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Yo.

Posiblemente, queridos lectores, sea una apreciación real. Ya sois dos los que habéis comentado en las dos entradas anteriores que me notáis raro, diferente, quizá más quejoso o rabioso, más agresivo. No sé cómo calificarme a mí mismo, la verdad.

Pero es cierto, no estáis equivocados. Estoy pasando por unas semanas de mucha tensión y desesperación. Y eso se nota en todas partes, hasta yo mismo lo percibo. En casa, con mis padres quiero decir, las cosas no están muy bien. Quizá sea un problema de convivencia que surge entre padres e hijos especialmente cuando éstos van cumpliendo una edad y los padres ven que no tienen la vida resuelta, ni perspectivas de marcharse de casa. El caso es que estoy sufriendo una presión horrible, a pesar de que siempre he estado para ellos, muchas de las cosas que he hecho ha sido por y para ellos como, por ejemplo, la mudanza y quitarles mierda por un tubo durante mucho tiempo. Todo sin echárselo en cara, claro. Pero me lo están agradeciendo con discusiones, insultos, mandándome a la mierda, diciéndome que me quieren perder de vista y demás lindezas. Cualquier cosa que hago está mal, se podría haber hecho mejor o no tiene el más mínimo valor. Y si no hago nada, entonces me estoy tocando de los tres el más largo. Nunca están contentos, nada les satisface. Aun así me dicen que me creo perfecto y que no admito críticas. Y yo digo, ¿cómo puede una persona que todo lo hace mal creerse perfecto? En todo caso, poco a poco se conseguirá que acabe en un psiquiatra por considerarse un inútil. Y yo, lo confieso, si pudiera me habría ido de casa hace ya dos meses. Pero el sueldo no me llega para mantener una hipoteca, un alquiler y, encima, pretender comer y cenar todos los días por mi cuenta. Porque hasta la comida y la cena me la ponen en la mesa a regañadientes.

Es una lástima ver que esto que está pasando, que yo creía inconcebible hace un tiempo, me esté pasando a mí. A mí, que he pasado veinticinco veranos de mi vida cuidando a mi abuela, especialmente los últimos veranos que estaba casi moribunda. Yo que me he sacrificado por todos ellos, que les he ayudado en todo lo que he podido, que no les he dado disgustos, ni voy por ahí dejando embarazada a nadie, ni me corro juergas de coma etílico incluido y que siempre han podido contar conmigo para lo que fuera. Ahora me encuentro, acabada la reforma de la casa pero aun no instalados en ella porque quedan los remates, que mis vecinos entran más a ver mi casa que yo mismo. Porque mis padres me ponen malas caras cada vez que les digo que me vengo aquí a conectarme, o sea, como estoy ahora mismo. Y no digamos si les pido limpiar mi habitación para poder tomar medidas exactas de los muebles que me faltan, más que nada para que no se me eche agosto encima y ello me obligue a no tener mis muebles hasta septiembre y la ropa en el suelo hasta entonces, claro. Pues no, me dicen que ni hablar. Que si quiero limpiar, que me meta a mayordomo.

Esto es de locos. Nunca pensé que me fuera a pasar. Y, claro, eso se nota en todas partes. Yo, que siempre he sido una persona que se ha callado siempre muchas cosas por respeto a los demás y porque no me gustan las peleas, ya he tenido dos discusiones la semana pasada. Y eso en mí en todo un notición. La una con una persona que me decía que por qué echo gasolina en X gasolinera y no en la que ella le echa al suyo, que me pilla de paso saliendo de Kosovo para Madrid y no la que me gusta a mí que está al otro lado de la carretera y, por tanto, hay que dar más vuelta. Pues porque me sale de los cojones, oiga. Y punto. Y la otra fue el jueves pasado con un conductor de un todoterreno en la calle Mayor de Madrid pasadas las ocho de la mañana. Yo estaba cruzando un paso de peatones y a él se ve que no le apetecía frenar. El caso es que bajó la ventanilla y me dijo que tenía que mirar por dónde iba. Yo le dije que esa señal era de obligatorio cumplimiento y que en esos tramos de la calzada la prioridad no es de los coches, sino de los peatones que quieran cruzar. Hay que moderar la velocidad y pararse si es necesario en todo caso. El tío, muy engominado e intereconómico, o eso me pareció, me dijo que él llevaba una carrocería y que, si me atropellaba, a quien se le jodía la vida era a mí, no a él. Así que, por ese motivo, tenía que ser yo quien mirase y no cruzase hasta que no hubiese coches. Y así estuvimos varios minutos hasta que vi que se desabrochó el cinturón de seguridad y hacía intención de bajarse del coche. Por lo que pudiera pasar, me despedí de él diciéndole que a ver si aprendía a conducir mejor, que era un peligro público y que yo tenía muchas cosas muy importantes que hacer.

