuestan y apagan la televisión, la música, la radio, etc. Qué casa más ruidosa y qué paz se respira ahora. Yo solo, en silencio. Miro por la ventana, no veo a nadie por la calle ni lo quiero ver. Si acaso algún novio que se va a su casa o dos amantes que se despiden en el portal de él o de ella con un beso que nunca termina. Lo importante es que en esta horita me encuentro con mi yo, me hablo a mí mismo y escucho también a quien me protege desde no sé muy bien dónde. Nos damos el parte del día, escucho lo que me tenga que decir y nos despedimos hasta el día siguiente, que los dos tenemos que descansar. Yo después de un día duro de estudiar y ella por su no menos duro día de haber estado pendiente de que yo no resbalase aquí, no cayese allá o no me diese una torta contra aquel muro y de ayudarme a encontrar una solución al recorte salarial, a verlo todo de otra manera como ella solía hacer.

Y, de regalo, una canción que es, si cabe, una metáfora de lo que es esta entrada: un revoltijo. La canción habla de muchas cosas, lo mismo de sentimientos de amor, de dejar de fumar o de pintar las paredes de la casa. Pero con una constante. Que los que la cantan están enamorados y, como tales, desarrollan su vida, fuman, van al trabajo, piensan en pintar la casa o en las cosas más triviales sin dejar de pensar en ellos. Sin dejar de hacer otra cosa que pensar en ellos. Porque, me temo, yo tampoco hago otra cosa.


Hoy no estoy para coñas. Así de claro. Me han recortado el sueldo. Y no solo eso. Encima esta gente se quiere cobrar el año entero 2010 de recortes. O sea, aparte del 5 % que me quitan del sueldo de todos los meses, tengo que dejar de ganar varios cientos de euros en la paga extra de Navidad en concepto de los meses que van desde el 1 de enero hasta el día en que se aprobó y entró en vigor la reducción salarial del funcionariado y personal contratado de la Administración -que no recuerdo cuál fue, pero será fácil encontrarlo con una simple búsqueda en Google-. Porque, por si ustedes no lo sabían, esa orden tiene carácter retroactivo. No se cuenta desde el día en que fue aprobada sino desde el 1 de enero del año en curso. Y luego me vienen con el cuento de que no es ilegal.

No voy a relatar las horas que me paso trabajando, ni quiero dar la sensación de que nadie en España trabaja más que yo. Tampoco voy a reflexionar sobre lo injusto que es que yo, ciudadano de a pie y simple trabajador, tenga que pagar los platos rotos o la vajilla entera de una crisis que ninguno de nosotros ha provocado. Pregúntenle a los bancos y a sus ansias de dinero fácil. No es necesario, porque todos lo pensamos y no voy a marearles a ustedes con el mismo rollo que ya habrán leído en cincuenta mil blogs y trescientos periódicos.

Tampoco me vengan ustedes, se lo pido por favor, con el "no te quejes, que por lo menos tienes trabajo". O sea, no participo de la filosofía del trabajo y de la lucha obrera -¡tan revolucionaria y ambiciosa!, sin duda- que anda instaurándose entre los españoles desde que la crisis comenzó. Dicha filosofía consiste en alegrarse por tener un trabajo, aunque éste sea una mierda o te quiten la mitad del sueldo. Por lo menos, tienes trabajo. No te quejes, no reivindiques, no pienses, no abras el pico, confórmate con lo que sea..., no vaya a ser que te veas en la calle por obra y gracia de la crisis y, entonces, te acuerdes de que antes tenías trabajo y, aunque una mierda, pero por lo menos ganabas algo.

Simplemente quería mandarles, no a ustedes mis queridos lectores, sino a los miembros del Gobierno, a los de los sindicatos que tanto gustan de imitar lo que han hecho sus compañeros franceses, a los diputados y políticos en general, a la puñetera mierda. Estoy ya hasta la huevada.

El Jurado del Premio Tonto de Noviembre 2010 ha resuelto por unanimidad que puede y debe concederse tal distinción a la

SRA. DÑA. ÁNGELES DURÁN,

en atención a sus circunstancias y merecimientos personales.

-Ver entrada-


El Jurado agradece a los otros candidatos su participación y, en general, se congratula de que siempre haya gente dispuesta a verse distinguida con nuestro premio. Gente que, como la persona que nos trae hoy aquí, se adueña de una cosa que en su vida podrá visitar y a la que, como dice David, ni siquiera puede mirar. Por querer cobrarnos un canon porque nos den los rayos de su sol en la cara, por hacernos pasar de legítimos usuarios del Astro Rey a mangantes de radiación solar y violadores de la propiedad privada y, por ambos motivos, poder meternos en la cárcel.

Se acaba el mes y eso, en efecto, significa que tenemos que hacer recuento de candidatos y elegir al tonto de Noviembre de 2010.

En este caso, tenemos tres candidatos. Dos mujeres y un hombre. Procedamos pues a su proclamación, aludiendo a sus méritos y remitiendo a las entradas en que fueron nominados por si alguien no se acuerda bien de por qué figuran en esta honrosa lista de la tontería nacional.

Mañana, a la sazón último día del mes, proclamaremos al ganador. Hagan sus apuestas y expliquen sus preferencias. El Jurado es todo oídos.

PRIMERA CANDIDATA:


SRA. DÑA. BELÉN ESTEBAN MENÉNDEZ,
QUE SALE EN LA TELE PARA RESPONDER LAS PREGUNTAS DE LOS ESPAÑOLES,
CUAL PRESIDENTA DEL GOBIERNO,
AFIRMA QUE APROBARÍA SELECTIVIDAD SI SE PRESENTARA
PERO RESULTA QUE NO SE SABE LA TABLA DEL 9.

-Ver entrada-


SEGUNDO CANDIDATO:

SR. D. SALVADOR SOSTRES I TARRIDA,
ESCRITOR, TERTULIANO,
AMANTE DEL PUBIS JOVEN FEMENINO RASURADO POR PRIMERA VEZ
Y DE LAS MUJERES QUE NO HUELEN A ÁCIDO ÚRICO.

