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Lastres.

No voy a permitirme el lujo de recrearme en recuerdos. La Universidad de la vida, la más dura y exigente, me viene enseñando desde no hace mucho y sin que yo me hubiese matriculado en ninguna asignatura voluntariamente que lo que mejor se puede hacer con los recuerdos es desterrarlos o, al menos, intentarlo cuando éstos se amontonan de vez en cuando en nuestra cabeza.

Poco me importa a fin de cuentas lo que he vivido en tal o cual sitio pero preferentemente del que acabo de llegar, las oraciones que cierta persona me enseñó allí cuando de niño me acostaba y le pedía que rezáramos -ella recitando frase por frase y yo repitiendo- el Padrenuestro o alguna jaculatoria. También desecharé por inútiles los sabores, olores y colores de todas aquellas tartas de kiwi, los buñuelos o las tostadas de aceite, tomate y sal para desayunar, aquel brazo de gitano que engullimos en un día, así como los exploradores que hacían mis delicias pues todo aquello era hecho solo para mí, el particular rey del lugar. Ni tantas otitis o infecciones de garganta que, por motivo de las corrientes que se formaban al abrir y cerrar las puertas de la casa o del agua del mar que se metía en los oídos de tantas aguadillas, yo padecía con la precisión de un reloj. Ni los baños a primera hora de la mañana, cuando la playa parecía nuestra, y antes de que medio Madrid tomara posesión de ella hasta que no la abandonaban por la tarde. Ni aquellos abanicos -algunos con las varillas rotas por mí- que se movían en las noches de calma chicha, hasta que quien intentaba combatir el calor con ellos caía rendida. Ni el primer sueño de la noche que siempre ocurría en la terraza, al compás del ir y venir de las olas que rompían a la orilla del mar. Tampoco las piernas en alto para combatir los problemas circulatorios, ni el arsenal de medicinas, ni algún que otro disgusto, que también los hubo. Ni su sonrisa, ni las canciones que cantaba, ni lo que hablaba, ni lo que callaba, ni todo lo que me enseñaba hablando o solo con la mirada. Aquel centro de mesa, una cesta con frutas de plástico, con el que todos los nietos jugamos sucesivamente. Ni los bolsones de tierra que se colaba de la playa y que casi diariamente recogíamos, ni hacer camas para tanta gente, ni esas comidas alrededor de dos mesas porque en una no cabíamos, ni aprender a nadar, ni cuando pescamos aquel barbo que, según quien lo degustó, estaba riquísimo. Aquellos viajes periódicos de ida y vuelta para renovar las pruebas médicas mensuales y recibir la correspondiente posología, las sábanas, cortinas y cojines manual y pacientemente elaborados para decoración de la casa en el mirador del rellano, en compañía de otras vecinas. Ni las meriendas de pan con plátano, ni las noches de programas del corazón o de cantantes, de andar por el paseo marítimo o simplemente de estar sentados viendo los luceros brillar allá arriba.

Todo eso no vale nada, ni importa. Quizá esto sea lo más difícil de digerir. Los sentimientos no son nada, no traen nada, no son motivo suficiente, no importan, no obligan. Solo duelen, como los recuerdos. Y generan malpagados. Y hay que joderse porque no queda otra, ni es posible hacer cosa diferente. Malpagados que, eso sí, no presentan problemas de índole moral a la hora de irse a la cama todas las noches, duermen como lirones y encuentran su felicidad en su conciencia limpia y satisfecha.

Sentimientos cruzados. Una rabia y una pena supongo que inevitables pero, al tiempo, un infinito agradecimiento a la vida -recordando las estrofas de una de sus canciones favoritas- por todo las cosas y personas que me ha permitido disfrutar, ver, conocer, saber y aprender. No me puedo quejar, a fin de cuentas, de lo que he vivido, de cómo lo he vivido, de los que me han rodeado, de los que me han hecho como soy, ni de cómo he vivido. Ya quisieran muchos, pienso francamente cuando me despedía a mi manera de todo aquello.

