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Hace unos días, curioseando por el blog de Madrugario, pude ver un vídeo en el que el Dr. Fernando Savater, aparte de manifestar que la idea de España se la soplaba, pronunció esta frase:

"La única patria decente que hay en el mundo es la infancia"

Y tiene mucha razón. Esos primeros olores y sabores, las primeras calles recorridas, las primeras personas conocidas y los paisajes y cosas que vemos cuando nuestros ojos se abren por vez primera, nos marcan para siempre. Y si encima se trata de experiencias felices, éstas se convierten en un recuerdo que nos acompañará hasta que rindamos la vida y en uno de los pilares maestros que sustentarán todo nuestro devenir futuro por el mundo.

En mi biografía, aparte del lugar en el que llevo viviendo para bien o para mal desde casi que nací, hay un sitio que es parte esencial de mi "patria". Allí fui el zagal más feliz del mundo, pasando las mañanas, las tardes y las noches en compañía de mis padres y de mi siempre querida abuela. Creo que desde que nací entre ella y yo hubo un algo especial que permitió, al cabo de los años, desarrollar una relación muy estrecha; nos conocíamos bien, no hacía falta que ella hablase para que yo supiese lo que me quería decir. Y ella, por su parte, solo con mis gestos, podía adivinar mi estado de ánimo o mi opinión sobre tal o cual cosa, aunque sorprendentemente la mayor parte del año lo pasábamos separados por una terrible distancia de más de 400 kilómetros. Disfrutaba, pues, como un niño, nunca mejor dicho, de la playa, del apartamento, de los juguetes para hacer figuras con la arena o de una barca de plástico con la que me gustaba bañarme en el mar. Imposible borrar de mi cabeza el sabor y el olor de las tostadas con tomate, aceite y sal que mi abuela preparaba para que desayunáramos ella y yo. Era, de hecho, mi desayuno de Torrevieja, pues solo lo tomaba cuando estaba allí con ella. Recuerdo cuando enseñamos a nadar a mi hermana e, incluso, recuerdo a mi tía Mila cantándome de noche la nana del mundo al revés o los pulpos que pescaba a veces mi tío José Fabián y que me dejaban boquiabierto.

Pero, sobre todo, si de algo disfruté fue de veranos enteros -desde finales de Junio hasta mediados de Septiembre, por regla general- en compañía de un ser excepcional, admirable, maravilloso. Ella y yo solos, especialmente los últimos años. Poco a poco fue encontrándose con menos fuerzas pero, no sé ni cómo, yo conseguía tirar de ella y que pasase el verano sin calor, sin sudar y mitigando en lo posible los efectos de la terrible mezcla de los calores veraniegos con su cardiopatía e insuficiencia respiratoria.

El caso es que todo acabó, y de forma repentina, hace casi un año y medio. Quizá se veía venir porque ella había empeorado muchísimo en su salud, vivía los últimos meses dependiendo de una máquina de oxigenoterapia domiciliaria y viviendo con una calidad de vida bastante pobre. Y como suele ocurrir en estos casos, los herederos cuelgan del balcón de la casa de los que ya no están un ingrato cartel de "Se vende". Duele mirar hacia arriba y ver aquel cartel que parece ignominioso pues, según los casos, muestra que los recuerdos y tantos años vividos no importan demasiado a los que se quedan aquí. Por eso digo que ese trozo de mi patria me lo quieren arrancar. Además, si se vendiera yo ya no tendría otro sitio adonde escaparme de la agobiante Madrid ni, por supuesto, podría volver a ver a mis tíos y primas, que siempre nos hemos juntado en esa casa. Así que me temo que, llegados a esta situación, lo único que puedo hacer es moverme yo también y evitarlo por todos los medios. Y a ver quién se lleva el gato al agua.

10 guarrindongos tienen algo que decir:

La infancia es sagrada. Y nadie tiene derecho a arrebatártela.

Apoyo tu lucha, juan, tu resistencia.

Tu abuela estaría orgullosa, creo que es el mejor homenaje que le puedes hacer: revindicar su espacio, el vuestro, como tuyo y suyo. Y de nadie más.