-Ver entrada-


TERCER CANDIDATO:


SRA. DÑA. ÁNGELES DURÁN,
DUEÑA DEL SOL.

-Ver entrada-

Me invitas a cenar, me llevas a tu territorio y yo me dejo llevar.



Me preguntas al poner la mesa, como está mandando, que qué me apetece beber. Te digo que quiero una copa, la de cristal más fino que tengas y la más elegante, porque solo te quiero beber a ti y brindar contigo por la noche de mi amor.

Y, entonces, te pido que no hagas el pedido de las pizzas que habíamos decidido tomar. Y, casi sin dejarte tiempo para dejar el teléfono sobre su sitio, empiezo a comerte a ti y a esparcir tu ropa sobre el suelo de la cocina dándome cuenta, de paso, de que la cocina queda preciosa -no solo mi habitación- cuando dejo tu ropa desordenada sobre la mesa, la lavadora o el suelo al compás de nuestros jadeos.

Bebí de tu boca, comí de tu cuerpo y hasta me empaché. Y todo porque bebo los vientos por ti en copa de cristal fino y porque esta quería que fuese la noche de nuestro amor.

No dejo de asombrarme con la forma que tiene la gente de hacer el ridículo e incitar a los demás a que se rían a carcajada limpia a su costa. Eso me tiene intrigadísimo. Supongo que será lo que les suela ocurrir a los tontos de solemnidad que, además se serlo, se jactan de ello y se exponen ante los demás para sonrojo y diversión nacional.

El caso de hoy supera las fronteras nacionales, incluso la atmósfera y la biosfera y nos lleva hasta el sol. Se trata de la

SRA. DÑA. ÁNGELES DURÁN,
DUEÑA DEL SOL.


Esta española, concretamente gallega, ha ido esta mañana al notario y se ha declarado lo que leen: dueña del Sol. Y, luego, nos ha enseñado el acta notarial que certifica la adquisición de la propiedad. Ahí la ven.

Según nos cuentan los periódicos -ver link-, la buena mujer alega que el sol no ha tenido dueño o que, al menos, no se le conoce. Si fuera creyente, diría que es de Dios. Pero no sé por qué esta señora no debe estar para muchos misticismos de ese tipo. Los países, citando un acuerdo internacional firmado para tal efecto, no pueden apropiárselo porque si no imagínense ustedes la que se podría montar si, por poner un ejemplo, los señores Hugo Chávez, Kim Jong Il o Evo Morales cogen y se lo quedan. Un desastre. Esta mujer alega que ese acuerdo no afecta a los ciudadanos del mundo de a pie y que, al igual que hace años ya hubo un americano -otro tonto- que se declaró dueño de todos los planetas y de la Luna, va ella y se apropia ahora el sol. Y como no se le ha conocido propietario al astro solar desde hace millones de años pues, en virtud de no sé qué razones jurídicas que no entiendo muy bien, ella nos lo afana. Sí, nos lo quita porque hasta los romanos decían que había cosas que eran propiedad de todos, como es el caso. Es como, imagino, si ustedes abandonan su casa por cien o doscientos años y, luego, el Ayuntamiento se la queda sin pagar indemnizaciones a nadie porque ni ustedes, ni sus herederos han dado señales de vida cuando el Ayuntamiento les escribía para comunicarles que su casa iba a ser derribada, expropiada o lo que sea.

Y aunque tener el sol en propiedad no sirve para nada porque a ver quién es el guapo que se acerca a él, el atrevimiento de la señora no queda ahí. Esta tipa ha cogido y se ha presentado en el Ministerio de Industria para decir que el sol es suyo y que se está pensando si cobrarnos o no un canon a todos los ciudadanos por usarlo, por salir a la calle, por tener paneles solares o por ir a la playa a tirarnos en la arena como lagartos bajo el sol. Ella plantea que si se paga por los ríos, por la electricidad, por copias de CDs o por tener un piso en propiedad -IBI- que por qué no se va a pagar porque nos de el sol en la jeta. Eso sí, dice que lo recaudado lo repartiría a razón de 50% para el Estado, 20% a invertir en mejora de pensiones mínimas, 10% en investigación y sanidad, otro tanto para erradicar el hambre y el 10% restante para su saca -se lo queda ella-.

Y unos cojones, guapa. Empieza pagando tú, como buena dueña del sol, indemnizaciones a cada persona que se queme la piel por culpa del sol y, no digamos, costéele usted el tratamiento contra el cáncer de piel a todos aquellos que lo están padeciendo en el mundo. Pague usted por el efecto invernadero, por la radiación ultravioleta y porque esta mañana, al coger el coche y con el sol tan bajo como estaba, no veía un pimiento por el retrovisor y corro severo riesgo de pegarme una castaña en la autovía. Indemníceme usted por cada vez que sudo, saliéndome como consecuencia directa esos antiestéticos rodales en la sobaquera, que hacen que mi potencia sexual a la hora de ligar con mozas hermosas se vea rebajada al mínimo. Y también por cada vez que se me mete el sudor en los ojos y me ciega. Ah, se me olvidaba, pague usted el IBI correspondiente. Que si yo por algo más de 100 metros cuadrados tengo que soltar 350 euros anuales, no quiero ni pensar lo que supone el IBI arreglado a toda la superficie solar. Un deshueve, vamos.

Yo, y me va usted a perdonar, no le veo la ventaja a eso de ser dueño del sol. Me lo explique. Ni voy a pagar un duro. Pena que sea de noche porque, de lo contrario, me iría ahora mismo a la calle a robarle rayitos de sol, vándalo de mi. Y como se ponga tonta, saldremos mis amigos y yo, armados con lupas, a quemar terrenos y rastrojos. Para que así usted tenga que indemnizar también a los agricultores. Es lo que tiene ser la dueña del sol.

Hay canciones de esas que uno se pasaría escuchando todo el día. Especialmente cuando se trata de poemas convertidos en canción, casi siempre debidas a grandes compositores y cantautores como Pablo Milanés.

