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De abuelas.

Hoy, mientras comía, he escuchado en el Telediario la información sobre el partido que ayer debió celebrarse entre el Villarreal y no sé qué otro equipo. La verdad, paso del fútbol como de comer mierda. El caso es que pude ver a los periodistas después del partido entrevistando al portero del equipo de cuyo nombre no me acuerdo -creo recordar que era el cancerbero-, al que le metieron un gol de penalti. Se le vio mirar al cielo antes de que le encajaran el gol. A la pregunta de por qué hacía eso, contestó que era para pedirle ayuda a su abuela y no sentirse abandonado a su suerte.

Mira, me dije, no soy yo solo el que tiene tan presente en su vida a su abuela. A una vieja, como dirían los modernos de hoy. Seguro que ese portero de fútbol, ese nieto, adoraba y sigue adorando a su abuela. Seguro que su abuela fue con él y con sus amigos/as todo amor, toda comprensión, toda sencillez y un ejemplo a seguir. Seguro que la lleva clavada en el alma. Seguro que, cuando estaba con ella, se sentía el muchacho más feliz del mundo. Seguro que era una mujer poco cultivada o, incluso, analfabeta; pero me apostaría el brazo a que esa abuela dio a su nieto las más grandes lecciones de la vida y una actitud para enfrentarse a ésta.

Sin haberla conocido, estoy seguro de que la abuela de ese portero fue una mujer buena. Con los suyos y con los de la calle. Quizá vivía con ella o, como yo, pasaba con ella los veranos, las Navidades, las Semanas Santas o los puentes de cada año. Quizá era como la mía que, siendo cardiópata y con un marido y un hijo perdidos a temprana edad, tenía fuerzas como para visitar enfermos o llevarles a su casa la Comunión los Domingos a mediodía. Sí, mi abuela era una mujer de fe. De la que mueve montañas. Nunca dejó de confiar y de esperar. Jamás la vi llorar, a pesar de lo que perdió y de lo que las enfermedades le iban trayendo. Nunca la vi quejarse, todo lo aceptaba según venía y con resignación, fuera malo, bueno o regular. Nunca la escuché hablar mal de nadie, renegar de algo, cotillear o curiosear con esa o con aquella. Hasta "resucitaba" las plantas que se le secaban a las vecinas y era a la única persona que he conocido a la que las flores de Pascua -esas rojas típicas de Navidad- no se le pudrían ni siquiera en verano. Las plantas parecían estar a gusto con ella, escuchando lo que les decía mientras las cuidaba, trasplantaba o regaba. También tuvo un canario amarillo precioso que solo cantaba cuando ella estaba en casa; si se sentaba en su mecedora a su lado o le limpiaba la jaula los cantos del pajarillo se escuchaban en la propia calle.

Todo revivía a su alrededor. Ella olía a vida, a renacer, a primavera, a brisa marina. Todo era vida, alegría, color y esperanza a su alrededor. Ella misma me decía que no me pusiera triste cuando ella se fuese de aquí. Me aseguró que ella seguiría viviendo, que solo cambiaría de estado, pero que confiara; porque llegaría el día en que la separación acabaría y volveríamos a estar juntos para siempre. No la hice caso; eso ella lo sabía porque me conocía bien. Yo, el mismo que el día que me tocaba volver a Madrid me lo pasaba lloriqueando y pidiéndole a las vecinas, sus amigas de siempre, que no la descuidaran. Seguro que a ese portero le pasa como a mí. Que se emocionó cuando vio a más de doscientas personas en el tanatorio o a muchas de ellas, aun hoy, llamándome a casa para interesarse por mí, para darme ánimos y para contarme todo lo que se acuerdan de su amiga.

Contaré una anécdota. El pasado día 1 de Noviembre, Festividad de Todos los Santos, me han contado que su amigo Pepe Nicolás, el cura de la parroquia -su segunda casa, como ella la llamaba-, preguntó a los presentes si conocían a alguien que fuese o hubiese sido santo/a. Vicente, Chuqui, Isabel, Julia y no sé si alguien más dijeron que sí habían conocido un ejemplo de santidad. El cura les pidió que dijeran de quién se trataba y ellos mentaron a su amiga Fabi, mi abuela. Yo no sé si hay santos o no, si hay vida más allá o no y todas esas cosas, pero tener una abuela que es recordada de este modo es algo que te encoge el alma.

