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Llevarlo claro.

Hoy, como imagino que habrán escuchado ustedes en los medios de comunicación, ha sido operado en Barcelona un niño menor de edad -16 años que tiene- para convertirlo en mujer. Algo que, según su cirujano, estaba deseando. Pues mira qué bien, me alegro por él/ella. Ya saben que soy de la opinión de que cada cual haga lo que quiera con conocimiento de causa, ateniéndose a las consecuencias y sin molestar a nadie.
El caso es que el cirujano ha hablado a los periodistas después de la operación y me ha llamado muchísimo la atención algo que ha dicho y que me ha dejado pensando largo rato. Ha comentado que el/la paciente ya deseaba ser mujer con tan solo tres o cuatro años. Ya entonces lo tenía claro porque, a esa tempranísima edad, es cuando sentimos que somos niños o niñas, ha explicado el médico.
Pero, ¿tenía yo algo claro a mis cuatro años de edad? En caso afirmativo, me sorprendería porque si algo tengo por seguro es que cada vez tengo menos cosas claras en mi vida actualmente. De todo dudo, nada doy por seguro, todo va y viene, nada permanece, apenas hay seguridad en el futuro más inmediato, ni sé de qué va el vacilón. No obstante, me cuesta creer que yo a mis cuatro años estuviese pensando en si era nene o nena, en si me gustaban los niños o las niñas o que invirtiera mis horas y juegos infantiles (jugar, es uno de mis pocos recuerdos de niño) en dedicarme a reflexionar sobre mi verdadera identidad -quién soy, dónde estoy, porqué estoy aquí, hacia dónde voy, cuál es el rumbo de mi vida, etc-.
Yo creo que a los cuatro años uno no se preocupa por esas cuestiones y, menos, por las de índole sexual; que imagino que no aparecen hasta que uno no comienza con los cambios propios de la pubertad y la adolescencia. O quizá es que yo nací con un retardador, motivo por el cual se me churruscó el arroz y las grandes preguntas de la vida me las hice con retraso. El caso es que fue en ese crucial momento, el de la adolescencia -cuando a los hombrecitos nos cambia la voz y pasamos de la piel de melocotón a la de lobo estepario-, que observé mi preferencia por el bacalao y no por el salchichón. Y en esas sigo. Cada uno, a su momento, comprobaría sus tendencias..., y obraría, entiendo yo, en consecuencia; tanto si se quieren operar como si aceptan con resignación los atributos con que vinieron al mundo.
Yo a mis cuatro años sabía reconocer a mi padre y a mi madre, a mi abuela y demás familia más directa pero nadie me dijo qué hacían ellos allí, por qué ellos y no otros y por qué yo quería o veía a unos más que a otros. Yo vivía al día, sin recuerdos del pasado porque la capacidad intelectual de un niño es mínima y solo preocupado por comer y jugar con mis coches de miniatura en la alfombra del salón. De vez en cuando alguna rabieta por cabezonería y algún concierto de llantos y lágrimas. Estaba ajeno a las preocupaciones de la vida, vamos, las de los mayores. No sabía que mi madre había padecido un aborto que impidió compartir mis juegos con ese hermano/a, ni sabía siquiera lo que era una hermana cuando mi madre me vino un día a preguntarme que si quería una hermanita para jugar con ella y no estar solo todos los días. Tampoco, con cuatro años, pensaba en si mis amigos del colegio eran buelos, malos o regulares o si, por su condición, podrían convertirse en personas buenas o malas para mí. Eran los que eran y punto. Y, desde luego, a nadie miraba con ojos de deseo, ni siquiera sabía lo que era querer, amar u odiar.
No tenía capacidad de elección, ni de decisión. Y menos en materia sexual. Pero no con cuatro años. Creo que hasta que no cumplí unos cuantos más no supe bien quién era, qué hacía en este mundo, qué y quién me gustaba, quiénes me rodeaban y cómo me sentía personal, humana, afectiva y sexualmente hablando.
Y me di cuenta de que, en efecto, lo llevaba claro, Jenaro. Y así está siendo.

8 guarrindongos tienen algo que decir:

De acuerdo contigo en todo, Jota.
Con cuatro años un niño no dedica su niñez a hacer valoraciones sobre su sexualidad.
A mí no me gustaban los juegos de niñas, disfrutaba con los juegos de los chicos ¿quiere decir éso que yo nací en un cuerpo equivocado? Pués no, a la vista está.
Comprendo que cuando vas madurando te surjan dudas sobre tí mismo.
Me parece muy desafortunado el comentario del cirujano.
Esperemos que sea una decisión libre del niño y no un aprovechamiento de los padres, ya se sabe.
Ten buen día, Jota.
Un beso.

14 de enero de 2010, 9:42  

Lo ínico que tengo claro y eso es ahora, que estamos rizando el rizo, en fín...


Agur un saludo.

14 de enero de 2010, 9:45  

Pues yo no me acuerdo lo que hacía a los 4 años, pero bueno, el caso es que le diagnosticaron a esa tan temprana edad no se que enfermedad que tenía que ver con algo de eso. Seguro que sus padres lo llevaron al médico por que le gustaba más jugar con muñecas que con balones... habrase visto tontería, pero bueno, padres de esos, haberlos hailos...

Un abrazo.

14 de enero de 2010, 16:01  

Te voy a dar mas palos que a una estera!!!
Espera que te mandare yo a ti un correito explicandote un par de cositas.
Saludos y siento mucho que a los cuatro años no te planteases estas cosas.

14 de enero de 2010, 21:23  

EMIBEL

Yo, por más que lo pienso, no recuerdo que con 4 años yo tuviera claro que me gustaban los niños o las niñas o que me sentía hombre o mujer. No me sentía de ninguna manera¡¡¡ jajaja.
Pero no sé, quizá sea algo que sí experimentan los transexuales y que yo desconozco.
Besos¡

15 de enero de 2010, 1:20  

MONTXU

Bienvenido al blog. Otro saludo para tí. Y sí que es verdad, como rizadores de rizos somos perfectos en todas las esferas de la vida.
Saludos¡

15 de enero de 2010, 1:21  

EMILIO

Pues no sé si tenía alguna enfermedad o si se le notaba de alguna manera. Solo me sorprendió el dato y me sirvió para pensar en lo que yo tenía claro con cuatro añitos, jaja.
Saludos.

15 de enero de 2010, 1:22  

FETE

Uy, no te pongas así. Claro que me planteé esas cosas, pero de más mayor. Son lo más natural del mundo y no me puede parecer mal que cada cual haga lo propio para sentirse bien consigo mismo y con quienes le rodean.
Saludos.

15 de enero de 2010, 1:24  

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