Quería escribir algo, pero no hace falta. La canción lo dice todo. Una canción de desamor, de arrepentimiento después de que alguien se haya negado a un amor. Una persona que descubre que, después de haberse ido, la otra consigue olvidarlo, continuar con su vida y pasar página mientras el que se fue termina por pensar que aquel del que su cabeza no se ha podido librar aun debió ser el amor de su vida. Un amor ya imposible de recuperar.



EL AMOR DE MI VIDA

Te negaré tres veces antes de que llegue el alba,
me fundiré en la noche donde me aguarda la nada,
me perderé en la angustia de buscarme y no encontrarme,
te encontraré en la luz que se me esconde tras el alma.

Desandaré caminos sin salidas como muros,
recorreré los cuerpos desolados sin futuro,
destruiré los mitos que he formado uno a uno
y pensaré en tu amor, este amor nuestro vivo y puro.

Te veo sonreír sin lamentarte de una herida,
cuando me vi partir pensé que no tendrías vida.
Qué gloria te tocó, qué ángel de amor que ha renacido.
Qué milagro se dio cuando el amor volvía a tu nido.

Qué puedo hacer, quiero saber qué me atormenta en mi interior.
Si es el dolor que empieza a ser miedo a perder lo que se amó.

Te veo sonreir sin lamentarte de una herida,
cuando me vi partir pensé que no tendrías vida.
Qué gloria te tocó, qué ángel de amor que ha renacido.
Qué milagro se dio cuando el amor volvía a tu nido.

Qué puedo hacer, quiero saber qué me atormenta en mi interior.
Si el dolor que empieza a ser miedo a perder lo que se amó.

Será que eres el amor de mi vida.

Hoy, de vuelta a casa, me topé con una joyería-relojería sita en la llamada Milla de Madrid. A mí me fascinan los relojes y allá donde haya un expositor, tienda, joyería, etc., de relojes allí estoy yo curioseando, siempre y cuando no se trate de un establecimiento de los chinos, que eso de comprar un reloj por 15 euros no cuela. No es que tenga una gran colección de relojes, pues solo tengo dos, uno mío y el otro heredado y mejor que el anterior -hoy, una pieza de coleccionista del año 1958 que sigue funcionando como el primer día-, pero eso no quita para que me gusten y me embelese delante de los escaparates si no voy con mucha prisa.

Una joyería de lujo, pues. He ido mirando las diferentes marcas. Omega, Longines, Hamilton, Tag Heuer y un sinfín de marcas hasta que he llegado a la altura de los Cartier. Los precios, lo normal, pensaba yo, para esa tienda. De los 2.000 ó 3.000 euros no bajaba ninguna de las piezas allí expuestas. Que ya está bien tratándose de objetos que solo dan la hora, ni bailan sevillanas, ni nos teletransportan a otros mundos, ni retransmiten los partidos de fútbol. A esto que miro uno de los Cartier, hortera a más no poder con toda la correa y la esfera cubierta con miles de diamantes -suponía que eran diamantes- que le hacían brillar desde todas las posturas. Muy llamativo, pero no me gustan las cosas tan ostentosas. Las veo propias de nuevos ricos y de gente que no sabe digerir bien el éxito o los dineros que guarda en el banco. Veo el precio. 136.000 euros. Ojiplático me hallo. Vale más que un apartamento en la playa o que algunos de los pisos del barrio en que vivo. Se me hiela la sangre. Pienso cómo puede estar eso ahí, expuesto como si fuese un reloj normal y no guardado bajo siete llaves, lejos de las miradas de curiosos y posibles ladrones. Se me antoja que, quizá, los trabajadores de la tienda tengan miedo de tener eso ahí y de que algún loco les pueda hacer algo con tal de conseguirlo. Pienso en quién tendrá dinero para darse el caprichito y para quien adquirir este peluco le resulte tan solo dar un pellizquito sin importancia a su abultadísima cuenta corriente. Y me entran mareos.
Quién se atreverá a llevar eso en la muñeca, tan llamativo y siendo, como son, tan fáciles de perder o de ser afanados. Qué responsabilidad. Se me entoja que es inmoral exponer semejante objeto para que los millones de parados y los billones de mileuristas se regocijen en su condición de seres humanos sin futuro, desesperados y miserables. Mientras tú pagas tu hipoteca y, entre tanto, intentas comer algo o sacar adelante a tus hijos, piensas que hay quienes pueden gastarse en cinco minutos lo que tú no ganarás en cinco vidas.

Y me voy, sigo mi camino. Llego al Retiro, decido entrar en él y disfrutar del otoño y del color amarronado de las hojas. Llego al estanque. Y veo un pato de colorines y una pata blanca apareándose, jugando a perseguirse y a exhibirse, a darse capuzones el uno tras del otro, a bucear, a abrir luego las alas, a llamarse la atención para, después, procrear. Pienso. A estos dos patos no les hacen falta relojes. A mí tampoco, soy más patoso que ellos. Pero ellos viven ajenos a lo que pasa a menos de doscientos metros más abajo, más allá de la verja donde vales por lo que tienes, no por lo que eres. Y eres en función de lo que tienes.

Me aturde esta diaria contradicción. Mi cabeza, especialmente en la noche, te dibuja, repasa cada parte de tu desconocida anatomía, se recrea en tu piel, en tus labios, en tus pechos y más abajo aun, te imagina desnuda sobre mí o debajo de mí, dejándote hacer, jadeando, jugeteando con lo que me escondes debajo de esa ropa que me gustaría ver por el suelo, hecha un gurruño, desordenada, alborotada como tu pelo, ajena a lo que ocurre entre nosotros dos, víctimas de la pasión.

Aquello iba a ser una locura adictiva.

Pero mi misma cabeza me dice que no, que no podemos caer en eso, que sería fatal. Hay que dejar las cosas como están, no acrecentar esa adicción, alimentada por lo desconocido primero y lo placentero una vez descubierto lo desconocido, que nos haría daño. El resultado sería, me da, un amor o una pasión para odiarnos.