Seguro que a ese portero le pasa lo mismo. Mucho que me alegro por él porque una abuela así es un regalo.

14 guarrindongos tienen algo que decir:

Hola Jota Efe:

Sin duda es un texto escrito desde el corazón. Ese apego que has tenido (tienes) hacia tu abuela, lo tengo yo todavía con mi abuelo y se marchó hace catorce años. Y es que como dijo alguien a quien admiro, no se escribiría de la misma forma nuestra historia sin esos iconos de afecto. Curiosamente, como tu con tu abuela, sólo disfrutaba de él en verano, porque la distancia impedía vernos en navidad pero eso no fue obstáculo para quererle.

No sé si existe la santidad, pero si que hay personas buenas. Sin duda tu abuela lo fue.

Un abrazo

14 de enero de 2010, 9:32  

Encoge el alma los sentimientos a tu abuela. Es hermoso.
Ella debió ser, como dices, una gran persona que dejó unos buenos genes en el nieto porque leerte así es emotivo.
Tu abuela, más allá del arco iris, estará extendiendo su mano para rozar tu mejilla porque eres especial.
Nunca conocí en primera persona el amor de abuelos así que permíteme imaginar y gozar del tuyo.

Un beso

14 de enero de 2010, 9:49  

Tu abuela se sentirá muy orgullosa de ti por recordarla de una forma tan bonita, ojalá se acuerde mi nieto de mi asi algún dia. Besinos.

14 de enero de 2010, 11:25  

Pues según parece, a la abuela del portero le importaba el futbol tanto como a ti, porque no veas el rosco que les metieron,y además en el último minuto¡¡

Nada hombre, que está muy bien recordar de eso modo a los seres queridos, pero me da a mí que para las encomiendas no son muy efectivos los recuerdos. Mejor guardarlos para asuntos más personales.

Un abrazo¡¡

14 de enero de 2010, 14:18  

Emocionantes tus palabras,sentimientos puros..
Un besito :)

14 de enero de 2010, 14:36  

Ole, ole y ole por tu abuela, sea santa o no, una buenísima persona. Buen homenaje le haces.
Y ole por la abuela del cancerbero del Villarreal ese, pero que conste que su abuela no pudo hacer nada, le metieron el gol y perdió.

Un abrazo.

14 de enero de 2010, 15:58  

Yo no estoy loco y mi super abuela, (Que asi la llamabamos) esta siempre a mi lado porque era cojonuda como su nieto.
Saludos.

14 de enero de 2010, 21:28  

ARDILLA ROJA

Me alegro de que tú también tuvieses esa suerte de tener un abuelo especial. Es una experiencia única.
Los que los hemos tenido, nos han influido en nuestra vida y formas de ser. Yo sufría por la distancia y no poder disfrutarla todos los días de mi niñez y adolescencia. Pero, en fin, era lo que había y había que aceptarlo.
El caso es que hice todo lo que estuvo en mi mano por ella cuando me iba con ella. La quería con locura.
Besos¡¡

15 de enero de 2010, 1:12  

EMIBEL

Ojalá su mano, que tantas veces estreché, bajara hasta mí y me acariciara, dándome cariño como ella solo sabía hacer.
Siento que no conocieras a tus abuelos. No hay nada mejor en esta vida como ser nieto y abuelo. Creo que es algo muy pero que muy especial.
Besos¡

15 de enero de 2010, 1:14  

FABIA

Mi abuela no hizo nada para que la recuerde así. Solo darme mucho cariño, mucho amor y tratarme como nadie. Eso sale solo, es amor puro. Por eso tus nietos también te recordarán de forma parecida porque seguro que eres/serás una gran abuela.
Besos¡¡

15 de enero de 2010, 1:15  

SINUHÉ

Desde luego, no sirven para dejarles que hagan algo por nosotros, como parar goles, jajaja.
No se les pueden pedir imposibles, jajaa.
Un abrazo¡

15 de enero de 2010, 1:16  

UNA MÁS.

Otro beso para tí¡

15 de enero de 2010, 1:17  

EMILIO

A esa pobre mujer no le gustaría el fútbol. era como yo. Si algún día tengo un nieto, espero que no sea futbolista porque lo lleva claro, jajaja.
Abrazos¡

15 de enero de 2010, 1:18  

FETE

Sin duda, tú y yo los mejores nietos. Y las nuestras, las mejores abuelas del mundo.
Saludos¡

15 de enero de 2010, 1:18  

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