Pues llega el momento de que alguno o algunos de esos muchos me coja el relevo.
Se cierra, me cierran o me obligan a cerrar, un ciclo de mi vida. Qué más da si lo que importa es que esta vida se compone de ciclos que se cierran y se abren y por los que hay que ir transitando. A fin de cuentas aquello formó parte de una parte de mi vida pues donde tengo que estar es aquí, donde están mi vida y mis amigos es aquí y es aquí donde tengo que desarrollarme, arriesgarme a abrir un nuevo ciclo y a saber desprenderme de él cuando a éste le llegue su fin. Porque a todas las cosas, ya sean animadas o no animadas, les llega su fin. Todo pasa. Y, aunque es duro, hay que saber desprenderse de los unos y de los otros y hacer que o dejar que la vida siga y nos lleve por aquí y por allá, explorando caminos, añadiendo personas e historias a la mochila y soltrando lastre de vez en cuando para hacer nuestro pasar por la vida lo más ligero de equipaje y sutil posible.



Muchas gracias por vuestras palabras, mensajes, ánimos, por estar pendientes y por vuestra especial sensibilidad y empatía. Definitivamente, mi sitio está aquí y lo demás es accesorio, superfluo, mundano, innecesario y una pesada carga.

13 guarrindongos tienen algo que decir:

¡¡Hola Jota!!
Te extrañaba por estos lares.Puedo decirte por experiencia personal que la vida está llena de ciclos que al igual que empiezan deben terminarse,por ello no debes dejar ninguno inacabado o no podrás mejorar a nivel personal.Todos los ciclos tiene sus cosas buenas y malas.Quédate con todo lo bueno de aquello,las tardes,su risa ,su olor y,teniendo eso ,la tendrás siempre.Lo demás es superfluo.
Recuerda que de cada experiencia se aprende y así será en cada etapa de tu vida.
Me alegra tu vuelta y un beso enorme,Jota.
Morgana

10 de febrero de 2011, 22:06  

A ver jovencito, qué está pasando?
La teoría de los círculos, como dice Morgana, consiste en eso, en cerrar uno tras otro.
Pero eso no es dejar atrás. Describes perfectamente un montón de cosas (seguro que hay muchas más) que te hicieron feliz.
Y eso tu crees que es por que tu lo vales y ya está?
No querido, eso no es así.
Tu has aprendido todo eso, y has sentido todo eso, para poder hacer que otros lo sientan contigo.
Tendrás que hacer tostadas para alguien, y curar otitis o lo que sea, y acompañar en el paseo o en el primer sueño de la noche a alguien.
No podrías hacerlo, si alguien no te hubiera prestado atención.
Eso son "panes prestados" tu lo has recibido y tu lo tienes que dar.
¿A quién?, aparecerá en su momento, como apareciste tu para ella. No trates de imaginarlo. Simplemente es el equipaje que te acompaña en tu viaje.
Y te enseñó a ser fuerte, así que no la decepciones.
Las cosas son cosas, no vienen con nosotros. Pero la gente sí.
Levanta esa cara, saca pecho, y que miren todos esos insensibles que te amargan la vida, queriendo o sin querer.

Venga Jota, ánimo, que más alante hay más (se dice así en mi pueblo).

Un beso y repito, piensa cómo le gustaría a ella verte.

10 de febrero de 2011, 22:53  

MORGANA.

Sí, los ciclos son finitos y hay que saber decirlos adiós, desprenderse de lo que toque, soltar amarres, tener menos apegos, etc. Es complicado pero hay que aprenderlo, de eso se trata y en eso estamos.
Besos y gracias por tus ánimos y besos!

10 de febrero de 2011, 23:22  

PARKER.

Por supuesto, en mi bagaje llevo todo lo aprendido, lo que me enseñó, etc., y yo no reniego de ello. De lo que reniego es de los recuerdos. Tampoco es que reniegue, que eso suena feo, es que no quiero recordar, no quiero recrearme en los recuerdos. Están ahí y ya está.