Pero mi cabeza te encadena a mí, me atormenta. No puedo pedirte que te vayas, ni puedo conseguir olvidarte pero me haces daño y todo, con tu sola presencia, lo conviertes en martirio que no tiene redención.

Así pues, seguiremos siempre igual, sin olvido y sin delirio. Encadenados a esta gloria que es castigo, a este amor que es pena capital porque tú me necesitas pero yo te necesito mucho más.

Este mes, por el momento, no está siendo muy pródigo en tontos. Eso o que yo ando más liado que la pata de un romano y no estoy al quite. El candidato a Tonto de Noviembre 2010 es el

SR. D. SALVADOR SOSTRES I TARRIDA,
ESCRITOR, TERTULIANO
Y AMANTE DEL PUBIS FEMENINO JOVEN RASURADO POR PRIMERA VEZ.




Escúchenlo ustedes mismos. En un intermedio del programa de Telemadrid en que participa, Alto y claro, este hombre comenzó a relatar una sarta de barbaridades que causaron el espanto en la propia presentadora.

Comenzando con bromas acerca del desfile de Victoria's Secret y de la lencería femenina, la conversación derivó en una perorata sobre las chicas jóvenes "de 17, 18 años, 19, que es ahí donde está la tensión de la carne, en ese punto mágico. Ahí está". Miren la cara de horror de la presentadora, que no da crédito a lo que está escuchando y le llega a decir que, si se acerca a su hija, le mata. Este señor le pregunta la edad de su hija -23 años- pero, desgraciadamente le parece "demasiado mayor".

Y el discurso gallardo continúa señalando la presencia casi virginal de las muchachas de la edad que, por lo demás, "aún no huelen a ácido úrico, que están limpias, que tienen este olor a santidad. Sabes que parecen lionesas de crema, limpias, elegantes, dulces".

Ni con niños delante se cortaba el bueno de este señor. Después de llamarlo "enfermo", supongo que para cambiar de tema, la presentadora pregunta a los niños del público que de dónde vienen. Pero a él le da igual y continúa señalando "de primer rasurado, que el segundo pica", en alusión al vello púbico femenino. A todo esto los niños contestan de dónde viene y el muchacho que hoy nos trae aquí insiste con su tema: "esta carne que rebota, joven, que es como un piano que tocas así y rebota, qué bonito. Y ese entusiasmo que te quieren enseñar que están liberadas realmente, que ya son mayores y te lo enseñan directamente".

Por mucho que la presentadora le llamase "enfermo", él solo reconocía una enfermedad: la que se combate con Viagra, o sea, que no se nos levante "porque no hay nada que nos excite ya".

Y sigue pontificando ya que, según él, "el matrimonio es el sexo por obligación, es el sexo a la fuerza; ahora se folla". Y ante una nueva llamada de atención por parte de la presentadora acerca de que había niños escuchando, el sabio que hoy nos trae aquí señala que daba igual ya que "son de Rabat, ahí llevan todo suelto".

Se pasa mal escuchándolo, a mí por lo menos me da arcadas. Y aun hay algo que me da más arcadas. Resulta que este vídeo, que no se vio en televisión porque todo transcurrió en un intermedio publicitario, se ha conocido porque fue filtrado por propios trabajadores de la cadena. Y nuestro señor se ha enfadado porque le parece un atropello y una indecencia en tanto en cuanto se trataba de una conversación privada -Ver link-. Ah, yo creía que la indecencia era hablar en esos términos sobre las personas, hombres o mujeres. Tenemos ante nosotros un nuevo caso de justicia invertida, como yo lo llamo, donde lo malo es bueno y los que nos denuncian o nos sacan a la luz son unos criminales y unos sinvergüenzas. Claro, ¿para qué vamos a pedir perdón si los que tienen que pedir perdón son los trabajadores de la cadena por cometer el crimen de filtrar vídeos? A mí que me registren. Pues cállase la boca y no diga semejantes barbaridades, que está usted trabajando en una televisión pública y los madrileños se merecen algo mejor aunque ya sabemos que buscar algo mejor en la Telemadrid actual es misión imposible.

No obstante, no todo es malo en la Viña del Señor y, según publica ABC -Ver link-, le ha sido abierto un expediente al Sr. Sostres.

Lo que hay que oír. Pues eso, por todos estos motivos, nominado queda.

PD: Nunca he tenido un sentimiento paternal muy fuerte, lo confieso. Si a eso le unimos los casos de Sánchez Dragó y del Sr. Sostres, la verdad es que se me están quitando las ganas de tener hijas.

Curiosa derecha esta, la que tenemos en España, que tiene estas salidas de pata de banco, mientras la izquierda española anda destruyendo sus postulados más sociales con esto de la crisis y gusta ahora de confraternizarse con el Vaticano y el Papa. Cojones, cómo está el patio.

Cuando vamos de compras siempre te digo lo mismo. Me encanta tu ropa, cómo la llevas y cómo te contorneas. Es, de hecho, lo único que me gusta de ir de compras.

Pero, sobre todo, tu ropa me gusta cuando la dejas -la dejamos- tirada en el suelo de mi habitación. Es cuando mejor te sienta lo que llevas.

Ya estamos igual que muchas veces. Con muchas cosas en la cabeza pero sin que mis dedos tecleen nada que me satisfaga.

Son las cuatro de la tarde y esto está más oscuro que la boca de un lobo. El cielo encapotado, color panza de burro. Se me antoja que hoy es un día perfecto para sentarme al lado de la ventana y del radiador en un sillón cómodo, con la ropa de estar en casa y, mientras veo pasar a la gente pertrechada de abrigos y paraguas en la calle, saborear un café asiático como si fuera el último que me fuese a tomar, poco a poco. Disfrutar del olor que desprende y, de paso, dejarme llevar por sus propiedades afrodisíacas.

Porque así es como hay que hacer las cosas, despacio, disfrutándolas, dejándose llevar y como si no hubiese un mañana.