Si gustas te ayudo a arrancar ese ignominioso cartel.

Hay cosas, joder, que son sagradas.

un abrazo!

11 de septiembre de 2009, 21:11  

Muchas gracias. La foto es de nuestra casa de Torrevieja, como digo, allí fui el más feliz del mundo y lo he sido hasta hace muy pocos meses. Mi intención es seguir yendo porque no quiero deshacerme de mi infancia.

Ya estoy en marcha, ya estoy luchando. Ellos lo quieren vender pero no saben que se puede ser más inteligente y boicotear el intento sin que nadie se de cuenta. Es cuestión de compincharse con alguien de allí y llevar la cosa con total discreción entre la familia, que nadie se entere. En ello estamos.

Duele, como te puedes imaginar, haber sido quien más ha disfrutado de la casa y que luego nadie te pregunte tu parecer o te pida tu opinión. En fin, cosas de la vida.

Un abrazo fuerte, R!

12 de septiembre de 2009, 11:56  

Llego del Madrugario con intenciones de curiosear y debo decir que me parece entrañable lo que aquí me encuentro, si me lo permites, me quedo por algún espacio vacío.
Saludos.. y cómo no, adelante!

12 de septiembre de 2009, 14:54  

Hola una más.
Quédate por donde quieras, por supuesto. Si te ha gustado, te aviso de que muchas veces me da por escribir cosas así, vivimos de recuerdos, solo que yo los tengo muy presentes en mi día a día.
EN fin, bienvenida!

12 de septiembre de 2009, 15:52  

Sin duda, no hay mejores recuerdos que los veranos de la infancia. Esos quedan bien grabados para los restos.

Encantado de verte por estos barrios Juan¡¡

Un saludo

12 de septiembre de 2009, 17:13  

Y que lo digas, Sinuhé.
Pues a ver si nos vemos mucho por aquí, después de la terrible Tesina, jajaja.
Un abrazo.

12 de septiembre de 2009, 18:18  

Mi JF, que alegríaaaaaaaaaaa, te acabo de ver y me ha faltado tiempo para venir, te he extrañado mucho, pero te imaginaba liado, y no quise importunar, me alegra verte por aquí, yo no he dejado los spaces, pero la verdad es que a veces te dan ganas de salir corriendo.
De lo que cuentas de la casa, te entiendo, vamos, ni te imaginas cuanto, ya te contaré por la que estamos pasando, es terrible la codicia de las personas. De tu cariño a tu abuela, sabes que siempre te entendí, es la misma pasión que yo sentí por mi tía. Nos unen muchas cosas. Me alegro de que ya te puedas relajar.Un beso muy fuerte, y si de lo poquito que he aprendido, te puedo ayudar, no dudes en preguntar. Un besote fuerte.

12 de septiembre de 2009, 18:55  

Bueno Jotaefe, aunque no todos los niños hayan tenido una infancia feliz,si que es cierto que los recuerdos de la infancia y nuestras primeras vivencias son las que permanecen más nítidas en lo más profundo de nuestro ser.Y como es tan fuerte esa relación que has tenido con tu abuela, pues lucha siempre por lo que creas y lo que te dicte el corazón y si esta pugna resulta infructuosa recuerda que aunque borren las huellas materiales,esos recuerdos permanecerán por siempre en tí.Un abrazo.

12 de septiembre de 2009, 19:01  

Sí, Pepi, la codicia y el deseo de más y más dinero son cosas compartidas por casi todos. Y esas cosas, si hace falta, se hacen pasar por encima de los recuerdos, de las personas y de tood lo que haga falta.

13 de septiembre de 2009, 13:28  

Muchas veces pienso que los recuerdos no sirven de mucho, más que para entristecernos. No sé, hay días que me gusta conservarlo todo y otros que no me importaría mandarlo todo a la mierda. Pero, en fin, vivimos de recuerdos nos guste o no y, como tales, nos gusta conservar las cosas que nos traen buenos recuerdos. Gracias, Leo.

13 de septiembre de 2009, 13:29  

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