Claro que lo pienso e intento estar como a ella le gustaría pero no exagero si te digo que ahora mismo la tengo enfadada, no entiende que sea así, que tenga estos apegos, que me cueste tanto ser desprendido. Ella siempre me lo dijo, que aprendiera a no cargar con cosas absurdas, pero somos muy diferentes en muchas cosas y aquí estamos, batallando, jeje.
Besos.

10 de febrero de 2011, 23:25  

JOTA,he leído tu comentario y me acabo de dar cuenta¡¡glupsss,lo siento!!
Aprovecha los buenos momentos para vivir y exprímelos al máximo.
Besos de bienvenida.

10 de febrero de 2011, 23:36  

Hola Jota
En primer lugar pedirte perdón por mi ausencia pero seguro que lo entiendes, perooo lo comprendes???, jajaj.
Venga, hombre...anímate, la vida es así. Cierras una puerta y abres otra, pero nada ni nadie te va a quitar lo vivido, esos recuerdos que te hicieron feliz, esos detalles de ella que siempre estarán en tu corazón.
No puedes cambiar los sentimientos, esos están estables y por más que lo intentes estarán contigo.
Pues mira quien te fue a dar consejos, jajaj si estoy para recibirlos...así que aquí estamos aunque de lejos y en silencio, vale?

A ver, a ver...besitos de caramelistos de café?, si?

10 de febrero de 2011, 23:41  

MORGANA.

No pasa nada, no hay nada que disculpar. Besos.

10 de febrero de 2011, 23:47  

PRINCESA.

Pero si el que ha estado ausente he sido yo!!! jajaja. Vaya par de ausentes, jaja. Yo lo entiendo y lo comprendo todo, espero que la cosa vaya a mejor, tú ya sabes a lo que me refiero...
No me dejes, nunca desaparezcas del todo jajaja, no me abandones por favor. Besos.

Esos caramelos de café no me van mucho pero por ser tú me voy a comer unos cuantos. Yo te dejo una piruleta, que hoy me apetecen una barbaridad! Tengo antojo!

10 de febrero de 2011, 23:49  

Gracias por la molestia,te dejo unos bomboncitos rellenos de licor...exquisitos.
Cuídate.

10 de febrero de 2011, 23:55  

Jota, estás de antojo, jajajaj. A ver si tu ausencia es porque tuviste que ir al ginecólogo, jajajaj.
Nada, ya sabes....si estas embarazado te ponen una multa de 50.000 euros pero un premio de 49.999 euros, jajaj
Sé feliz chiquillooooo

Ahhh besos de piruletas a montones

11 de febrero de 2011, 0:38  

Cuesta mucho olvidar ciertas cosas, pero al final se consigue. Ánimo guapo, tú puedes, has que ella desde donde esté se siga sintiendo orgullosa de ti. Besitos.

11 de febrero de 2011, 1:49  

Jotaefe, la vida se llena de ciclos ella nos da y ella nos quita al final nosotros somos unas simples marionetas cargadas de sentimientos que caminan por un sendero que no sabemos dónde termina, añadimos cosas otras las desterramos pero en el fondo eso es estar vivo.
Yo soy de las que opino que cuando pasa algo malo o algo termina siempre viene algo mejor,igual es el instinto de supervivencia, pero no me gusta vivir de recuerdos prefiero seguir anhelando lo que queda por vivir y pensar que ahí a la vuelta de la esquina sucederá algo que me haga de nuevo sonreir.Hay que aprender a tirar lastre o sino nuestras huellas se hundirán cada vez más en el camino hasta impedir que nuestros pies consigan caminar.
Te dejo un beso

11 de febrero de 2011, 9:12  

Demasiados son los ciclos por los que pasamos, pero todos ellos nos dejan algo de aprendizaje, sean buenos o malos ciclos, pero siempre hay que quedarse con lo que verdaderamente vale la pena, con lo bello, con lo que nos haga esbozar una sonrisa al recordar.
Te dejo un beso y un susurro muy dulce

11 de febrero de 2011, 23:35  

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