Pero no me quiero amodorrar porque ahora ya no te basta con robarme mi tiempo y con verte mientras imagino las mil y una cosas que te haría y que no te puedo -ni quiero- decir. Ahora ya te tengo en mi cabeza y no puedo quitarte de ella, eres más fuerte que yo y hasta mi sueño -y mis sueños- los ocupas tú.




¿Por qué no puedo olvidar esos besos con los que me tatuaste, esa boca que sabe tan dulce, la estela de ese cuerpo, su territorio y ese lugar más dulce aun al que quiero volver?

PD: Sí, esto lo escribí a las cuatro de la tarde. Ahora ya está oscuro del todo. El retraso se ha debido a una nueva anécdota ocurrida en la Comunidad de Propietarios donde vivo. Después de ponernos varios excrementos de apariencia humana en el portal, potas y bolsas de basura abiertas en el ascensor. Después de romper los buzones y de que algunos recibiéramos anónimos, algún cabronazo hijo de puta ha decidido celebrar que hoy es domingo -Día del Señor- prendiendo fuego al cesto de la publicidad, que rebosaba de papeles. Como se pueden imaginar, todo ha sido una gran confusión. El primero que ha olido el humo, torció el hocico y procedió a llamar al resto de vecinos por el telefonillo para que desalojáramos el edificio. Todos gritaban, correteaban, chillaban y, algunos, se dedicaban a asomarse por los ventanucos de la escalera para ver de qué piso salía el humo. A todo esto, todo se ha llenado de un humo gris-negro bastante espeso, parecía algo grave, un incendio en alguna cocina o un escape de gas o vaya usted a saber qué. Yo ya, lo confieso, le estaba pidiendo a mi abuela que me fuera preparando un sitio a su lado en el Más Allá...
Todos a buscar el foco del incendio:

-¡No cojáis el ascensor!

-¡Voy a mirar en el cuarto de contadores!

-¿Alguien ha subido al cuarto de máquinas del ascensor?

-¡Mira a ver si es en casa de fulano o de mengano!

-¡Asómate por allá o mira desde acullá!

Y así. Yo ya pensando, como digo, en que no somos nadie y que el día más tonto nos llega la hora. Mi madre, como buena y diligente presidenta, ha bajado al portal, ha supervisado el cuarto de basuras y el de ascensores y, al darse la vuelta, vio que el humo salía del cesto de la publicidad que está justo debajo de los buzones. Con ayuda de una vecina y un par de cubos de agua, apagaron el fuego. Y luego a limpiar lo que destrozan los demás, que esa es otra. Claro que han limpiado otros, no mi madre, porque mi madre se ha declarado en huelga y ha dicho que ella no limpia mierdas de nadie, que bastante tiene ya con las de su casa. Y yo, como presidente consorte, la he apoyado.

Menuda se ha liado, en esta casa no hay quien pare, hay un olor a humo que tira para atrás. Al final, ni ventana, ni radiador, ni café asiático, ni su boca y la madre que lo parió.

Aprovecharé que la vida me ha dado esta segunda oportunidad y me voy a meter en la ducha, a ver si me relajo. Y así, bajo los chorros del agua, ella volverá a mí. Como siempre.

Hijos de puta.

Ya lo creo. El sexo -homosexual, heterosexual, con amor o sin él- mueve el mundo. No conozco tema que esté más presente en nuestras vidas que el sexo no tanto porque nosotros seamos los protagonistas del acto con mayor o menor frecuencia, que también, sino porque el sexo está por todas partes.

Es un tema recurrente. Aparece en televisión a todas horas, se alude a él constantemente en las conversaciones más triviales con amigos -me temo que de esto nadie se libra-.
Todos hemos visto cómo las marquesinas de los autobuses se decoran a veces con pósters de sugerentes féminas u hombres publicitando ropa interior y enseñando todo lo que se puede y haciendo que la mente del espectador imagine. Todos leemos revistas, visitamos páginas de Internet, etc., en las que lo mismo nos aparece alguien en pelotas que un anuncio sobre gayumbos o presentando una colonia nueva con un montón de tíos enseñando el culo. Por no hablar de anuncios sobre disfunción eréctil, eyaculación precoz o alargadores de penes para los pobres que padezcan semejante problema.

Están a la orden del día los romances de viejunos adinerados con supermodelos despampanantes, los desnudos de éstas en diferentes revistas y los más diversos escándalos de cuernos o prostitución que se difunden a través de los programas del colorín. Prostitución que inunda nuestras calles, por otro lado. Y si no, cojan el coche y cuenten a cuántas ven. Hasta a Kosovo llega el asunto.

Y es que ya ni se puede ir a comprar un libro o ropa o darse un paseo por El Retiro tranquilito. Que no hace mucho me enteré de que los aseos de librerías, centros comerciales, etc., son al parecer puntos de citas y para encuentros sexuales de toda índole. Y no se metan ustedes por la parte más sombría -de mayor vegetación- de El Retiro porque por ahí se ve de todo. Lo mismo se sientan a descansar o leer el periódico y comienzan a oír ruiditos de gustirrinín procedentes del seto que hay inmediatamente detrás o, incluso, empiezan a recibir propuestas deshonestas. Increíble.
Y a cuántos sinvergüenzas conocemos que se dedican a contarnos sus experiencias de cama cual triunfos de caza que se exhiben en el recibidor de casa. O sea, no son de esos que tienen como lema "que tu testículo izquierdo no se entere de lo que hace el derecho". Son los fariseos del sexo.

Miles de canciones son las que versan sobre el asunto o las que lloran porque éste ya no se puede poner en práctica -la maldita soledad o el vivir esperando un amor puro y limpio, puto romanticismo, y no querer darse al vivir que son dos días bien por ser introvertido, bien por no tener ganas de quebraderos de cabeza-. Que los quebraderos de cabeza causados por el amor, por los sentimientos o por el sexo son los peores, se pasa muy mal y no sé cómo la gente tiene tantas ganas de padecer a cambio de cinco minutos de placer de Pascuas a Ramos. Pero bueno, allá cada cual.