Total, que mi estado de ánimo está revuelto. Ni me apetece estar aquí, ni allí, ni leer, ni estudiar, ni ver la televisión, ni hacer nada. Me apetece ver a mucha gente, pero a nadie al mismo tiempo. Me apetece salir de mi casa pero, cuando salgo, me pregunto adónde voy yo, alma en pena. En casa apenas hablo, parecemos mudos, pero al mismo tiempo me gustaría no parar de hablar y defenderme. No quiero salir, ni entrar. No me apetece nada, salvo prepararme, que es lo que voy a hacer durante todo este verano, para poder empezar a estudiar la oposición a partir de octubre-noviembre. Y como siempre me gusta hacer la lectura positiva de toda situación que embadurna de mierda mi vida, espero que estas ganas de vivir a mi aire, de independizarme y esta presión y tensión en casa se traduzcan en una mayor y mejor capacidad de estudio, que me animen a estudiar a muerte y que pronto pueda decir que tengo los más de cien temas preparados y listos como para presentarme y, si la Provindencia dispone, ganar la plaza. Que eso ya es otro cantar.

3 guarrindongos tienen algo que decir:

Jota, lo que cuentas es sorprendente pero hay que pensar en los motivos; más que fijarte en lo mal que te encuentras, en lo diferentes que están tus padres, vamos a pensar en el orígen, en el por qué; las cosas no suceden porque sí, no cambian por ningun motivo. Ni mucho menos estoy culpándote ni a tus padres tampoco; primeramente porque no os conozco.
Si caigo en la mierda no voy a estar quejándome y dando pataletas como un chico porque no conseguiré salir de la mierda.
Tranquilamente pienso el motivo y qué soluciones a corto tiempo hay y lucho por ellas.
El agobio de una mudanza habrá crispado los nervios de tus padres y los tuyos seguramente pero es cuestión de elegir un buen momento, dialogar, ver las consecuencias y buscar una solución.
Esta primavera ha sido un poco extraña, ha afectado excesivamente a las personas, nos hemos sentido más sensibles, más hartos de todo y de todos pero, mi niño, todo vuelve a su sitio.
Busca el diálogo en vez de la culpas y, si tienes que ceder, ya sabes, hasta que te puedas independizar, tendrás que san aguantarte; mientras haz la vida más fácil a los que te rodean y sobre todo a tí mismo.
Sólo puedo ofrecerte, sinceramente, mis dos oídos y mi apoyo para cuando tú quieras y lo necesites.
Muchos besitos, guapetón. Y te echo de menos por mi casa, anda, entra que he escrito una chorrada muy gorda que espero te haga sonreir.

27 de junio de 2010, 20:16  

Hola.
Entro para decirte que ante todo tengas paciencia con los mayores, tus padres.
Que todo volverá a su cauce y después te reirás de lo ocurrido.
Yo también me he sentido así como describes...ganas de salir pero cuando estoy en la calle quiero volver, ganas de hablar pero cuando me hablan quiero correr...
Te entiendo, créelo, pero sólo paciencia que pasará.

Un saludo y ánimo

28 de junio de 2010, 0:41  

Hola Juan, te he leído despacio, y creo que la mudanza los ha dejado desquiciados a tus padres y a ti. Te leo desde hace bastante tiempo, y si que he notado un cambio, pero bueno, lo que cuentas me da que es más por estrés, que por otra cosa, eres un buen chico, tus padres se tienen que sentir orgullosos de ti, si ahora se atacan por cualquier tontería, debe de ser por el ajetreo de la mudanza, las personas no cambian de forma de ser tan rápido. De verdad que lo siento, pero mira, verás como las aguas vuelven a su cause, de todas formas, prepara esa oposición, y ya verás como todo sale bien. Ánimo y adelante. Besitos.

1 de julio de 2010, 22:54  

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