O nosotros mismos somos quienes traemos el sexo a colación cuando no podemos reprimir nuestros instintos porque alguien nos atrae, qué le vamos a hacer, somos animales. Algunos más animales que otros, pero animales a fin de cuentas. Y, entonces, escribimos entradas en el blog, estamos más susceptibles y los más valientes se lanzan a confesar sus cuitas a la persona afectada. Y lo mismo, según me contaba el domingo pasado un amigo, acaban el día festejándolo por medio del intercambio de fluidos. Que la ocasión la pintan calva y el tiempo es oro.

Sexo gratis, sexo sin compromiso, amigos que se enrollan y que consiguen que los enrollamientos sean más frecuentes -qué bonito que dos amigos que se quieren y llevan tantos años de amistad, den un paso más y se demuestren más y más amor- o que, por causa precisamente de enrollarse, manden a la mierda la amistad que les une y acaben como el Rosario de la Aurora. Que el sexo es muy malo, aunque todos lo añoremos cual pedrea del Sorteo de Lotería de Navidad. Gente desconocida que se lía una noche y se piden los números de teléfono para incluirlos en la lista de "follamigos". Que yo no sé cómo a alguien le puede gustar que otra persona le considere su follamigo/a y le utilice como tal, yo es que me subiría por las paredes. Hoy en día parece obligatorio perder la virginidad antes de los 16 años y, siguiendo tal precepto, imagino, se hará de cualquier manera y sacrificando lo bien hecho en favor de lo malo, rápido y pronto. Una pena, con lo bonito que puede llegar a ser sin prisas, con experiencia, de forma altruísta, recreándonos de cada poro de nuestra piel... Mmmm, ¿por dónde iba? Ah sí, les quería decir que yo soy yo y los demás suelen comportarse de forma diametralmente opuesta. Nada nuevo bajo el sol. Por tanto, no hay nada de qué preocuparse.

Y es que ahora la cosa empieza justo al revés de cómo se hacía hace tres décadas. Que parece que ha pasado un siglo, pero no, solo han sido tres décadas. Antes, ustedes saben, había que cortejar, jugar al juego de la atracción, ir llamando poco a poco la atención de la persona que te gustaba, conseguir que se fuera fijando en ti, verse cada vez más a menudo, vivir pensando el uno en el otro y, cuando se considerara oportuno, declararse. Qué bonito. Ahora es al revés, como digo. Ahora se sigue la política de los hechos consumados, nunca mejor dicho. Primero te enrollas sin conocerte de nada y, a partir de ahí, empiezas a conocer a la otra persona. A todo esto, te sigues enrollando. Que lo uno no quita lo otro. Y, pasado el tiempo -sin dejar de enrollarse, claro-, se ve si somos compatibles o no y si, por tanto, podernos convertirnos en pareja formal. Si no, pues mira, eso que te llevas para el cuerpo. Y si sí, pues ea, a esperar a que se rompa el amor de tanto usarlo, que eso de vivir toda la vida con una misma persona y, encima, aguantando momentos malos y momentos peores, va en contra de nuestra libertad.

Una puerta cerrada en un rellano cualquiera, me dirán. De hecho, me temo, no hay más a ojos del resto de la gente. Para mí no es solo una puerta. Es -o era- la entrada a un lugar especial donde pasé tantos buenos y malos ratos y donde, sobre todo, se me esperaba.

Se me esperaba ardorosamente, con ganas, felizmente, con alegría. Todo cambiaba, me daba la sensación, cuando yo llegaba. Esa sensación era indescriptible. Yo era, según sus conocidos más cercanos, su alegría, su esperanza, su sonrisa, su mejoría, su motivo para presumir, su mejor conversador, su tranquilidad, su reposo, quien mejor escuchaba sus conversaciones y quien más comprendía sus problemas, meteduras de pata y las consecuencias inevitables y situaciones poco agradables de la enfermedad. En definitiva, su mejor terapia.

Los dos lo sabíamos. Por eso nos dábamos cita allí e intentábamos disfrutar al máximo de los ratos o breves temporadas de que disponíamos. Lo mismo reíamos que recibíamos visitas, que nos íbamos a que nos diese el aire a la calle o que llorábamos, especialmente, al final de los días.

Una puerta siempre abierta para mí. Una puerta que daba entrada a un lugar apacible, bien perfumado y rebosante de una personalidad y forma de ser que no dejaba a nadie, ni nada, indiferentes. Todo tocado por su varita mágica, por su permanente sonrisa y por su continua esperanza de que cada día fuese mejor que el anterior aunque apenas había motivos siquiera para pensarlo. Un lugar en el que, después de que pasara por él, aun parecía que seguía estando y colmándolo todo con su presencia.

Una puerta siempre abierta pero que, ahora, a pesar de todo lo que hice y lo que fuimos, no se abre para mí.

Siento que me tengo que expresar al respecto y, de alguna manera, distinguir las críticas que me parecen admisibles y las que me parecen auténticas faltas de respeto no solo al Papa sino a todos los que les interesa lo que él dice.

Miren ustedes. Yo soy un desencantado de la religión católica, aunque no he dejado de creer porque el cuerpo me lo pide y porque mi experiencia personal así me lo sugiere. Y no necesito nada más, ni monsergas, ni sermones. Soy un católico herético, podría decirse, una persona que dejó de ir a Misa -lo que se entiende por "practicar"- hace bastante tiempo. Justamente cuando me di cuenta de que la iglesia de mi barrio estaba -y seguirá estando, supongo- llena de cabrones, gente que sale del oficio y se dedica a vomitar mierda sobre el vecino, falsos e hipócritas que gustan de tocar los cojones y juzgar al personal sin mirarse antes al espejo. O sea, comprendí que no ir a Misa me era de más provecho -desde el plano espiritual- que participar en aquella desfachatez y salir de la iglesia soltando bilis por doquier. Y, como le digo a mi madre, si esa gente está salvada por el mero hecho de ir a Misa, yo, solo por vivir intentando hacer el bien, me tengo el Cielo ganado y hasta tendré un hueco en el martirologio, o sea, en el libro de los santos.

Y me jodía mucho que gente de mi misma edad -antes muy liberados y, ahora, convertidos al movimiento ultra religioso-, me dijeran que no tengo que hacer el amor conservando a mi novia en formol e incólume hasta el día de la boda -todo sea dicho, este precepto lo estoy observando muy al dedillo contra mi voluntad-, que no se me ocurra usar preservativos -este también lo cumplo, lógicamente-, que no entregue mi cuerpo a desarreglos emocionales como follar por follar o usar el joystick del deseo con fines lejos de la concepción de bambinos y que soy un criminal por defender que el aborto se legisle -de aquí ya no me libra nadie-. Ya me gustaría a mí ver lo que hacen esta panda de hiper-oxtodoxos en su intimidad y con sus novias y novios. O sea, haga usted lo que yo diga pero no lo que yo haga.

Y allí se quedaron con sus peroratas de santos de medio pelo. La visita de S.S. el Papa me produce las mismas reacciones que las de cualquier otro Jefe de Estado. Porque eso es lo que es el Papa para todo el mundo, el Jefe del Estado Vaticano. Y, de hecho, así se le recibe, con honores de Jefe de Estado y gastándonos el dinero en su protección y seguridad. Para los católicos es, además, el representante de Jesucristo en el mundo. Y, como ocurre con cualquier otro simple Jefe del Estado, el Estado español realiza un desembolso de dinero público muy importante para agasajar al visitante y hacerle su breve estancia en España lo más cómoda y lujosa posible. Vamos, para que se lleve una buena impresión y que vuelva.

Pero con una diferencia. Las consecuencias que tiene la visita del Papa a España no son ni de lejos las mismas que si nos visita el Sr. Gadaffi, el presidente de Ruanda o la Sra. Merkel, con todos mis respetos para todos ellos no obstante. Ni mucho menos. Al Papa se le hace un seguimiento televisivo desde que entra hasta que sale del país y, sobre todo, ese seguimiento podemos verlo los españoles y los habitantes del mundo entero a través de Internet o del Canal Internacional de TVE. O sea, la visita se convierte en una ventana estupenda para presentar España ante el mundo e, imagino, para despertar el interés de futuros turistas. Y, de alguna manera, se me antoja que buena parte -si no todo- de lo que se gasta en la visita del Papa luego se recuperará en concepto de turismo. Por tanto, independientemente de asuntos morales o religiosos/espirituales, es una visita que tiene más potencial turístico que la del Emperador del Sol Naciente, con todos mis respetos también para los japoneses. Lo cual no significa que el resto de Jefes de Estado vengan a visitarnos porque no tienen nada mejor que hacer, también vendrán a firmar acuerdos y a potenciar relaciones que traerán pingües beneficios para ambos países. Pero el impacto mediático no es el mismo, me temo.

Aun así, llevo aguantando a amigos, conocidos y demás palmeros diciendo que qué mal que el Estado se gaste ese dineral. Que si qué vergüenza, que si Ratzinger Z, que si los que aclaman al Papa por las calles parecen fumados y demás. Esto es lo inadmisible. Lo que no entiendo es por qué no reaccionan igual cuando nos visita cualquier otro pez gordo, que hasta le abrimos el Palacio de El Pardo para viva allí mientras dure su visita. Supongo que habría que optar, de acuerdo con tanta gente descontenta, por cerrar las fronteras y que aquí no entre nadie para ver si así en lugar de gastar el dinero público en trajes, comisiones, clubes de alterne y facturas de teléfonos móviles de alcaldes y concejales, nos lo gastamos en fines verdaderamente públicos. Claro. Distinto sería que nos visitase el Papa -si lo hubiera- de la religión islámica, a ver quién se atrevía a soplarle en la oreja. También es verdad, pero así es la peculiar idiosincrasia española.

Sin embargo, entiendo y comparto -como buen hereje que soy- las críticas que se le hacen porque, además de venir a peregrinar a Santiago de Compostela y a consagrar el templo de la Sagrada Familia de Barcelona, el Papa viene tocando las narices. Bien es verdad que ello forma parte de su trabajo pero, si yo fuera él, estaría más preocupado por atraer gente al seno de la Iglesia Católica que por espantarla aludiendo a la II República y al anticlericalismo de entonces -que no creo que sea el caso de la España actual, pues yo no he visto aun ninguna iglesia ardiendo-, encubriendo casos de pederastia o no combatiéndolos con la fuerza que se merecen, recuperando viejas costumbres de la Liturgia o incluso el latín -no hay quien se entere-, amatemizando a homosexuales, diciendo cómo tenemos que legislar y todo lo que ustedes conocen perfectamente. Si yo fuera él, vendría a visitar países como parte de mi trabajo pastoral con otra actitud, abriendo la iglesia a todos, haciéndola participativa y no alejada de lo que Jesucristo dijo que quería que fuese. No creo, poniéndome en la piel de Jesucristo, que Él ande muy contento con la iglesia actual que tiene, soberbia, terrenal, excluyente y alejada del mensaje evangélico auténtico. Esto es lo admisible.

Y esta es, para mí, la diferencia entre lo admisible y lo inadmisible.

Imagen: http://www.laverdad.es/murcia/multimedia/fotos/ultimos/66111-benedicto-consagra-sagrada-familia-0.html

Retomamos el concurso, como no podía ser menos, para encontrar al tonto del mes de noviembre, recién comenzado. La candidata que hoy tiene el honor de participar en nuestro concurso es la

SRA. DÑA. BELÉN ESTEBAN MENÉNDEZ,
FAMOSA POR TRAJINARSE A UN TORERO,
POR DAR DE COMER POLLO A SU HIJA,
POR SER LA QUE MÁS GRITA DE LOS PROGRAMAS EN QUE PARTICIPA
Y POR NO SABERSE LA TABLA DEL NUEVE
Y, AUN ASÍ, RETARNOS A QUE APROBARÍA SELECTIVIDAD.



Hace pocos días, tengo entendido, la cadena de la basura, Telecinco, echó un nuevo programa de los suyos con Belén Esteban, su vedette, como protagonista. Consistía en copiar el programa de TVE, Tengo una pregunta para usted, pero adaptado al exigente nivel cultural que es costumbre en la citada cadena.



El caso es que llegó una cartera de correos peruana preocupada por la cultura y la educación que Belén no posee. Quería la buena mujer que se pusiese a estudiar algo y la cara de la Esteban, además de su belleza, reflejó con sus gestos las inmensas ganas que tiene de ponerse a hincar codos. A tal grado llegó la osadía de la peruana que no se le ocurrió otra cosa que preguntarle a la Esteban la tabla del 9, a lo que la Esteban alegó que se sabía mejor la del 5 y que para las últimas tenía que usar los dedos para contar. Pues ni con dedos, ni sin dedos, ni la del 9, ni la del 5. Belén Esteban no se la sabe.

9 x 4 = 37. Y todavía dice que se la sabe, que no es tonta y que, pobre desgraciada, las ecuaciones se le dan peor. Dice que sabe hablar de las Mesetas Norte y Sur y de la Alhambra de Granada "a su manera", como Frank Sinatra. Coño, gusto daría verla resolviendo una ecuación donde 9 x 4 = 37 o hablando de la geomorfología de las Mesetas peninsulares y que le aprobaran Selectividad. Que tal y como está el patio lo mismo se la aprobaban con tal de convertirnos en la Universidad más famosa del mundo.

Seamos realistas, ella no tiene la culpa de no saberse la tabla del 9. ¿Para qué voy a estudiar, dirá la Esteban, si estoy en España y aquí el que estudia es el que se queda en el paro y yo, que no he hecho más que acostarme con un torero, estoy llevándomelo calentito desde hace más de una década y lo que te rondaré, morena?, ¿Para qué voy a estudiar una carrera si soy la más famosa de España a costa de vender los cuernos que me han puesto y lo inculta que soy? Pues también es verdad. Puto país de mierda, de paletos y de imbéciles.

Ahí la tienen, sin darle vergüenza por salir en la televisión a demostrar la incultura que posee. Y los españoles a reírle las gracias. Por ello mismo, nominada se halla.

Imagen: http://todaslascosasqueodio.blogspot.com/2010/08/somos-todos-hipocritas-menos-belen.html

Pues así me tienen, sin nada que contar pero con ganas de contar algo. Observen el contrasentido. Y, por lo demás, muy cansado. No sé qué me pasa esta semana, aparte de que no paro ni medio segundo y eso, supongo, cansa y se hace notar.

De hecho, llevo todo el día pensando qué escribir y solo me vienen a la cabeza asuntos amatorios y romanticones, que hoy un servidor se levantó con ganas de recibir amor y sin que nadie apague la llama que hierve en su interior, ni quiera jugar con el joystick del deseo, ni darme a probar del bizcocho del amor. Y, encima, los tontos tampoco están ayudando esta semana en la que ha empezado noviembre. Total que me dije a mí mismo,

-Bueno, podemos poner una canción.

Pero, queridos míos, solo me acuerdo de canciones que ya he puesto aquí, que reflejan mi estado de ánimo y que no voy a repetir porque pensarán ustedes con razón que no tengo repertorio, que se me ha rallado el disco o que siempre estoy escuchando lo mismo. Y no es así, líbreme Dios.

Tampoco quiero poner nada subido de tono, que no me ha contratado el Gobierno de la Nación para incrementar la tasa de nacimientos en España. Aunque, bien pensado, algo en este sentido podría hacer si no quiero verme trabajando hasta los 85 años para que me quede algo con lo que pueda vivir en concepto de pensión de jubilación. Que la cosa, la amatoria mía personal y la española nuestra general, andan ambas muy malitas.

El Jurado del Premio Tonto de Octubre 2010 ha resuelto casi por unanimidad que puede y debe concederse tal distinción al

SR. D. FERNANDO SÁNCHEZ DRAGÓ

en atención a sus circunstancias y merecimientos personales.


-Ver entrada-


El Jurado reconoce la valía de los otros candidatos; en definitiva cuatro tontos, muy tontos. Pero solo puede conceder el premio a uno de ellos. En la persona de Sánchez Dragó concurren varios hechos que nos han llevado a decantarnos por él. Su siempre tan cacareada coherencia, su vasta cultura literaria, su postura filosófica al abordar la vida, su gusto por las culturas foráneas, su buena disposición para criticar a las derechas y a las izquierdas y, de repente, va y nos cuenta lo que le pasó un día de 1967 en Tokyo en que andaba con los instintos bajos demasiado bajos. Qué necesidad tendría. Se pensaba que a los españoles, algunos tan tontos como él, nos iba a hacer gracia. O que nos íbamos a poner cachondos. Porque a veces, hay que reconocerlo, pasa. Será por el morbo. Nada más lejos de la realidad en este caso, por suerte. Escándalo público. Le llaman al orden. Hay librerías que empiezan a retirar su libro en señal de protesta. Él dice que solo fue un poco de pimienta y literatura. Le salen defensores, menudos defensores. Casi le hacen sombra en lo que a tontería respecta. Más vale rodearse de enemigos que de esos amigos. Y aun dirá, porque es español y eso se lleva en la sangre, que está represaliado y perseguido por la progresía -la nueva Inquisición-, que no le gusta España y que se siente fatal al saberse español y compartir ciudadanía con todos nosotros. Vamos, la víctima de la sociedad.

El sentimiento, creo, ya es recíproco. Hasta de quienes le admiraban. No nos gusta ese lenguaje agresivo e insultante, esa forma de hablar de niñas, ni ese modo de referir contactos sexuales con personas que podrían ser sus hijas o nietas. Ni por supuesto tenerlos. Por mí como si se va y no vuelve. Dice que Japón es el país más hermoso del mundo. Ya le ha jugado una mala pasada. Y que se ande con ojo, que no le coja mucho gusto al Japón, no vaya a ser que le vuelvan a violar y la líe parda otra vez. Que hay gente muy mala en la Viña del Señor.

Y de regalo un vídeo de hace unos cuantos años que retrata a la perfección a nuestro pemiado del mes de octubre.

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